Nepotismo: Preferencia que tienen funcionarios públicos para dar empleos a familiares, amigos o conocidos, sin importar el mérito para ocupar el cargo, basándose exclusivamente en su lealtad, servicio o alianza.
En las épocas predemocráticas, y con la estructura sanitaria pública prácticamente limitada al extinto Instituto Nacional de Previsión (INP), la gestión administrativa y directiva de los centros sanitarios, hospitalarios y no hospitalarios, se concentraba en un organismo único bajo la figura del "delegado provincial del INP". La gestión directa de cada uno de los centros se limitaba a un mínimo soporte administrativo bajo la dirección de un jefe inspector, en los ambulatorios, y de un administrador o director, en los centros hospitalarios que entonces se denominaban "residencias de la Seguridad Social" o "ciudades sanitarias". En los centros hospitalarios existía además un director médico y, en ocasiones, una directora de enfermería que, habitualmente, pertenecían a la plantilla del centro y que, temporalmente, asumían esas funciones por designación directa del director del centro o del delegado provincial del INP.
Esa proliferación de titulados "gestores sanitarios" ha permitido sustituir en su totalidad a los anteriores directivos de carácter técnico y dotar a todos los centros sanitarios de un amplio y nutrido equipo de "profesionales de la gestión" más comprometidos con su filiación y afiliación política que con los resultados sociales de su gestión
Hasta ese momento, la inmensa mayoría de los directores o responsables de los centros sanitarios públicos eran inspectores de sanidad vinculados políticamente al régimen gobernante, o personas afines a ese régimen que contaban siempre con la aprobación del Gobernador civil que era, a la vez, el Jefe Provincial del Movimiento. A medida que el número y volumen de los centros sanitarios públicos se fue incrementando, se hizo necesaria una mejor individualización de su dirección y gestión así como también una mayor profesionalización de las personas dedicadas a esas tareas.
En ese punto de inflexión es cita obligada, puesto que se constituye en un referente para todo el sector sanitario español, la puesta en marcha del Hospital General de Asturias. En 1961, y bajo la dirección del Dr. Carlos Soler Durall, ese centro se convierte en el primer hospital de España donde se pone en marcha el sistema MIR de formación de médicos especialistas. Ese Hospital se crea bajo un nuevo marco conceptual de organización: la asistencia sanitaria como "derecho" frente a "beneficencia", cultura de servicio público, reconocimiento de los derechos y de los deberes de los pacientes, profesionalización de la enfermería como alternativa a las voluntarias y religiosas, contratación laboral de médicos en función de necesidades y competencias, así como creación de un Consejo de Administración e incorporación de la figura de un gerente. En el contexto social del momento, eso suponía pasar de una gestión de perfil falangista a una gestión tecnócrata.
Otros grandes hospitales del país, los menos vinculados al INP, optaron por una modernización similar, siendo de los primeros el Hospital Clínico de Madrid y el Hospital de la Santa Cruz y San Pablo de Barcelona, donde el Dr. Soler Durall consiguió la transformación de un centro de beneficencia en un hospital privado moderno y de referencia internacional.
En 1977, y dependiendo del Ministerio de Sanidad se creó la Escuela de Gerencia Hospitalaria, con la intención de mejorar la gestión de los centros sanitarios y facilitar la adaptación a los cambios legislativos que los tiempos exigían. Pero, en la práctica, la gestión sanitaria quedó encomendada, durante algunos años, a profesionales, provinentes de otros sectores, con formación y experiencia en dirección empresarial. Los gestores del "Movimiento" no tenían interés puesto que su influencia política había desparecido y los profesionales asistenciales no tenían motivación ni se reconocían competentes para esa tarea.
La gestión sanitaria no resultaba atrayente para los médicos prestigiosos y competentes puesto que los alejaba de su vocación asistencial y de su trayectoria profesional. Durante mis años de Facultad, que compartí curso a curso con el actual consejero de Salud, no conocí ni oí hablar de nadie que quisiera especializarse en gestión sanitaria; no tengo conocimiento de que ni siquiera el señor Ruiz comentara con alguien de nuestra promoción -la del 78- tales expectativas. Tengo serias dudas de que, en la actualidad, algún estudiante haya optado por la Licenciatura de Medicina con la intención de acabar siendo, como algunos se autodenominan, "profesional de la gestión sanitaria".
