¡Vaya noticia!, dirán la mayoría de los lectores, “esto lo sabíamos desde hace mucho tiempo”. Y sí, lo sabíamos, pero la imagen de Mas mostrando arrogante su carnet de identidad en el momento de votar Sí a la independencia, lo aleja de la medida neutralidad que había aparentado mantener hasta ahora y lo convierte en el actor principal –“el responsable soy yo y mi gobierno”, son las palabras con las que desafió a la Fiscalía– de los presuntos delitos que cometió durante la preparación y realización de la fiesta independentista que, contraviniendo la prohibición del Tribunal Constitucional, se celebró en Cataluña el pasado domingo, camuflada como una consulta organizada por entidades privadas pero que en realidad se financió con dinero público, esto es, con los impuestos de todos los catalanes y españoles. Por ello, podemos afirmar que Mas dejó de ser el Presidente de los catalanes el 9 de noviembre de 2014 y se convirtió en el líder de la minoría de catalanes que apoyó la independencia ese día.
Ponerse al frente del movimiento independentista era el verdadero propósito de la consulta-farsa organizada por el gobierno de la Generalidad
Ponerse al frente del movimiento independentista era el verdadero propósito de la consulta-farsa organizada por el gobierno de la Generalidad y los Ayuntamientos catalanes. Mas tenía dos problemas muy graves hasta hace unas semanas. El primero, su deteriorada imagen, asociada con dos gravísimos casos de corrupción y financiación ilegal de su partido. Al caso Palau-CDC en el que está imputado Osàcar, quien fuera su secretario personal entre 2000-2005 y tesorero de la fundación de CDC desde 2005 hasta enero de 2011, se sumó el estallido del “caso Pujol”, un escándalo sin precedentes y cuyas ramificaciones bien pudieran acabar salpicando al propio Mas que fue Consejero de Política Territorial (1995-1997), consejero de Economía (1997–2001) y primer consejero (2001-2003) en los últimos gobiernos que presidió Pujol –su padre político como reconoció el propio Mas–, años en que los que el gobierno catalán licitó multimillonarios contratos en obra pública por los que presuntamente se cobraron comisiones que sirvieron para financiar a CDC.
El segundo problema de Mas y CDC era Junqueras y ERC, de cuyo apoyo dependía su gobierno en el Parlament de Cataluña y cuyo imparable ascenso constataban todas las encuestas electorales. Junqueras se veía ya como el próximo President del gobierno de la Generalitat y ERC como el partido político con mayor respaldo electoral en Cataluña. A Mas, la suspensión de la consulta del 9N ordenada por el TC, le brindó la oportunidad de transformarla en una fiesta independentista indolora, una excelente oportunidad para retomar la iniciativa y presentarse ante los crédulos independentistas como el principal artífice y garante del proceso hacia la independencia, al tiempo que relegaba a su gran rival, Junqueras, a presidir una triste mesa en Sant Vicenç dels Horts. El mensaje que ha querido trasladar Mas es doble. A los independentistas, que el astuto David ha derrotado a Goliat en desigual combate, si bien a diferencia de la historia bíblica, Goliat sigue vivo y con todo su ejército intacto. Y a sus rivales políticos en Cataluña, que cada uno tiene su sitio natural: los amos en la masía del Palau y los masoveros podando las marchitas cepas.
A Mas y a su partido sólo les queda una salida medianamente airosa: intentar liderar una plataforma electoral independentista
Aunque Mas ha logrado con su audaz golpe de mano recomponer su maltrecha imagen e insuflar cierto optimismo en las alicaídas filas de CDC, tanto su situación personal como la de su partido siguen siendo muy precarias, y ambos acabarán más pronto que tarde pagando un alto precio por lo que han hecho. Al margen de las posibles imputaciones que puedan recaer sobre Mas y sus consejeros a cuentas de la consulta y que la Fiscalía ya investiga, su desleal comportamiento los ha inhabilitado para seguir actuando como interlocutores ante el gobierno español. También la consulta ha reducido la probabilidad de alcanzar un pacto con Iceta y el PSC para acabar la legislatura. A Mas y a su partido sólo les queda una salida medianamente airosa: intentar liderar una plataforma electoral independentista, ganar las próximas elecciones autonómicas, y convencer a sus aliados de que sería contraproducente proclamar unilateralmente la independencia tras las elecciones. ¿Se avendrán la ANC y ERC a jugar un papel subordinado y a posponer la proclamación de la independencia por más tiempo?