Pensamiento
Julián Marías o la fuerza de la razón
Este martes se ha celebrado el centenario del nacimiento del filósofo Julián Marías, padre del escritor Javier Marías; excepcionales los dos. Durante la Guerra Civil, Julián Marías fue secretario de Julián Besteiro (que había presidido el PSOE y la UGT, así como el Congreso de los Diputados). Al acabar aquella repugnante contienda, que aún purgamos y que no se ha acabado de curar, fue denunciado por un antiguo compañero de Instituto que mintió sobre él. Estuvo encarcelado unos meses, se le prohibió publicar en los periódicos españoles, durante largos años, se le suspendió su tesis doctoral y, de uno de sus libros, el 'magnífico' académico y ministro Gonzalo Fernández de la Mora dijo que era "pedagógicamente delictivo".
La mentira es la causa más profunda de los males que padece la humanidad. Los extremistas necesitan una labor de parcial enloquecimiento, pero mientras impere la razón, tienen poco que hacer
En los años republicanos, Marías había fundado el Instituto de Humanidades con Ortega, su deslumbrante maestro. Marías no militó en partidos políticos, si bien simpatizó con el último Dionisio Ridruejo y, muy especialmente, con Adolfo Suárez; a quien admiraba por sus cualidades humanas y políticas. Al poco de dimitir como presidente y en un almuerzo íntimo, Suárez le dijo que se sabía un hombre con muchas lagunas en su formación. Marías le dijo: "No se preocupe. Todos tenemos lagunas. Y quienes dicen no tenerlas, tienen el mar Caspio". Por su parte, Suárez escribiría años más tarde que le faltaba capacidad para enjuiciar su vasta obra como eminente pensador: "yo sólo puedo escribir estas líneas como agradecimiento profundo de un español que hace muchos años desempeñó altas funciones políticas y que encontró en la obra, la vida y la conversación con Julián ánimo, luz y magisterio cordial".
Julián Marías fue senador por designación real, intervino en los debates del proyecto de Constitución y pidió un Senado territorial. Era amigo de lo catalán y publicó Consideración de Cataluña, libro que les recomiendo leer o releer, al igual que sus magníficos escritos de La España Real. El primero fue muy bien acogido por los lectores, entre ellos Josep Tarradellas, quien valoraba su contribución a allanar "los caminos de la reconciliación sincera entre los distintos pueblos de España, que sólo es posible con el reconocimiento de la personalidad de cada uno de ellos". Durante la dictadura, Marías optó por el exilio interior y se volcó en un esfuerzo tenaz e inteligente por transmitir la cultura española y lograr su rica continuidad. La fuerza de la razón es el título de su último libro, lo publicó en 2005, el mismo año en que murió, cuando tenía 91 años. Individual y socialmente, nos iría muy bien tener dentro de nosotros sus ideas y sus saberes. En concreto, contar con que la mentira (distinguida del error) es la causa más profunda de los males que padece la humanidad. Partiendo de que la verdad es accesible y se justifica y apoya con razones, la mentira es intolerable. Pedía advertir y observar la facilidad con que se ha ido cediendo ante oleadas de error, sin intentar resistirlas a causa de su aspecto triunfante e invencible. Pero no hay que cansarse de promover una visión ordenada y serena de las cosas, y hay que 'recordar' que, "si se van olvidando las cosas a medida que se producen, no se logra ese enriquecimiento en que consiste la madurez. Los que no recuerdan no maduran". Son legión quienes no viven desde sí mismos y se dejan llevar por la propaganda de los medios de comunicación: Hay una "aterradora facilidad para admitir lo que 'se dice' y darlo por bueno", aunque ni se sepa ni se pueda saber. Los extremistas necesitan una labor de parcial enloquecimiento, pero mientras impere la razón, tienen poco que hacer. "Dejemos que la razón se imponga y venza por sí misma, sin calificativos, con toda su poderosa fuerza".
Julián Marías, que veía el malhumor como enemigo de la perspicacia, y pedía no caer en él, afirmaba que en la voz se descubre el temple de las personas. Por eso "hay que atender, más que a lo que se dice, a la manera de decirlo, muy principalmente a la entonación".
Su prólogo a La fuerza de la razón vino a ser su último escrito, en el umbral de su muerte este liberal católico decía: "me encamino a Dios e imagino cerca, con ilusión, la vida perdurable". E invocaba a "esa luz perpetua que siempre me iluminará. Nos iluminará, divina y admirablemente, a todos con su hermosísima claridad. Con su todopoderosa fuerza". Mi gratitud hacia Julián Marías es perpetua.