Pensamiento
El penúltimo engaño de Artur Mas
Artur Mas compareció el 14 de octubre para explicarnos a los catalanes que no va a ser posible realizar la consulta prevista para el 9 de noviembre (9N) pero que se compromete a que ese día hayan, a modo de premio de consolación, locales, urnas y papeletas donde quienes lo deseen puedan votar presentando el documento nacional de identidad que les acredita como españoles. En un derroche de imaginación, Mas la llamó ‘consulta participativa’, como si al parecer existiera algún tipo de consulta que no lo sea. Como anticipaba en mi anterior artículo (“La hora del bombero torero”), se había anunciado una extraordinaria corrida y lo que pretende ahora Mas es que el respetable se contente con una pantomima grotesca.
En un derroche de imaginación, Mas la llamó ‘consulta participativa’, como si al parecer existiera algún tipo de consulta que no lo sea
Llevado por su irrefrenable afán de protagonismo y ansioso por demostrar que sigue siendo quien lleva la batuta, Mas cometió un fallo escénico garrafal al anunciar el sucedáneo de consulta en el mismo escenario donde anunció con gran boato las preguntas y la fecha de la consulta el pasado 12 de diciembre, rodeado entonces por los líderes de todos los partidos políticos que la apoyaban. Su soledad la acentuaba la presencia del traductor a la lengua de signos, cuyas gesticulaciones resultaban más transparentes que el retorcido mensaje con el que Mas pretendía dar gato por liebre a la concurrencia.
Mas, un político desleal donde los haya, intentó desesperadamente en su comparecencia dar la vuelta al asunto para eximirse de cualquier responsabilidad. El primer culpable al que apuntó, ¡cómo no!, fue al Gobierno de Madrid que con sus recursos al Tribunal Constitucional ha impedido que la consulta del 9N pueda celebrarse en los términos pactados. En segundo lugar, Mas se anticipó a las previsibles reacciones de sus socios (ERC, CUP e ICV-EUiA) e insistió en que, para no descarrilar el proceso hacia la independencia, lo importante ahora era asegurar que el 9N habrá locales donde los independentistas catalanes podrán depositar sus votos. Ésa fue también su línea de defensa en la sesión de control del día 15 en el Parlament, cuando sus hasta este momento aliados le reprocharon “romper la unidad y el consenso” engañando a todos, y Junqueras le exigió tirar adelante la consulta para volver a la situación del lunes 13 por la mañana. Mas sólo pudo replicarles que la esencia de ese consenso era la fecha y la pregunta, y que, por el momento, la mejor propuesta sobre la mesa era apoyar el sucedáneo (consulta participativa el 9N) del sucedáneo (consulta pactada el 9N) hasta que se convoquen las elecciones plebiscitarias, que serán la verdadera consulta.
Mas trata de ganar tiempo focalizando toda la atención en la consulta-farsa del 9N
Si Mas fuera una persona consecuente, la única incógnita relevante que quedaría por despejar es fijar la fecha de las elecciones plebiscitarias. Pero como no lo es, tampoco puede descartarse que a esta primera traición encubierta le siga otra en toda regla, y una vez superado el escollo del 9 de noviembre el president se decante por agotar la legislatura con apoyo del PSC para negociar la realización de una consulta legal, como Iceta desea. De momento, Mas trata de ganar tiempo focalizando toda la atención en la consulta-farsa del 9N con la doble finalidad de convencer a los independentistas de salón de que ha agotado todas las posibilidades de realizar la consulta dentro de los cauces legales existentes, e intentar recomponer la deteriorada imagen de su partido, muy dañada tras reconocer Pujol, su padre político y presidente de CDC hasta hace pocas semanas, que había mantenido grandes sumas de dinero en paraísos fiscales durante 34 años.
Mas sólo dispone de unas pocas semanas, sin embargo, para decidir si sigue adelante con las elecciones plebiscitarias como le exige Junqueras, ansioso por cosechar los buenos resultados que las encuestas auguran a ERC, o si acepta la oferta de Iceta y se convierte en un vil traidor para los independentistas partidarios de declarar unilateralmente la independencia. Iceta parece estar dispuesto a darle a Mas y a CDC un respiro que, por otra parte, también el PSC necesita como agua de mayo para superar su cisma interno, mientras que Junqueras tiene ahora la completa certeza –quizá siempre la tuvo– de que Mas, tras la espantada del 13 de octubre, no es el prohombre llamado a proclamar la independencia de Cataluña. Resulta irónico que Junqueras, pese al hipotético respaldo que le dan las encuestas, bien podría quedarse al final compuesto y sin novia. O quizá con una o dos novias –andan algo confusas deshojando margaritas– pero sin palacio donde cobijarlas.