El 11 de septiembre la ANC (Assemblea Nacional Catalana) y Òmnium Cultural tienen previsto realizar su nueva y definitiva performance: una concentración en forma de gran V en Barcelona, bajo el lema "Ara és l'hora" y con un manifiesto donde la idea fuerza es "guanyar" ("ganar").
En la historia de la humanidad, establecidos los términos de un enfrentamiento, el bando vencedor se impone al vencido. Y los independentistas no quieren ser ni serán una excepción a esta regla
Ese lema no es casual cuando forma parte del estribillo de "Els segadors", canción de inspiración bélica que, aún siendo himno oficial de Cataluña, utiliza un lenguaje de enfrentamiento civil contra un supuesto enemigo.
La elección de la simbología de una gran V no es nada gratuita, cuando bajo la misma subyace la idea repetida durante estas últimas semanas de la irremisible y definitiva victoria del independentismo, de una vez por todas, en Cataluña. La importancia de la simbología efectista en cualquier movimiento es transcendental para su imposición social y de ahí que se quiera expresar claramente que habrá una victoria, con vencedores y vencidos. Así lo entendieron en el pasado tanto el franquismo, que adoptó la V del víctor romano como símbolo propio del régimen, como el mismo régimen nazi, que adornaba con la misma letra plazas y espacios públicos de las zonas ocupadas. Que la ANC y Òmnium no están, evidentemente, por semejantes sutilezas simbólicas lo evidencia su opción por un símbolo con antecedentes tan nefastos.
En la historia de la humanidad, establecidos los términos de un enfrentamiento, el bando vencedor se impone al vencido. Y los independentistas no quieren ser ni serán una excepción a esta regla.
Está claro que el independentismo en sus distintas formulaciones, tanto institucionales (Pacte Nacional pel Dret a Decidir, Consell Assessor per a la Transició Nacional...), políticas (CiU, ERC, ICV, CUP) como cívicas (ANC y Òmnium), ha dado el paso de conducir el llamado "procés" a un desenlace con vencedores y vencidos, fase final del proceso gradualista de todo nacionalismo. No se hace un proceso de independencia sino para imponer los criterios políticos, en todos los órdenes de la vida, de una parte de la sociedad, la vencedora, a la otra, la vencida, que será sometida.
El pretendido "procés" pacífico y democrático ha ido dando pasos paulatinamente para pasar de un inicial "convèncer" al definitivo "vèncer". Este salto cualitativo, en tanto que paulatino, nunca se hace de forma rotunda y manifiesta, sino que se hace a través de mensajes lanzados por portavoces oficiosos a la sociedad, que adelantan lo que luego será ya consigna oficial.
Basta ver cómo se expresan los portavoces al servicio del independentismo.
El independentismo radical, sin necesidad de esconder sus ideas totalitarias, establece ya cuáles serán las pautas de su victoria
El simposio organizado por el Centro de Historia Contemporánea titulado "España contra Cataluña" alimentaba esta idea de la existencia de una lucha entre entes nacionales, donde España era el Estado opresor y los catalanes, los oprimidos.
Toni Soler, comisario del Tricentenari en Barcelona, en su artículo "Contra el sentit comú" se manifestaba en contra de cualquier posibilidad de diálogo y en contra de la moderación como pauta del proceso soberanista donde España es la agresora y los "catalanes" los agredidos, idea que remató en su artículo "El judici final", en el que acusaba directamente de colaboracionistas a los defensores del federalismo en Cataluña, señalando ya a quienes son los enemigos interiores en su lucha. La tesis de las listas negras, de vencedores y vencidos, acólitos y traidores, fieles y colaboracionistas, parece ser una idea recurrente, acariciada por este gran ideólogo del secesionismo que aún recientemente animaba a denunciar a aquellos independentistas sobrevenidos que intentan sacar tajada del "procés".
El propio comisario del Tricentari, Miquel Calçada, se expresó en parecidos términos belicistas cuando manifestó de forma inequívoca que "el 2014 vuelve a ser un punto de cruce, como lo fue el 1714" y "estoy convencido que volveremos a vencer".
Salvador Cardús también se abona a esta idea tan democrática de lo irremisible del "procés", cuando este verano aseguraba que "el procés" no tiene marcha atrás y que es un objetivo ganador.
El independentismo radical, sin necesidad de esconder sus ideas totalitarias, establece ya cuáles serán las pautas de su victoria.
Hèctor López Bofill, a finales de julio, en su twitter adelantó la receta para imponer su victoria: declaración unilateral de independencia; constitución de fuerzas de defensa para garantizar el control del territorio (y la población) una vez proclamada la independencia; amenaza a los miembros de la UE sobre su capital situado en Cataluña si no aceptan integrar a Cataluña en la libre circulación, e imposición del catalán como única lengua oficial y exclusión de la ciudadanía catalana a quienes no acrediten su conocimiento. En resumen, violencia, imposición y chantaje.
Adoptando su tan querido lenguaje bélico y tremendista, con la victoria nacerá la resistencia
Así las cosas, conviene no perder de vista que durante los próximos meses esta dinámica de frentismo y de búsqueda de una victoria a cualquier precio se acelerará, donde la coacción social y el miedo son aliados esenciales de estos procesos totalitarios.
De momento, los primeros avisos ya están dados con ataques anónimos a las sedes de los partidos no independentistas, agresiones verbales y el uso de la violencia simbólica, como aviso para navegantes.
Lo cierto es que, si se plantea una victoria de vencedores y vencidos, los supuestos vencidos no aceptaremos dicho rol sino que seremos resistentes en defensa de las libertades públicas y los derechos fundamentales que se nos quieren negar en este "procés" no democrático y no pacífico. Adoptando su tan querido lenguaje bélico y tremendista, con la victoria nacerá la resistencia.