Militante, es decir persona que interviene activamente en un partido, dejé de serlo hace mucho años. Pero cuesta tomar la decisión de desvincularse ofialmente de un partido, dejar de pagar la cuota, al que he estado vinculado desde 1974 (Convergència Socialista y, después, PSC-Congrés). Son muchos los recuerdos y las emociones (por ejemplo, la noche del 23F en la sede de Rambla de Catalunya, con Reventós y Eduardo Martin Toval).
No puedo seguir vinculado a un partido al que sólo me une el pasado, cada vez más lejano
Pero no puedo seguir vinculado a un partido al que sólo me une el pasado, cada vez más lejano. Mis discrepancias no son coyunturales, ni parciales. No coincido ni con su visión de Cataluña, ni con su programa socio-económico.
No puedo entender que se siga defendiendo la inmersión linguistica al 100%, despreciando derechos individuales y empobreciendo a los ciudadanos de Cataluña a los que se les coarta su formación y su capacidad para progresar en un mundo competitivo al hacerlos cuasi analfabetos en castellano. La defensa del catalán me parece imprescindible, pero no es necesario que sea a costa del castellano.
Tampoco entiendo el empecinamiento en defender el derecho a decidir, aunque sea de forma legal y acordada. No niego el derecho a reivindicarlo por quienes crean que la independencia es lo mejor para los catalanes. Pero no lo entiendo en quienes, como los socialistas, dicen no pensar así. No se me ocurriria defender un referéndum sobre la implantación de la pena de muerte o de un régimen autoritario. Si no crees en algo, ¿qué sentido tiene defender activamente la posibilidad de que se implante? No se trata de prohibir nada, pero tampoco de alentarlo, si se piensa que es un error.
En la vertiente socio-económica, la falta de ideas es flagrante. También aquí se sigue la moda, y se vuelven a reivindicar políticas que ya han fracasado en todo el mundo. Reivindicar más Estado, seguir de la mano de unos sindicatos que han colaborado activamente a la destrucción de empresas anteponiendo sus intereses, cobrar comisiones de los ERE sobre la salvación de empresas mediante su reestructuración, son para mi cuestiones inasumibles.
No entiendo el empecinamiento en defender el derecho a decidir, aunque sea de forma legal y acordada
Un Estado fuerte, sí. Un estado más grande, no. Sólo sirve para multiplicar la corrupción y detraer recursos del mercado. Menos discursos populistas y más capacidad para controlar a monopolios, entidades financieras y grandes multinacionales que no pagan impuestos en ningún sitio. Hoy todos los ciudadanos somos consumidores en manos de grandes corporaciones. Un partido de izquierdas debería priorizar defender a los ciudadanos frente a abusos como las preferentes, las comisiones indiscriminadas de las entidades financieras, los desahucios indiscriminados, la venta de créditos morosos a precios irrisorios a fondos buitre, la imposibilidad de enfrentarse a las grandes compañías de servicios...
Hoy es tremendo querer endurecer un sistema fiscal que se basa en sobreexplotar el empleo y la creación de riqueza. Menos cuota a la seguridad social, menos retenciones y más impuesto de sociedades. Más gravamen inteligente al consumo. Mejor trato a autonómos y a pequeños empresarios que arriesgan, trabajan 14 horas al dia y tienen una cobertura pública -pensiones y prestación por desempleo- insignificante o nula. Y, si las cosas te van mal, escarnio social y riesgos personales y patrimoniales ilimitados. En el mundo actual no mandan los emprendedores sino los ejecutivos de las grandes empresas , la antítesis de la emprendeduría.
Podría alargarme más, pero no lo creo necesario. Hoy, mi amigo, colaborador y miembro del Consejo Editorial de CRÓNICA GLOBAL Toni Bolaño le desea suerte a Iceta. Yo también. Espero que les vaya bien, porque el socialismo democrático es todavía necesario en Cataluña y en España, pero yo ya no me siento parte de él.