Los estalinistas iniciaban sus purgas acusando a sus detractores de 'revisionistas'. Unos tenían la verdad oficial. Otros, evidentemente, estaban equivocados y manipulaban la realidad. La acusación de revisionismo era toda una sentencia, personal y política.
Esto sucedió hace ya muchos años pero algunos están empeñados en recuperar la figura estalinista y acusar a quien no quiere comulgar con ruedas de molino, medias verdades o llanamente mentiras; a quien no quiere aceptar lo que nos quieren contar -recontar y reescribir- de la historia alrededor de los sucesos de la Barcelona de 1714.
Algunos están empeñados en recuperar la figura estalinista y acusar a quien no quiere aceptar lo que nos quieren contar -recontar y reescribir- de la historia alrededor de los sucesos de la Barcelona de 1714
Lo digo a cuento del artículo que me dedicó el señor Albert Sánchez, autor de 'Victus', en La Vanguardia de este domingo. Lo hizo en función de unas palabras mías en la tertulia de Onda Cero de hace un año sobre el "republicanismo monárquico". La verdad es que dejo huella. Debe ser porque soy un exaltado irredento. Así me califica el señor Sánchez. Bueno, lo de irredento es mío.
El cariñoso artículo -el segundo que me dedican los columnistas del Conde de Godó en menos de un mes, aunque atesoro algunas perlas anteriores- se suma al suscrito por Sergio López Pàmies -en la misma página, por cierto- y me pone a bajar de un burro. Resumiendo, soy ignorante y ridículo por mi interpretación de esos hechos. La primera patada de banco del autor de moda del secesionismo viene a cuenta de mis críticas a ese concepto que, según Sánchez, es un concepto académico. Si lo es, que se quede en ese ámbito. Que nadie lo utilice para cambiarnos la historia.
Por eso, creo que el concepto "republicanismo monárquico" es utilizado para tergiversar con alevosía y nocturnidad, para transmitir una idea de la historia falsa que justifique una teoría política actual. Yo añadiría que es una manipulación zafia y propagandística. Plantear que el Sacro Imperio Romano Germánico y, por tanto, el que fuera su emperador y antes aspirante al trono de España, el Archiduque Carlos, era un promotor de los valores republicanos es una falacia.
Con este argumento, se pretende comparar república con democracia. Decirnos que el Sacro Imperio era un paradigma de la libertad, la tolerancia y la participación ciudadana. Decirnos que en 1714 luchaba la libertad contra la tiranía. Todo en conjunto es un insulto a la inteligencia. Bajo el mismo prisma, se dibuja una Cataluña de 1714 como un dechado de libertad, Estado social, participación ciudadana y democracia. Sandeces las justas, señor Sánchez.
Cataluña tenía unas Cortes compuestas por el tercio eclesiástico, la nobleza y los gremios, es decir la burguesía. Y fue la burguesía la que presionó a la nobleza para cambiar su voto en contra de la guerra. La burguesía representada por los gremios, señor Sánchez. Nada que ver con los principios que en 1793 estableció la Revolución francesa. Hay buenas lecturas sobre el tema. ¿Lo entiende, señor Sánchez?
El concepto de republicanismo monárquico, ciertamente, se refiere al modelo de Estado. Sin embargo, los valores republicanos en el Sacro Imperio brillaban por su ausencia. Ni el Estado era laico -la Iglesia tenía un amplio poder; el emperador no lo era hasta su coronación por el Papa- ni existía la libertad, la fraternidad y la solidaridad, ni se defendía lo público y la racionalidad. Los valores republicanos por excelencia. Todos ausentes del Sacro Imperio y de los planteamientos del que a partir de 1711 fue Carlos VI.
Decirnos que en 1714 luchaba la libertad contra la tiranía es un insulto a la inteligencia. Se dibuja una Cataluña de 1714 como un dechado de libertad, Estado social, participación ciudadana y democracia
Por eso, el señor Sánchez se refugia en una característica del Imperio de los Austrias para plantearnos la fantasía de que la opción de los defensores de Barcelona era por la democracia y la libertad de un pueblo. El Sacro Imperio tenía una construcción confederal y nunca tuvo vocación de Estado-Nación. Los Estados Imperiales tenían pocas instituciones comunes y mantenían su propia idiosincrasia. Ciertamente, era un modelo diferente al de la monarquía absolutista de los franceses, pero eso no le confiere convertirlo en un Estado modélico, ya que en él la libertad distaba mucho de ser algo cotidiano.
Sánchez habla de una guerra española. Más bien, europea diría yo. El tablero de juego era Europa. El reparto de poder de los Austrias, los Borbones y los ingleses. Inglaterra acudió en apoyo del Archiduque Carlos hasta que este ocupó el trono germánico. Entonces prefirió que Felipe V se hiciera con el trono de España, renunciando previamente al de Francia. La partida quedó en tablas. Cataluña a partir de 1713 fue solo un peón que debía caer.
Le doy la razón al autor de Victus cuando afirma que en España se dirimía un modelo de Estado y otro. Uno más confederal. Otro absoluto. Sin embargo, este hecho no demuestra que Cataluña pretendiera convertirse en un Estado. No lo hubiera sido con el Archiduque Carlos ni lo fue con Felipe d'Anjou. Y, por cierto, el bando que publicaron las tropas resistentes en Barcelona -ya sin Rafael Casanova en la ciudad- hablaba de la libertad de los pueblos de España. Porque España era un Estado compuesto, pero ciertamente un Estado, señor Sánchez. Un Estado. Tanto que el emperador Carlos implantó en su Imperio el "Spanische Hofzeremoniell", o sea, el Protocolo Español. Del catalán no se tienen noticias señor Sánchez.
Saludos de un revisionista exaltado, ignorante y ridículo. Pero, eso sí, al menos ni miento ni manipulo. ¡Ah! Y gracias por escucharme, y lamento no estar como usted, y los estalinistas, en posesión de la verdad.