El pasado domingo sucedió lo que muchos pensábamos que no pasaría: se celebró la consulta independentista. Sin censo, sin controles, sin garantías, con voluntarios, pero se celebró. Y esto tiene un gran valor simbólico porque el 9N sí hubo colegios abiertos, urnas y una afluencia de votantes. Es una victoria del independentismo; debemos aceptarlo y reflexionar a partir de esta nueva realidad aunque no sea fácil.
Llegó el 9N y Rajoy no garantizó nada; se votó frente a la incredulidad de muchos que pensábamos que la estrategia se llevaría a cabo hasta el final
Muchos desconfiábamos de Rajoy, visto su currículum, pero parecía que en el tema del referéndum independentista tenía una estrategia clara: no echar más leña al fuego y remitirse a la ley, al mismo tiempo que anunciaba su voluntad de diálogo dentro de la Constitución. Era una estrategia insuficiente, en mi opinión, pero en comparación a lo que podía haber hecho Aznar, por ejemplo, era un paso adelante. Rajoy se pasó dos años hablando de la ley y de que su gobierno la garantizaría. Llegó el día y no garantizó nada. Se votó frente a la incredulidad de muchos que pensábamos que la estrategia se llevaría a cabo hasta el final.
Algunos de los Whatsapp que recibí y envié el domingo pasado son indicativos del estado de ánimo de muchos de nosotros aquel día. "Es una gran sensación de desamparo"; "nos han dejado solos y en ridículo"; "en Cataluña, los gobernantes hacen lo que les da la gana"; "Rajoy es un inútil"; "Mas ha ganado la partida"; "van a ser imparables a partir de ahora y hay un responsable, el gobierno inepto del PP"; "estoy tan cabreado, hay que felicitar a Rajoy por su ceguera y sordera"; "el Estado nos ha dejado tirados a los que creemos en él y que hemos trabajado para defender la unidad". Tristeza e indignación. Y sobre todo, perplejidad.
En este momento, cuando leo artículos post 9N que enumeran los delitos en los que ha incurrido Mas para que se le inhabilite, sé que todo ello es pura palabrería. Nadie va a hacer nada. La Fiscalía General del Estado ya se ha inhibido. Fue increíble escuchar el sábado 8 al fiscal general preguntar a Mas si él había ordenado que se abrieran los colegios. Todos en Cataluña sabíamos que así era desde hacía dos semanas pero la Fiscalía no se había querido enterar. Mas les respondió el domingo: el único responsable es él. Desafiante, porque estaba seguro que no iba a pasar nada. Y no pasará nada. Esto, ahora, ya lo sabemos todos. La vía penal es incontemplable.
La vía penal es incontemplable, y eso muestra claramente la impotencia del Estado de derecho en España para operar con normalidad; lo vimos el domingo y lo vemos ahora
Y es bueno que así sea porque sería un segundo error garrafal a añadir al primero. Convertiría a Mas en un mártir y ofrecería toneladas de victimismo a los independentistas. No es una opción. Sin embargo, también muestra claramente la impotencia del Estado de derecho en España para operar con normalidad; lo vimos el domingo y lo vemos ahora. Aunque este hecho resulte un golpe grande para muchos de nosotros, podemos encontrar algo de consuelo en que la falta de respeto a la ley es endémica en España. Es, pues, por una parte, un episodio más pero efectivamente, debemos ver que, por otra, tiene una envergadura especial. Es un salto cualitativo que nos lleva a una situación rayana en lo que se conoce por "Estado mediado". Se trata de un tipo de Estado que no es fallido -aquel que no puede imponer su soberanía en todo el territorio- pero tampoco es pleno como para poder afirmarla sin problemas. Para existir en determinadas zonas debe pactar el cumplimiento de la ley con las élites locales, que lo mediatizan.
Durante dos años, Rajoy sólo ha tenido un discurso, o más bien, una frase: nosotros haremos cumplir la ley. A la vista de todos está el incumplimiento de esta promesa. El único freno que puso al independentismo se ha estrellado. Se ha quedado sin nada, y este vacío se evidenció en la conferencia de prensa que realizó, claramente nervioso, el pasado miércoles 12. El PP no tiene nada que ofrecer más que el no.
Ya en el post 9N, después de dos agotadores años, empieza una nueva fase del "procés infinit". Si aún nos queda algo de energía, no la malgastemos criticando a los independentistas. Ya sabemos muy bien cómo operan y qué piensan. Será mucho más útil para nosotros empezar a cuestionar seriamente la estrategia del Gobierno frente al independentismo. Esta sí que empieza a ser una tarea inaplazable. Y no sólo reflexionar, también actuar. Y para ello, quería hacer una propuesta de acción: plantearnos realizar nosotros en un futuro próximo una concentración para pedir la dimisión de Rajoy y exigir un Gobierno con sentido de Estado, capaz de proponer un plan inteligente y constructivo. El Gobierno actual, presidido por un anti-líder, ya nos ha mostrado que no posee la capacidad para hacer frente a la magnitud del reto.