Como sé que les encanta que les cuente batallitas de mis tiempos de reportera política en la prensa catalanista, ahí va otra que modestamente considero deliciosa: ¿se acuerdan ustedes de un engendro político fundado en 1996 que se llamaba el Partit per la Independència, el PI, fundado por el entonces líder de ERC, Àngel Colom, cuando decidió escindirse del partido que él mismo supuestamente lideraba, junto con la entonces diputada al Congreso y teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, la inefable Pilar Rahola? Aquello empezó y acabó como el rosario de la aurora. Se pegaron una castaña electoral de cuello vuelto que les obligó a disolverse a las pocas elecciones. Por cierto, parece que fue Fèlix Millet, el del caso Palau, el que les pagó las deudas de la disolución. Colom primero se bajó al moro y luego se hizo de CDC. Pilar Rahola no evolucionó tanto porque en el fondo siempre ha sido como es ahora. Sólo que ahora se nota más.
Qué tiempos aquellos, en que hasta los de ERC se daban cuenta de que tener acceso a la primera agencia de noticias de España y de toda Latinoamérica era, más que importante, un tema de pura supervivencia
Me he acordado del PI porque una de sus gracias fue que se escindieron de ERC a mano armada. Colom y Rahola se largaron con los cargos y la pasta, en el mejor estilo del atraco inicial de Pulp Fiction. El partido de Macià y de Companys (snif) se quedó con Josep-Lluís Carod-Rovira de líder y, por si esto no fuera bastante desgracia, sin un duro. Literalmente sin un duro. Faltaban años todavía para el euro. Por cierto, dato curioso: no levantaron cabeza hasta que el PP ganó las elecciones y, siendo Mariano Rajoy ministro de Administraciones Públicas, no se le ocurrió otra cosa que resarcir a varias formaciones políticas de todo lo que les habían expoliado durante la guerra civil, que en el caso de ERC era mucho. Los pobres (literalmente) republicanetes quedaron tan atónitos que recuerdo que uno de ellos me llegó a llamar por teléfono (yo entonces ya laboraba en Madrid) para preguntarme si aquello iba en serio o si era una trampa pérfida de los populares. Yo que me calzo el refajo de Mata-Hari, que lo averiguo y que se lo confirmo: que sí, que estos tíos os quieren devolver la pasta. España nos roba pero no siempre.
Pero no era tanto de esto de lo que yo quería hablar como de la triste figura que los de ERC tenían que hacer cuando los del PI acababan de robarles mucho más que ningún español en la peor de sus pesadillas. Recuerdo un día especialmente sangrante. Yo acababa de publicar en el diario Avui un artículo haciéndome eco de determinadas declaraciones de Carod-Rovira. Me llama raudo su jefe de prensa, el de Carod, para protestar: según él, su señorito jamás afirmó lo que yo escribí que afirmaba. En la siguiente viñeta se ve a Anna Grau con la mandíbula en el suelo: ¿y cómo es eso posible, si esas declaraciones han salido en Efe, en un teletipo de la agencia que ha estado colgado todo el día, y vosotros no lo habéis desmentido ni habéis dicho nada? El pobre jefe de prensa baja la voz al teléfono. Es un puro susurro que me confiesa: "Es que yo ya no tengo acceso a la agencia Efe. Ya no la podemos pagar".
Me quedé muda de la pena. Escenas así yo sólo las había leído en El Lazarillo de Tormes. Faltaba mucho para la crisis. Entendiendo lo duro que era aquello, yo, que era joven, generosa y entonces todavía bastante catalanista, aunque no indepe, voy, me estiro y hago una solemne promesa: no publicar nada de la agencia Efe que les afecte sin contrastar con ellos primero. Por si acaso es que no se han enterado, condenados a la inopia como están.
Qué tiempos aquellos, en que hasta los de ERC se daban cuenta de que tener acceso a la primera agencia de noticias de España y de toda Latinoamérica era, más que importante, un tema de pura supervivencia. No como ahora, que en el Parlamento de Cataluña votan alegremente un apagón informativo más bestia que el de Sandra Bullock en Gravity cuando pierde la conexión hasta con la botella de vodka de George Clooney. Pues nada, que les informe de todo lo que pasa en el mundo la Agència Catalana de Notícies dirigida por el inefable Clavaguera, otro crack que si no gana el Pulitzer definitivamente es porque Cataluña tiene muchos enemigos. Sobre todo dentro de casa.