No me ha sorprendido lo más mínimo el estreno del documental titulado Desmuntant Leonardo. Según indican quienes avalan el citado documental, Leonardo da Vinci "podría tener un origen catalán y su obra más conocida, la Gioconda, las montañas de Montserrat dibujadas en su fondo". Eso sostiene, por ejemplo, el Institut Nova Història. Por aquello de concretar, el Institut Nova Història es una "Fundación de estudios e investigación sobre la tergiversación de la historia que Cataluña y los antiguos reinos de la corona catalano-aragonesa sufrieron –y sufren todavía- por parte de la corona castellana, corona que se apropió del poder de la monarquía hispánica". El método de trabajo: "Una actitud de mente abierta, rechazando el dogma o la doctrina y expresando una combinación específica de cualidades de rigor como son el método multidisciplinar y el enfoque global". El objetivo: "El Institut Nova Història tiene suficientes elementos para entrar dentro de las entrañas de la historia oficial, aquella que fue escrita por los vencedores... que desde el poder que han gestionado y gestionan, han ido configurando según sus intereses y necesidades... [En el Institut] mostramos, discutimos y podemos cuestionar lo que se nos presenta como una gran evidencia". De ahí, de ese interés por desvelar las tergiversaciones de la historia oficial castellana, de la que son víctimas los catalanes, han surgido trabajos sobre Miguel de Cervantes, Cristóbal Colón, Teresa de Jesús o Leonardo da Vinci.
¿Merece la pena argumentar la risible insubstancialidad y ligereza de la Nueva Historia de Cataluña?
Los trabajos mencionados comparten una misma conclusión: los biografiados eran catalanes. La Nueva Historia del Institut –eso asegura- lo muestra. En el caso de Leonardo da Vinci que da pie a este comentario, la condición catalana del artista se fundamentaría en los siguientes hechos: su escudo de armas era igual que el de la casa real catalana, en el Vaticano se hablaba catalán, existe una similitud entre las montañas de Montserrat y la sierra que aparece tras la Mona Lisa y la Gioconda era Isabel de Aragón. "Nos han robado la historia y solo entre todos la recuperaremos", señala el Instituto. ¿Quieren más? Bartolomé de las Casas era Bartomeu Casaus, Juan Sebastián Elcano era Joan Caçinera del Canós, Hernán Cortés era Ferran Cortès y el nombre de América se debe al catalán Aymerich Despuig. Y Miguel de Cervantes era Joan Miquel Servent, Cristóbal Colón era Joan Colom i Bertran y Teresa de Jesús era Teresa Enríquez de Cardona que no nació en Ávila, sino en Barcelona. Todavía más: las aventuras y desventuras del Lazarillo de Tormes ocurrieron en el Reino de Valencia y el libro –antes de ser manipulado y reubicado- fue escrito por un valenciano y en lengua valenciana. Otro: Erasmo de Rotterdam era, en realidad, el segundo hijo de Cristóbal Colón y respondía al nombre de Ferran. Como no podía ser de otra manera, la nación catalana existía ya en el siglo VII antes de Cristo y fue la primera nación del mundo. ¿Merece la pena argumentar la risible insubstancialidad y ligereza de la Nueva Historia de Cataluña?
A quien quiera seguir con la cosa, le facilito la lista de algunos títulos publicados por el Institut (si usted se harta, pase directamente al siguiente párrafo): Brevísima Relación de la Destrucción de la Historia. La falsificación del descubrimiento catalán de América, Descubrimiento y conquista catalana de América, La apropiación del descubrimiento de América: ¿una conspiración de Estado?, Pequeño manual del descubrimiento catalán de América, Colón y la Casa Real Catalana, Cristóbal Colón, Príncipe de Cataluña, La visita borrada de Cortés a Cataluña, Francisco Pizarro y Diego de Almagro, dos conquistadores de saga real catalana, Hernán Cortés: ¿hidalgo extremeño o descendiente de sangre real catalana?, Un escudo de Cataluña flanqueado por dos indios americanos, Enigma Cervantes, El 'Quixote´ borró el 'Quixot´, Por qué pienso que santa Teresa de Jesús es catalana, Una leyenda catalana sobre santa Teresa. Ya verán ustedes como, antes o después, habrá algún miembro del Institut Nova Història que asegurará que la nación catalana apareció con el neanderthalensis de Bañolas. Y no se extrañen si alguien organiza un simposio –científico, por supuesto- que podría titularse La mandíbula de Bañolas y la cuestión nacional catalana. ¿Quizá otro simposio titulado Atapuerca contra Bañolas? Por cierto –a la vista de los últimos acontecimientos-, ¿Jordi Pujol i Soley es catalán-catalán? ¿El Institut Nova Història encuentra alguna mácula –castellana, por supuesto- en el linaje del personaje? ¡Claro, ahí está la explicación del fraude!
La tergiversación de la Historia es uno de los elementos fundamentales de un nacionalismo catalán que, para consolidarse, necesita falsear, adulterar o corromper los hechos a mayor gloria de sus particulares intereses
Llegados a este punto, me formulo un par de preguntas. Primera: ¿por qué he perdido el tiempo –por partida doble- informándome sobre el asunto y escribiendo las líneas precedentes? Segunda: ¿por qué me decido a publicar lo escrito?
Respondo a la primera pregunta: me atrae la imaginación de mundos y personas de una autodenominada Nueva Historia que, amparándose en el rigor (?!), brinda una auténtica ficción histórica dotada –para el lector- de un notable grado de intensidad dramática. De suspense por lo que pueda ocurrir: ¿qué nos deparará –finalmente- la ficción de los nuevos historiadores? Creo que la Nueva Historia –prestidigitación y alquimia- puede llegar –en pequeñas dosis- a distraer. Aunque finalmente, empache. Una cuestión: ¿hasta qué punto la Nueva Historia cree sus propias ficciones y tergiversaciones? Hipótesis: parafraseando libremente el idealismo absoluto hegeliano, podríamos estar ante una particular forma de alienación –religiosa- en que el Espíritu o la Idea –Cataluña- se actualizan en un objeto –la Historia- que se proyecta exteriormente. Un Espíritu o Idea al que se adora y obedece. Un Espíritu o Idea que acaba dominando –alienando- a quien lo ha inventado, es decir, al nuevo historiador y a quienes comparten el invento.
Respondo a la segunda pregunta: he decidido publicar lo escrito porque la tergiversación de la Historia es uno de los elementos fundamentales –una práctica fundamental- de un nacionalismo catalán que -para consolidarse- necesita falsear, adulterar o corromper los hechos a mayor gloria de sus particulares intereses. En cierta manera, la Historia tergiversada es el cemento que asegura la estructura del edificio nacional. Cierto, hay tergiversaciones y tergiversaciones. Pero, todas –incluso la fabulación grosera de la Nueva Historia- tienen su papel y cumplen su función en el invento. Y en las consecuencias –políticas, sociales, culturales, ideológicas- que del mismo se derivan. Por eso –para dar noticia del tinglado- he perdido el tiempo –por partida doble- en este asunto.