Pensamiento

El show de Tru-Mas

20 noviembre, 2014 08:20

Ahora lo sabemos con toda seguridad. La Cataluña de los nacionalistas, esa de TV3, es un fraude, un camelo, pura ficción, no existe. O para ser más exactos, no representa nada más que al 29,8% del censo electoral, aunque cada día durante 24 horas nos quieran hacer creer que su escaso porcentaje es Cataluña. Y sus fogoneros, falsos periodistas, mercenarios a sueldo, políticos nacionalistas camuflados, apóstoles de la construcción nacional. Ellos y sus homólogos políticos han logrado crear la ficción de que Cataluña es una nación de ciudadanos hastiados de España y dispuestos a cualquier cosa por lograr la libertad. Al menos ese es el relato que han logrado colar al resto de España, con el que nos narcotizan cada día en Cataluña, y el que quieren vender al resto de países del mundo.

Lo sorprendente no es el escaso apoyo al independentismo, sino el contraste entre la realidad virtual que el nacionalismo impone a diario y la realidad a secas

Nada más falso. Los resultados del 9N desenmascaran la ficción con la mayor de las crudezas, la de los números, la de los hechos. De un censo de 6.228.531, sólo votaron 2.305.290, un 37% de participación; de los que únicamente 1.861.752 lo hicieron por la secesión; o sea, un 29,8%. No llega siquiera a un tercio. Respetable, pero un tercio.

Lo sorprendente no es el escaso apoyo al independentismo, sino el contraste entre la realidad virtual que el nacionalismo impone a diario y la realidad a secas, o si quieren, el contraste entre la realidad mediática, y la Cataluña real. Lo inaudito, y por lo mismo inaceptable, es que vivamos en una colosal mentira, en un plató de televisión donde a diario alimentan la ficción con absoluto desprecio a la verdad. Salgamos del parque temático, del Show de Truman, de la aplastante plasticidad de esteladas y gentío en vías y uves, que utilizan para convencernos de que todos somos secesionistas; o si quieren, de que quienes no son secesionistas, son unos inadaptados o catalanes vendidos.

Hay muchos, son muchos separatistas, casi dos millones, pero solo son una parte de ella, no la totalidad. Controlan todo el poder, dominan la escuela, la sociedad civil, los medios, la calle, son los amos de Cataluña, pero no son Cataluña, como no es España la casta que la dirige aunque viva a nuestra costa.

Los amos de la masía nos están haciendo bulliyng, infectan la mente de nuestros hijos, distorsionan nuestros intereses, satanizan nuestra mirada y ensucian nuestras emociones. Las culturales, las nacionales, las lingüísticas, las deportivas, incluso las personales. Es tiempo de despertar. Hasta ahora las cifras de asistentes a manifestaciones eran a conveniencia; al fin y al cabo, ellos ponían el número y lo replicaban en mil espejos mediáticos y políticos hasta cubrir el marco mental de toda Cataluña. De ellos son los medios, de la gente común, soportarlos. Estos falsos redentores son los señoritos de siempre, las élites dominantes, la casta; suyos son los presupuestos, los micrófonos y las imágenes, al resto nos han convertido en claca o en gentuza. Pertenecer a una u otra solo depende del grado de sumisión.

Su despotismo y su poder es tan obsceno, que a pesar de la evidencia de los números, han seguido actuando al día siguiente del 9N como si su resultado no los hubiera delatado, como si no hubiera más Cataluña que la suya, como si en realidad hubieran alcanzado una victoria incontestable sobre el Estado opresor. ¿Qué iban a hacer sino? De ello viven.

Hay explicación: No existe correlación representativa entre la población real de Cataluña y la élite catalanista que la monopoliza. En buena medida es causa y consecuencia, donde la causa puede ser a la vez consecuencia. Extraña paradoja, el nacionalismo ha logrado imponer esa ficción incluso en la mente de buena parte de aquellos que la detestan. Es tema que siempre me ha fascinado intelectualmente y detestado vitalmente. ¿Por qué esa alienación?

