Pensamiento
Ahora son solo independentistas
Artur Mas y Oriol Junqueras no coinciden en la estrategia electoral, los dos quieren lo mismo: el gobierno y la presidencia de la Generalidad, y eso excluye forzosamente a uno, pero sí que coinciden en la construcción ideológica (de cartón piedra) del independentismo.
En la ideología simple y vaporosa del independentismo todo es posible y lo contrario también
Ahora los dos afirman que no son nacionalistas, que son solo independentistas. No importan las etiquetas ideológicas estatutarias de sus partidos, ni las contradicciones flagrantes, ni el juego de palabras vacías. Los dos han recordado de pronto el desprestigio moral e histórico del nacionalismo en Europa y lo niegan sin pena después de haberlo enaltecido sin pudor. ¿Se puede ser independentista sin ser nacionalista? En la ideología simple y vaporosa del independentismo todo es posible y lo contrario también.
Con los nacionalistas a secas se puede negociar, en la medida que se pueda asegurar que respetarán el acuerdo; últimamente la lealtad no es su fuerte. Como nacionalistas declarados los convergentes han participado en la gobernabilidad del Estado tanto con la izquierda como con la derecha durante más de treinta años, y, además, fueron también “padres” de la Constitución que ahora repudian.
Artur Mas, que tira a veleta como se encuentran pruebas de ello a espuertas en las hemerotecas –para muestra basta un botón, “Es más importante hacer la nación catalana que las estructuras administrativas del Estado” (La Vanguardia, 02.11.2007)-, se acomodaría fácilmente a nuevas circunstancias, siguiendo su propia inclinación a un “stop and go”, “go and stop”. Frenará cuando haya un proyecto de reforma constitucional en marcha, las encuestas de opinión le obligarán. Un Mas “moderado” será el clavo que saque el clavo del Mas radical. Un personaje veleta no es por mucho tiempo ni moderado ni radical, adopta un papel u otro, según de donde sopla el viento.
Su esquematismo binario –o independencia o nada- le anula como interlocutor
Con Junqueras, como el mismo muy bien dice desde la evidente inanidad discursiva que le caracteriza, y que inspira todo el movimiento que preside, no hay nada a negociar. Su esquematismo binario –o independencia o nada- le anula como interlocutor. Tarde o temprano, se limitará a la posición residual de una minoría, más o menos importante, de resistentes vueltos de espaldas al mundo real. Cuando la situación se vaya normalizando, reformando pues, Junqueras no tendrá nada que ofrecer fuera de su mítica independencia. Y Artur Mas lo habrá plantado.