Pensamiento

Condiciones para el diálogo en Cataluña

5 febrero, 2014 08:36

En los últimos meses muchas personas han intervenido en el debate político catalán defendiendo el diálogo y la búsqueda de soluciones pactadas. Ante todo, se pretende evitar que el conflicto político e institucional degenere en un enfrentamiento civil, causando mayores daños a la convivencia y truncando la recuperación económica. La mayoría de los españoles compartimos esa preocupación, y somos partidarios del diálogo como método para resolver los conflictos políticos. Sin embargo, me temo que muchas de las propuestas que se están realizando son interesadas, están vacías de contenido, o parten de un diagnóstico equivocado de la situación.

Los defensores de la "tercera vía" suelen aceptar el relato que el nacionalismo ha construido sobre el auge del independentismo, plagado de incoherencias y de victimismo

Entre los defensores del "diálogo" encontramos a algunas personas que desde su posición en la sociedad civil y en los medios de comunicación han contribuido de forma decisiva a la sobreexcitación de la opinión pública. Durante años culparon al Estado español de todo lo malo que ocurría en Cataluña, protegiéndose a sí mismos y a la clase política de la que dependen. Ahora se presentan cínicamente como paladines de la "moderación". Las propuestas que provienen de este grupo carecen de credibilidad, y tras las mismas se adivinan los intereses del gobierno catalán y sus aliados.

Otro grupo lo forman aquellos que aceptan mansamente el dominio político e intelectual del nacionalismo y se conforman con que el "procés" mantenga una apariencia democrática y un cierto respeto a las formas. Sus propuestas de diálogo son en realidad una invitación a la claudicación. Probablemente su objetivo no sea el de promover un diálogo honesto con todas las partes, sino el de conservar un hueco en el nuevo statu quo. Finalmente, tenemos a aquellos que defienden una "tercera vía" para superar la situación actual. Dejando de lado el grosero oportunismo de algunos personajes que han visitado recientemente Cataluña, las invitaciones al diálogo de este grupo suelen ser creíbles. Pero me temo que sus propuestas parten de un diagnóstico erróneo de la situación y son ingenuamente optimistas.

Los defensores de la "tercera vía" suelen aceptar el relato que el nacionalismo ha construido sobre el auge del independentismo, plagado de incoherencias y de victimismo. Adoptan términos y conceptos extraídos de la fraseología nacionalista, tales como el "encaje" de Cataluña en España. Presentan a "Cataluña" por un lado y a "España" por otro como las partes en conflicto, olvidando que Cataluña forma parte de España, y que una parte muy importante de su población no se identifica con las posiciones independentistas... En definitiva, los defensores de la "tercera vía" asumen las premisas básicas del nacionalismo y están fuertemente influidos por su marco conceptual.

En parte como consecuencia de lo anterior, y en parte para descargarse de su propia responsabilidad, los defensores de la tercera vía suelen acusar al PP del crecimiento del independentismo. Reprochan al Gobierno español su intransigencia, y equiparan su actitud a la del Gobierno autonómico catalán. Creen que así consiguen una posición "equidistante", pero en la práctica sólo consiguen darle argumentos a quienes amenazan con romper la legalidad.

En cuanto a la "solución federal" en la que se concreta la tercera vía, ésta se antoja ingenua e ineficaz. ¿Qué diferencia exactamente a un Estado federal del Estado autonómico actual? ¿Colmaría un Estado federal el inagotable deseo de autogobierno del nacionalismo catalán? Y sobre todo: ¿qué les hace creer que el nacionalismo sería más leal a un Estado federal?

No debemos dejarnos arrastrar por las prisas de los independentistas ni aceptar los plazos que han fijado unilateralmente. Lo peor que podemos hacer es abrir un proceso de reforma constitucional sin saber a dónde queremos llegar y qué beneficios esperamos obtener

Si se quieren impulsar cambios en nuestro marco básico de convivencia, es necesario que antes se produzca en la sociedad catalana y española un debate a fondo. No podemos conformarnos con el relato interesado y parcial de los nacionalistas. Estos han llevado la iniciativa durante muchos años y todavía no han tenido una respuesta política e intelectual suficientemente fuerte y articulada. Un buen ejemplo es la reciente polémica en torno a las balanzas fiscales. En ese campo y en muchos otros hay numerosos argumentos y evidencias que contradicen las tesis fundamentales del nacionalismo y que la sociedad debe conocer.

No debemos dejarnos arrastrar por las prisas de los independentistas ni aceptar los plazos que han fijado unilateralmente. Lo peor que podemos hacer es abrir un proceso de reforma constitucional sin saber a dónde queremos llegar y qué beneficios esperamos obtener. No debemos aceptar el papel de sacerdotes y únicos intérpretes de la voluntad popular que quieren atribuirse los nacionalistas. La sociedad catalana es plural y el diálogo debe producirse en todos los sentidos y con todos los interlocutores.

Para que el diálogo sea posible y eficaz, deben cumplirse unas condiciones mínimas de confianza. A todos aquellos que le piden al Gobierno español que dialogue, les pediría que pusieran por lo menos el mismo énfasis en pedir a los nacionalistas:

1. Que se respete el marco legal vigente y que cesen las amenazas de vulnerarlo.
2. Que se acaten las sentencias de los tribunales y se acabe con las maniobras destinadas a incumplirlas.
3. Que no se amenace con utilizar la movilización de masas para alterar el orden público y paralizar la economía.
4. Que cese la utilización de los medios públicos para hacer propaganda independentista.
5. Que cesen las actividades que como el simposio "España contra Cataluña" o el "Tricentanari" suponen una ofensa para un parte de los catalanes y para todos los españoles.

Imagine el lector que se cumplieran las condiciones anteriores. ¿Mejoraría el clima político y la posibilidad de llegar a acuerdos en beneficio de todos?