Ya estamos en vísperas de renovar o de mantener a nuestros parlamentarios europeos, como el resto de los 28 países que conformamos eso que denominamos Unión Europea, que más bien es un eufemismo que una denominación real, y todo ello depende de dónde pongamos el acento. Pues si hablamos de una Europa política, esta estaría en mantillas, si hablamos de una Europa económica estaríamos más próximos a la realidad, pero lo suyo sería llamar a las cosas por su nombre y hablar de una Europa de los intereses. ¿De quién son estos intereses?, la pregunta tiene fácil respuesta: la de los lobbys, la de la banca y la de algunos estados con fuerte injerencia en el BCE, FMI y por supuesto en lo que se ha venido llamando la Banca Privada, nido de los productos financieros.
No es nuevo y espero que nadie se escandalice, si digo que estamos ante una Europa del mercadeo, de la desigualad y democráticamente muy cuestionable. Nunca se vio que un Parlamento elegido democráticamente fuera casi una figura decorativa dentro de las estructuras de un Estado o de una Unión de Estados
No es nuevo y espero que nadie se escandalice, si digo que estamos ante una Europa del mercadeo, de la desigualad y democráticamente muy cuestionable. Nunca se vio que un Parlamento elegido democráticamente fuera casi una figura decorativa dentro de las estructuras de un Estado o de una Unión de Estados. Tal es así que en este mandato que acaba, su volumen legislativo ha sido cero en cuanto a leyes que afecten directamente a los ciudadanos.
Criterio distinto podríamos aplicar a los Tribunales de Justicia europeos, cuyas sentencias han corregido una y otra vez actuaciones o desmanes de los estados miembros, y que han afectado directamente a los ciudadanos. Es lamentable tanto en España como en Europa, que los tribunales tengan que ser los que corrijan políticas antisociales. Por el uso y abuso de las mayorías parlamentarias exentas de sensibilidad social y de corte dictatorial.
Enlazando con esto, espero que los distintos partidos que concurren a las elecciones europeas nos digan cuál es su programa para democratizar Europa; cuál es su programa sobre la unidad política de Europa; cuál es su programa sobre una europa social; cuál es su programa sobre las deudas públicas de algunos estados miembros; cuál es, según ellos, el nivel de déficit que los estados deben de mantener.
Solo así sabremos, al menos en teoría, si están por una Europa social o una Europa basada en las teorías capitalistas del Sr. Adam Smith, hoy revisables hasta para los más recalcitrantes capitalistas, que han llegado a proclamar la refundación del capitalismo. A todas luces es injusto que se estén aplicando estas teorías neoliberales, por gobiernos conservadores, e incluso con el beneplácito de otros que, aún denominándose progresistas o de izquierdas, se han convertido en vasos comunicantes de las políticas neoliberales, esas políticas de recortes o de mantenimiento del déficit, que suponen el rescate de empresas y bancos con los impuestos de los ciudadanos, con capital público, por la mala conciencia que les ha ocasionado el tener consejeros en esas entidades de dudosa moralidad y profesionalidad.
Hoy que teóricos de la economía se plantean incluso una quita sobre la deuda de los estados o incluso la devaluación para estos estados, no es de recibo la exigencia por el BCE o por el Bundesbank de mayores esfuerzos a la población de estos estados miembros, ya casi exhausto por la falta de recursos económicos para la adquisición de bienes de primera necesidad. Verdaderamente no creo que países como España, por no nombrar otros de nuestro entorno, dirigidos o gobernados por partidos conservadores como el PP, estén en disposición de hacer una oferta electoral creíble, en primer lugar porque están desautorizados por el pueblo en general por el engaño de sus promesas electorales.
Europa necesita un Parlamento con sensibilidad a las políticas sociales, un Parlamento que elija un Gobierno europeo, un Parlamento donde resida la soberanía de la confederación de los estados miembros. En definitiva, una Europa política y no económica
En segundo lugar porque mientras estas discusiones sobre política económica se desarrollan, ellos haciendo ingeniería con la fiscalidad, así hablan de bajar los tramos de IRPF, pero no lo hacen para que el ciudadano tenga más dinero y poder acceder a los productos de primera necesidad, lo hacen porque así le bajan el tramo a los que más ganan: si hoy estos tributan al 52% pasarían a tributar como máximo un 40%. Si de estas medidas se pudieran beneficiar aquellos que ganan menos de treinta mil euros, supondría una mayor disposición económica, pero eso en la realidad no es así, lo compensarán a continuación con la subida del IVA para nuevamente mantener los niveles de recaudación. Claro está que este impuesto además afecta directamente al consumidor que no se lo puede desgravar, es decir al ciudadano corriente, penalizando así nuevamente el consumo.
Por otro lado se ha de tener en cuenta que, de los ingresos del estado, el 78% de estos procede del IRPF de las clases más populares y que aún conservan un puesto de trabajo, no de las rentas más altas, ni de las rentas del patrimonio, ni tan siquiera de las grandes empresas. Un ejemplo ilustrador es que el impuesto de sociedades, que tributa al 30% pero que a la postre, y según datos del propio Ministerio, las empresas del IBEX rondan el 4% y ya no digamos las SICAV, que lo hacen al 1% mientras un autónomo cotiza al 20%.
Un comentario aparte merecen las políticas fiscales sobre las rentas del capital, las de las grandes fortunas, especialmente, que tributan entorno al 24%, y el supuesto ahorro se hace en paraísos fiscales, o con leyes que potencian la impunidad del evasor. Por si fuera poco, una vez generado un paro de 6.000.000 de personas, lo que significa hambruna directamente, ya han comenzado a destruir la clase media, con medidas como la subida del IBI, que ahogará sin duda al pequeño propietario de vivienda, ya que además será grabado mediante la imposición por vivienda habitual.
Si España con los datos en las manos necesita un urgente cambio político, que recupere el estado del bienestar, en Europa se necesita un Parlamento con sensibilidad a las políticas sociales, un Parlamento que elija un Gobierno europeo, un Parlamento donde resida la soberanía de la confederación de los estados miembros, hasta donde estos estén dispuestos a llegar. Se necesita en definitiva una Europa política y no económica.