Una reacción al impacto demoledor del conocimiento público de las prácticas sospechosamente fraudulentas, en parte confesadas, de los Pujol ha sido una nueva consigna de los ideólogos del independentismo: empezar de cero (a partir de la independencia). ¿Ingenuidad, mala fe, ignorancia? Probablemente, una mezcla de las tres interpretaciones.
En la hipotética secesión en un futuro no muy lejano, como la pretenden los independentistas, la sociedad catalana sería la misma que la de hoy con sus defectos y virtudes
Lo dice, entre otros, Carme Forcadell, presidenta de la ANC; ha tratado de estructurarlo y darle contenido el ciclo "2014, año cero" de la 46 edición de la Universitat Catalana d’Estiu, que se celebra en Prada de Conflent, y en el que el ex presidente Jordi Pujol tenía que impartir una conferencia con el título, que ahora se presta al comentario sarcástico, "De dónde venimos".
La sociedad catalana, la civil y la política, muestra síntomas graves de anomia, de desorientación, de pérdida de referencias morales, que se traduce en prácticas de corrupción, comprensivas de corruptos (políticos y civiles) y corruptores (civiles), en fraude fiscal, en abusos de productores, comerciantes, banqueros, empresas de servicios... que rozan o caen en la falta y el delito y que a menudo comportan un engaño o estafa en la calidad y en el precio, en insolidaridad social, en insensibilidad ecológica. Todo eso con todas las excepciones individuales y colectivas que queráis, naturalmente.
En la hipotética secesión en un futuro no muy lejano, como la pretenden los independentistas, la sociedad catalana sería la misma que la de hoy con sus defectos y virtudes. ¡Imposible empezar de cero! Construir un nuevo país, querría decir construir una nueva sociedad, construir en último término un "hombre nuevo". Anunciar que eso se hará es una obrepción, una falsa narración de la realidad.
Todas las experiencias históricas modernas que han intentado una construcción parecida han fracasado y en la mayoría de los casos han acabado mal, en dictaduras despiadadas. Un caso paradigmático fue el del nuevo "homo sovieticus" que se proponía la revolución bolchevique, propósito que derivó en la sanguinaria dictadura estalinista. ¿Un nuevo "homo catalanus"? ¡Están de broma!
Lo máximo a que podemos aspirar en las sociedades europeas actuales es a una regeneración democrática y moral, y ¡no está mal! Empezar de nuevo en una Cataluña independiente no llega a utopía, se queda en una fantasía descabellada.