Después de más de tres década de poder absoluto nacionalista, todo se ha forzado a su imagen y semejanza, y la administración de la Generalidad se ha adoquinado de adeptos y paniaguados

Las causas exógenas tienen que ver con el dominio del poder, de la escuela y de los medios. Hoy es una evidencia. Después de más de tres década de poder absoluto nacionalista, todo se ha forzado a su imagen y semejanza, y la administración de la Generalidad se ha adoquinado de adeptos y paniaguados. Pero las causas endógenas se han de buscar en constantes repetidas a lo largo de la historia: en el abuso de las élites, de las castas, o si quieren, de los grupos dominantes, sobre las gentes desamparadas por el destino y reducidas mentalmente a súbditos. Pueden parecer conceptos superados. Puede, no así sus consecuencias. Desde la izquierda, K. Marx dejó escrito que la cultura dominante era la cultura de la clase social dominante. Su contemporáneo J.Stuart Mill, desde el liberalismo, llegaba a las mismas conclusiones: “Dondequiera que existe una clase dominante, la moral pública derivará de los intereses de esa clase”. En Cataluña, el catalanismo como élite económica y cultural ha impuesto su hegemonía al resto de ciudadanos catalanes y a la masa de trabajadores llegados del resto de España. De ahí, que siendo un tercio de la población, sin embargo son mayoría absoluta en el Parlamento. Los apellidos dejan rastro empírico y nos ayudan a visualizar las jerarquías. A pesar de que los 20 apellidos más numerosos en Cataluña no sean catalanes, sin embargo en el Parlamento, son prácticamente inexistentes. El contraste es brutal. Lo mismo pasa en los responsables de todas las asociaciones civiles, revistas, diarios digitales, medios públicos catalanes y direcciones de los centros educativos. Una casta catalanista ocupa y monopoliza direcciones de partidos y sindicatos. Son los amos de la masía, y sus señas de identidad no son el color de la piel o la ideología, sino su adhesión al catalanismo y a la lengua que usan. Ahora también, y a las claras, su adhesión al secesionismo.

Dicho de otra manera, una mayoría de la población ni está representada en esa élite catalanista ni es beligerante en elecciones autonómicas. Sólo cuando son elecciones generales participan masivamente. Ese es el problema y la explicación. No pregunten por las izquierdas, han sido y son los mamporreros del nacionalismo; de las clases burguesas catalanistas han salido buena parte de sus dirigentes, y como tales han vivido estas últimas décadas. Los hermanos Maragall, Ribó, Nadal, Reventós, Josep Benet, los hermanos Font, la familia Dalmau y Obiols, Francesc Vallverdu, Mascarell o Comín, allegados como Vázquez Montalbán… han detentado poder político, económico y cultural, han vivido como élites, exactamente como las élites burguesas que ejercieron en la derecha del catalanismo y con cuyas familias están entrelazados. “Desde hace 150 años hacen y deshacen a su antojo en Catalunya. Son 300 familias ligadas por lazos de parentesco endogámicos que acumulan patrimonio, lo fusionan, a través de matrimonios de sus hijos e hijas y controlan los negocios, la sociedad, la cultura y la política catalana. Ellos construyeron el catalanismo político y ellos lo han gestionado en exclusiva”, sentencia Ernesto Milá. Lo que no dice Milá es que un nouvingut como Pujol, ha desbordado el perímetro de esas 300 familias que Vicens Vives nos advirtió por escrito que “ya figuraban en el censo de fabricantes de 1829”, hasta atraer a su causa nacional a las clases medias y a una casta de funcionarios de la administración autonómica absolutamente identificada con la identidad nacional. Va en el cargo.

El objetivo no es ganar o perder un referéndum secesionista, el objetivo es ganar la presidencia de la Generalidad

Ante esta perversión del reparto de cargos, bienes y medios tan desiguales, la izquierda siempre ha escogido la identidad a la igualdad, la nación a la justicia social, Cataluña, al socialismo. Mientras las clases bajas sigan embalsadas por los partidos de esa izquierda nacionalista que siempre prioriza la nación a la defensa de los derechos sociales y laborales, la ficción seguirá vigente.

Los resultados de este 9N dejan patente dos verdades: Los secesionistas son una minoría, pero les basta y les sobra para ganar elecciones por falta de comparecencia de los dos tercios restantes. Ya sabemos cuál es el problema, ahora sólo hace falta ponerse a trabajar en la solución. No es tarea imposible. C’s debe acentuar su perfil social, pisar el terreno socialdemócrata del PSC, barrerlo del mapa. El Gobierno de la nación debe poner al servicio de los ciudadanos los mismos medios que la Generalidad derrocha en su proceso secesionista. Qué menos.

P.D. El objetivo no es ganar o perder un referéndum secesionista, el objetivo es ganar la presidencia de la Generalidad. Es una cuestión de votos. Y tenemos más. Sólo hace falta recuperar la hegemonía moral sobre el nacionalismo. También es la única solución.