Cualquier conflicto necesita previamente definir a sus partes. Saber quiénes son los nuestros y quiénes son los otros. Incluso en la simetría más perfecta de un tablero de ajedrez, las piezas se encuentran estigmatizadas: las negras y las blancas, dispuestas unas frente otras, para avanzar, paso a paso, con el objetivo de acabar con el bicromatismo.
En Cataluña hoy el individuo político, yo, yo misma, debo asumir un rol en relación con el otro como parte de una reacción que ayude a distinguirme
El hecho de establecer colectivos ayuda a conformar los conceptos de mayoría, pertenencia y, muy especialmente, de otredad. La antropología social y cultural abordó en el siglo XIX la alteridad cultural y social, desarrollando teorías sobre la importancia de la existencia ajena (el otro) para articular la existencia propia (nosotros). Por ello la otredad está muy ligada a la noción de identidades nacionales. En un sentido filosófico, Hegel afirma que cuando se perciben diferencias entre tú y el otro se crea un sentimiento de alienación que se intenta resolver mediante la síntesis. El francés Sartre nos dirá que "el infierno es la mirada del otro".
La otredad actúa como estrategia conceptual limitadora, como frontera colectivizadora. En la otredad no existe el individuo, sino cuatro paredes en las que la admisión se determina mediante una serie de apriorismo segregadores.
No sé ustedes, pero yo nunca pensé en mí misma bajo el letrero luminoso de unionista. Sin embargo, parece ser que de un tiempo a esta parte, yo, yo misma, he sido compelida a formar parte de esta cuota. Para entendernos, resumo: en Cataluña hoy el individuo político, yo, yo misma, debo asumir un rol en relación con el otro como parte de una reacción que ayude a distinguirme. Yo, yo misma, como colectivo. Yo. Andrea Levy, unionista.
Mis matices, mi singularidad, el yo que me conforma, pasa a un segundo plano. Mi contraposición con el otro me ha identificado. Poco importa a partir de ese momento mi opinión, las ideas con las que yo pretendo mostrarme, el desarrollo de mi explicación. La etiqueta sintetiza. Lo verdaderamente complicado viene sin embargo cuando me dicen: es que Sra. Levy es usted poco unionista. Entonces, yo, yo misma, corro desesperada en busca del manual del buen unionista, para seguir las pautas que hagan que no me descarrile y poder formar parte, yo, yo misma, de este colectivo que permite distinguirme. Hago broma, pero ya me entenderán…
Las sociedades más potentes son las más plurales. Las que saben atraer las diferencias, las que han hecho de la diversidad su razón de ser
La libertad en su sentido más profundo es situar al individuo por encima del colectivo. Por ello, es profundamente equivocado que se colectivice a los ciudadanos en función de sus sentimientos. Yo me siento española y catalana y muy especialmente barcelonesa, pero no quiero por esto ninguna etiqueta que me configure que no sea la mía propia. Yo he compuesto mis sentimientos, mis identidades. No necesito pertenecer a una masa que me uniformice ni quiero deshacerme de mis diferencias. Al contrario, el ágora política necesita de una razón crítica diversa, que multiplique ad infinitum la pluralidad de opiniones, que haga florecer al individuo frente al dogma.
Las sociedades más potentes son las más plurales. Las que saben atraer las diferencias, las que han hecho de la diversidad su razón de ser. Así que si les pretenden clasificar, colectivizar, agrupar, o rejuntar... digan las palabras de Saramago: "Dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre y eso es lo que realmente somos".