A partir del año 1984, y coincidiendo con la regulación obligatoria de acceso a prácticamente todas las especialidades médicas a través del sistema MIR, el número de "vocaciones gestoras" se dispara en forma proporcional al del número de Licenciados que no pueden acceder a una especialidad médica al no haber sido capaces de superar ese examen y de obtener una plaza de formación como especialista. Sin esa titulación, el acceso como médico a cualquier centro público resulta prácticamente imposible, a excepción de que se pretenda optar a los puestos de gerente, director asistencial o cargo similar. A partir de ese momento, y como setas en otoño, surgen Cursos y Masters de todo tipo orientados a "titular" como expertos en gestión y dirección de centros sanitarios a todos aquellos Licenciados en Medicina que han suspendido el examen MIR y buscan un puesto de trabajo bien retribuido.
No hay oposición, ni concurso de méritos; no se convocan plazas, no hay proceso de selección, ni interno ni externo... Un día, son súbitamente nombrados por los responsables del centro o de la organización sanitaria correspondiente los cuales, a su vez, han sido nombrados directamente por los responsables políticos de la Consejería de Salud
Esa proliferación de titulados "gestores sanitarios" unida al peculiar modelo sanitario catalán, del que cada día se conoce un nuevo agujero negro, ha permitido sustituir en su totalidad a los anteriores directivos de carácter técnico y dotar a todos los centros sanitarios de un amplio y nutrido equipo de "profesionales de la gestión" más comprometidos con su filiación y afiliación política que con los resultados sociales de su gestión: gerentes, adjuntos a gerencia, directores médicos, adjuntos a la dirección médica, directores asistenciales, adjuntos a la dirección asistencial, directores de enfermería, adjuntos a la dirección de enfermería, directores de proyectos, directores de recursos humanos, directores de planificación asistencial, directores de gestión clínica, directores de procesos... y cualquier otra denominación que pueda inscribirse en la placa de la puerta de sus respectivos despachos, alejados por supuesto de las zonas asistenciales y de sus desagradables realidades.
¿Que cómo se accede a esos puestos? Pues es un axioma sobradamente conocido que, al menos en Cataluña, para llegar a ser un profesional de esa nueva gestión sanitaria es requisito imprescindible haber suspendido el examen MIR o, en los escasísimos casos en que se ha superado y cursado una especialidad clínica, no tener habilidad o competencia suficiente para ejercerla con éxito. Es una concreción sectorial del "gobierno de los mejores" que prometía el presidente autonómico Artur Mas.
Después, basta con ser o mostrarse afín al nuevo régimen y obtener, previo pago -que suele ser a cargo del erario publico- el título de uno de esos incontables Másters o Cursos de Gestión Sanitaria, que incluso pueden cursarse por vía telemática, impartido por los "profesionales de la gestión sanitaria" titulados en ediciones anteriores del mismo o similar curso. No es necesaria formación complementaria ni reglada en Ciencias Económicas, ni Empresariales, ni en Derecho... No es infrecuente, ni motivo alguno de vergüenza, que un gerente no sepa nada de balances o que un director de recursos humanos lo ignore todo sobre la Ley General de la Seguridad Social; de todas esas cosas ya se ocuparán las consultorías, asesorías y gabinetes externos a los que retribuyen generosamente sus servicios puesto que, en cualquier momento, pueden ser sus nuevos empleadores. Ellos, esos profesionales, sólo se dedican a la "gestión". Su función es la de ser y estar; no la de hacer.
¡Ah! ¿Qué todavía no he dicho cómo se accede a esos cargos? ¡Eso no lo sabe nadie! No hay oposición, ni concurso de méritos; no se convocan plazas, no hay ofertas de trabajo, no se anuncian ni publican en ningún medio; no hay proceso de selección, ni interno ni externo... Un día, son súbitamente nombrados por los responsables del centro o de la organización sanitaria correspondiente los cuales, a su vez, han sido nombrados directamente por los responsables políticos de la Consejería de Salud. Es norma general que provengan de puestos similares, a los que han accedido por idéntico procedimiento y, cuando cesan, se incorporan de igual forma a otro centro sanitario o, directamente, pasan a formar parte del nutrido "cuerpo de asesores" del poder político de turno o a situación de stand-by en alguna de las selectas empresas privadas vinculadas al mismo. La nueva ocupación, su retribución y relevancia, dependerá exclusivamente del grado de obediencia y vasallaje demostrado en el puesto anterior.
Pero, sobre todo, que nadie les diga que son comisarios políticos; se ofenden mucho. Ellos son... eso: "profesionales de la gestión sanitaria". ¡Nada que ver con los falangistas que designaba el Jefe Provincial del Movimiento! ¿Que cómo puedo asegurarlo? Bien sencillo: no llevan yugo ni flechas en su camisa azul.