Pensamiento

¿Y si dejamos de jugar a los soldaditos?

19 agosto, 2014 09:33

Las posibilidades de que la consulta sobre la independencia de Cataluña coincida con los actos organizados con motivo del tercer centenario del fin de la Guerra de Sucesión, en 1714, son mínimas. Todo el mundo lo da por hecho. No sólo Joana Ortega, Joan Rigol y Santi Vila.

Durante un año, Cataluña se ha convertido en un parque temático con la mirada puesta trescientos años atrás. Ha llegado la hora de dialogar de verdad, de dejar de reinventar la historia y situarse en el presente

Quizás ha llegado el momento de reflexionar sobre el sentido, la utilidad y el acierto de dedicar esfuerzos y dinero a conmemorar este Tricentenario. Durante un año, Cataluña se ha convertido en un parque temático con la mirada puesta trescientos años atrás. Se ha falseado descaradamente la historia. No es sólo que se plantee, ridículamente, aquella guerra como una lucha entre españoles y catalanes, con la victoria de los primeros y la supresión de todos los derechos que se supone teníamos los segundos. Se ha llegado a descubrir que, contrariamente a lo que recogían todos los historiadores hasta ahora, Cervera también iba con los austrias y que si aceptó que los felipistas instalaran en esa población la Universidad que se prohibió en Barcelona fue por pillería y no por su traición a la causa austracista.

Las imágenes del presidente Artur Mas, rodeado de hombres vestidos de soldados de época, en Talamanca, llamando a defender Cataluña, invitan a pensar si no se han pasado de la raya. Cuesta vender la idea de que los catalanes quieren avanzar hacia la independencia de forma dialogante y pacífica, rodeado de militares disparando mosquetones.

Ha llegado la hora de dialogar de verdad, de dejar de reinventar la historia y situarse en el presente. Guardar los soldaditos de plomo en las cajas de juguetes o, si se quiere, para las representaciones teatrales del Born. La broma ha costado demasiado dinero. Quizás es demagogia decir que ese dinero se habría invertido mejor en servicios sociales y que sería bueno saber cuánto cobran Toni Soler y Miquel Calzada por jugar a los soldaditos.

Pero bienvenida sea la demagogia si se trata de ayudar a resolver los problemas y necesidades de los catalanes y ahorrarnos la vergüenza ajena de ver a nuestro president diciendo que él sólo quiere que los catalanes sean escuchados mientras entre salva y salva lo que se escucha son gritos reclamando la independencia.