Ya sé que la mayoría no pensaréis como yo. Pero la soflama de Mas, por enardecida que pareciera y por mucho que los medios serviles intenten esconderlo, fue una aceptación implícita de su impotencia y debilidad. Impotencia porque para tratar de salvarse acaba con su partido y remite a un calendario que no es más que la moviola de 2012. De independencia nada. Sólo más bla, bla, bla. Debilidad porque se ve obligado a aceptar, aunque sea retóricamente, ir el último de la lista y, por tanto, abandonar la política. Además se compromete a retirarse en 2016 si no se ve obligado a hacerlo ya, si Junqueras recoge el guante y acepta la lista única a cambio de que Mas la cierre. No sé si Junqueras, el del llanto, tiene reaños para hacerlo. Si no lo hace será otro cadáver político.
Mas es de aquellos líderes que prefieren arrastrar a los conciudadanos en su caída a aceptar su derrota y asumir las consecuencias
Mas es de aquellos líderes que prefieren arrastrar a los conciudadanos en su caída a aceptar su derrota y asumir las consecuencias. Cobardía revestida de épica. No es capaz ni de plantear el objetivo de que el independentismo alcance los 2/3 del Parlamento autonómico necesarios para reformar el Estatuto. Sabe que una DUI, y lo ha dicho, es un brindis al sol sin dinero ni reconociendo internacional y menos con una apretada mayoría absoluta caso de que la lograse. Remitirse a una nueva consulta, esa vez si que de verdad, es un acto de voluntarismo que choca con cualquier realismo. Pero quiere seguir pedaleando, aunque sea sin rumbo y poniendo en riesgo no ya a su partido sino a toda, esta vez sí, Cataluña.
Si CDC tuviera un delfín, Oriol Pujol se debe tirar de los pelos, como lo tuvo el PNV, Mas ya habría dimitido, CiU no convocaría elecciones, aparcaría la independencia y se aprestaría a pactar una reforma constitucional que permitiera vender un paso en la “buena” dirección. “Paciència, paciència fins a la independència”. Pero es un partido destrozado y no parece capaz de reaccionar. Ni tan siquiera protesta por su demolición. Y él no se atreve a dar el giro que sabe que debería dar, aunque lo menciona en su discurso, cuando dice que no ha recibido ninguna oferta pero que si llega, la estudiará. Y es que ni para negociar es la persona adecuada, después de su manifiesta deslealtad.
No se cuanto tiempo continuara paseándose desnudo. Pero ya es, a todos los efectos, un cadáver político. Eso si sus coletazos pueden prolongar la agonía. Pero nadie sensato debería permitir que Cataluña vuelva a pasarse varios años más sin gobierno, perdiendo inversiones, malgastando, o mejor malversando, el dinero público, impagando a farmacias y entidades sociales, endeudándose sin límite, enfrentando a unos catalanes con otros.