¿Cuántas bromas no habremos hecho los unos, los otros y los de más allá sobre aquellas encuestazas que tenía Artur Mas antes del 25 de noviembre de 2012, cuando se pegó el batacazo electoral que se pegó? Es curiosa a veces la capacidad de los políticos de seguir confiando en las encuestas contra toda evidencia de que funcionen. ¿Habrá vuelto a hablar Mas con los que elaboraron aquellos sondeos? ¿Qué se habrán dicho?
Me extraña mucho, pero mucho, mucho, esta previsión del CIS, y su curiosa coincidencia con los deseos del presidente del gobierno, quien en petit comité hace meses que no se corta de expresar el vaticinio de que Ciudadanos no sacaría ningún diputado
En defensa (a veces) de los encuestadores lo único que se me ocurre decir es que los políticos son una clientela y un ganado muy difícil. No pagan por oír lo que no quieren oír. Acostumbrados a la burbuja endogámica y al peloteo, distantes y distintos de la realidad, decirles las cosas como meramente son entraña un riesgo cierto de que no vuelvan a mirarte a la cara (ni por supuesto a la cartera). Hablar con un político es como escribir un curriculum vitae: como todo el mundo infla sus méritos y miente, como tú seas honesto, desde luego el cargo o el encargo se lo van a dar a otro.
Entonces llega un momento en que no todos, pero sí muchos, se encogen de hombros y piensan que si el cliente no quiere tener razón, pues que no la tenga. Que hasta en eso se la podemos dar. Y le cocinan las encuestas a su gusto, así su gusto exija champán con cola-cao o berberechos con nata. Total, si el que paga, manda, ¿qué mal hacemos con esto?, se preguntan sin preocuparse lo más mínimo. Como la dependienta del Zara que le vende una minifalda reventona a una señora que pesa 78 quilos asegurándole con aplomo que se la ve cañón.
Lo malo es que el paralelismo de los encuestadores preelectorales, incluidos los del CiS, con las dependientas del Zara, tiene sus límites. Yo creo que son evidentes, pero por si acaso los explico: si yo voy al Zara e insisto en vestirme como me vestiría mi peor enemigo, eso tiene consecuencias como mucho para mí y para mi novio. Pero cuando quien sea hace una encuesta preelectoral al gusto del consumidor eso no se hace sólo para tener al consumidor contento. Lo que se pretende es tener un impacto directo también en los no consumidores. Que aquella encuesta predetermine el voto de muchas otras gentes. Que muchas más señoras que la gorda que entró en el Zara piensen que esa es la única falda posible.
Ya se habrán imaginado que todas estas reflexiones las hago al hilo del último sondeo del CIS, que prevé un empate casi técnico entre PP y PSOE, un repunte de las huestes bipartidistas y un sorprendente hundimiento casi generalizado de las expectativas de casi todos los partidos "pequeños", esos que ni siquiera salen en los bloques informativos de estos días. ¿Saben ustedes que en la vida se pueden apagar muchas otras cosas aparte de la luz?
Yo no sé si tendrán razón los autores de esas encuestas. Si será verdad que por ejemplo la candidatura de Ciudadanos (a la que no me importa confesar de plano que yo apoyo), con Javier Nart, Juan Carlos Girauta y Carolina Punset a la cabeza no va a sacar ni un solo eurodiputado. Por supuesto todo es posible en esta vida. Lo comprobaremos el 25 de mayo por la noche.
Yo lo único que digo es que, dadas las muchas cosas que llevo vistas desde que mi mal karma me puso en la vereda del periodismo político en plena e impresionable juventud, me extraña mucho, pero mucho, mucho, esta previsión del CIS, y su curiosa coincidencia con los deseos del presidente del gobierno, quien en petit comité hace meses que no se corta de expresar el vaticinio de que Ciudadanos no sacaría ningún diputado. Y que Vox tampoco. Etc. Etc.
¿Se han dado cuenta de lo ínfimas que suelen ser las muestras de población en que se basan muchos de los sondeos que nos meten por debajo de la nariz como si fuesen las tablas de la ley?
Imposible nada es en esta vida, insisto. Pero sospechoso, sí. ¿Se imaginan que alguien pensara que la verdadera alternativa de estas elecciones no la encarna el PSOE, sino precisamente alguno de esos partidos "pequeños", y que por tanto es el voto a ellos, y no al PSOE el que conviene desalentar?
¿O que alguien supiera perfectamente que el PSOE está cavando su tumba con la campaña que está haciendo, y hubiera interés en animarle a seguir por ahí?
Se me objetará que encuestas son encuestas, números son números y obras son amores. Sin duda... o con todas las del mundo. ¿Se han dado cuenta de lo ínfimas que suelen ser las muestras de población en que se basan muchos de los sondeos que nos meten por debajo de la nariz como si fuesen las tablas de la ley, y de lo temerario de sacar según qué conclusiones teniendo en cuenta lo abultado del margen de error a veces, más cuando se barajan cifras mareantes de abstención? ¿Es mínimamente serio ponerse a hacer encuestas, no digamos a cocinarlas, cuando otros indicadores apuntan que la friolera de un 17 por ciento de los votantes ni siquiera se han enterado de que hay elecciones?
Como decíamos, estas cosas son de corto recorrido. Los errores de los arquitectos se tapan con flores, los de los cocineros con salsa, los de los médicos con tierra y los de los encuestadores con elecciones. Cierto. Pero insisto, una encuesta no es un mero pito, pito, no es un brindis al sol ni al aire, no es un cálculo baladí que si te equivocas, no pasa nada… Porque el error nunca se comete sin querer... Porque con esos quesitos de colores lo que se pretende es pastorear el voto confuso o indeciso, reconducir, redirigir. No es ni será nunca una manita inocente la que cocina las encuestas, ni las privadas, ni las públicas.
Yo no prohibiría las encuestas. Pero sí crearía el delito de la encuesta hecha de mala fe. Que cuando haya un desnivel demasiado flagrante o notorio entre lo pronosticado y lo realmente sucedido, pues que haya que rendir algún tipo de cuentas. No sé, un devolver tanto dinero por cada escaño fallido. Ah, y no vale decir que se les nubló el juicio por las hormonas, como a la Pantoja.