El viernes de la semana pasada tuvo lugar en Cataluña un cataclismo de proporciones épicas: Jordi Pujol confesó haber sido un defraudador fiscal durante toda su etapa como presidente autonómico así como en los años posteriores, con grandes beneficios para él y su familia.
¿Y Oriol Junqueras? ¿Dónde está el gran líder que ha de consolar a su pueblo en estos momentos de conmoción y señalarle los pasos a seguir?
En estos momentos, el ex presidente Pujol, el padre de la patria, el tótem con el que buena parte de los ciudadanos se identifica, la encarnación de los valores del país y del trabajo bien hecho, el gran referente moral y ético se encuentra escondido en Francia después de su (parcial) confesión. Realmente, ni en nuestros sueños más extravagantes podíamos haber imaginado una cosa así.
Frente a un hecho de esta gravedad, ¿cuál es la reacción de las élites políticas y mediáticas nacionalistas? Lo estamos viendo claramente estos días: pasemos página. Quieren hacer un duelo exprés y que todo se olvide en dos días. Matemos al padre, refundemos CiU, miremos hacia delante porque Cataluña es su gente y no sólo Pujol, nos dicen. También los cientos de fanáticos que pululan por las redes sociales tienen prisa por olvidar: en todas partes hay corrupción, claman; con la independencia esto no pasará más, el origen del mal está en el Estado de las Autonomías, etc.
Las declaraciones de Mas son un buen ejemplo de querer pasar página en dos días. Primero califica el problema de "asunto familiar", para decir después que "esto es lo que hay" y finalmente, que en todo y en todas partes "hay activos y pasivos", y los pasivos, pues nada, los barremos bajo la alfombra y ya está. A otra cosa, mariposa. El inefable Josep Rull ha dicho que CiU se refundará y que de esta refundación saldrán como nuevos. Serán la nueva CiU, frescos como una rosa, con logo nuevo y el padre fundador muerto y enterrado. Ni una foto de él conservarán.
¿Y Oriol Junqueras? No ha dicho ni una palabra. ¿Dónde está el gran líder que ha de consolar a su pueblo en estos momentos de conmoción y señalarle los pasos a seguir? A día de hoy, cinco días después de la revelación, no ha aparecido en público. No tiene nada que decir ni hacer más que esperar a que pase la tormenta y rogar al cielo para que el prusés no quede contaminado por la confesión. O tal vez está cavilando la manera de seguir diciendo que "Madrid nos roba" sin que nadie, absolutamente nadie replique "y los Pujol también nos roban". ¿Misión imposible?
El intento de duelo exprés revela el gran temor que siente toda la clase política y mediática frente a esta grave sacudida de los fundamentos de su ideología. Aunque les pese, el caso Pujol marca un antes y un después para todos
Todo indica que este intento de hacer un duelo exprés, como quieren las élites, está condenado al fracaso. Quizás es un atributo de los dioses pero ciertamente no lo es de los humanos el poder hacer un duelo exprés cuando sufrimos un gran pérdida. En este momento, son muchos los ciudadanos que están en estado de shock y que poco a poco tendrán que ir asimilando un hecho: que los (presuntos) ladrones los teníamos en casa. La decepción es monumental y no se resolverá en un par de días ni semanas ni meses. He contactado a un par de conocidos que son independentistas, de los que podemos llamar de buena fe, (nada que ver con el grupo de los fanáticos con los que no se puede dialogar) para conocer su reacción. No se lo pueden creer. Nunca hubieran podido imaginar que Pujol no fuera un honesto servidor público que se desvivía por Cataluña. No hay consuelo frente a todo ello en estos momentos. Se necesita tiempo para elaborar la decepción, comprender qué ha pasado, cómo se ha mantenido este engaño durante tanto tiempo y por qué ellos no llegaron a sospechar nunca nada.
Sin embargo, las élites no quieren reflexión ni elaboración del engaño. Quieren pasar página sin tan solo haber leído la página que tienen entre manos. Y es que leerla les produce miedo porque es la historia de una monumental estafa, y no sólo económica. Una prueba de esta contradicción la podemos encontrar en el artículo de Toni Soler del pasado domingo en el diario Ara, donde, de manera absolutamente frívola, llamaba a matar al padre sólo dos días después de la revelación. Al mismo tiempo que quería enterrar precipitadamente a Pujol, afirmaba que era una suerte que su madre ya no viviera porque no resistiría la noticia. ¿Cómo espera pues que los muchos padres y madres de esta generación y clase social que idolatraban a Pujol –y que se hicieron independentistas porque él se hizo independentista- puedan matarlo en dos días?
El intento de duelo exprés revela el gran temor que siente toda la clase política y mediática frente a esta grave sacudida de los fundamentos de su ideología. Ya que el duelo exprés fracasará y nuevas informaciones sobre el caso irán apareciendo de forma regular, les veremos muy probablemente haciendo declaraciones desesperadas en un vano intento de borrar aquello que es imborrable. Con su revelación, Pujol ha dinamitado los cimientos del nacionalismo. El soberanismo tiene ahora todo el aspecto de ir a perder una parte de su apoyo popular aunque en estos momentos nadie puede prever las consecuencias de este terremoto.
Es éste un buen momento para nosotros y debemos poder aprovecharlo. Pienso que hemos de actuar con tacto e inteligencia. Lo que ha sucedido nos abre la puerta a que más ciudadanos sean receptivos a nuestras ideas. Pero para poder llegar a ellos, debemos mantener un mensaje moderado y respetuoso en las formas y en el contenido. Dentro de este nuevo contexto, es necesario reflexionar sobre cómo podemos y debemos responder al cataclismo que ha llegado para quedarse y que influirá en el ánimo colectivo durante mucho tiempo. Aunque les pese a las élites nacionalistas, el caso Pujol marca un antes y un después para todos.