Atención a esta entrada en el blog de John Hemingway, nieto de Ernest Hemingway, dedicada a la que está cayendo en Burgos y que se titula Taking it to the streets, para entendernos, llevando el problema a la calle. Para los que no sepan inglés, traduzco aquí tomándome ciertas libertades, pero siendo en todo momento fiel, creo, al pensamiento del autor, alguna de las frases para mí más significativas de la entrada:
"He vuelto recientemente de España y debo decir que una cosa que me gusta de los españoles es que cuando de verdad se hartan de algo, por lo general relacionado con su Gobierno (local o nacional), protestan. Y si eso no funciona, cuando sus representantes electos les ignoran o les dicen por dónde se pueden meter sus protestas, entonces se rebelan".
Conozco bastante íntimamente a John Hemingway, que aparte de ser el nieto de Ernest es escritor él mismo. Hace poco más de un año ya se interesó por la situación en España, firmando un reportaje publicado en el magazine Collier's, donde su abuelo y Martha Gellhorn publicaron muchas crónicas sobre la guerra civil española, elocuentemente titulado: "España de nuevo, setenta años después". La idea es que la actual crisis económica, política y de todo tipo nos estaba llevando como país a una situación muy parecida a la de los años treinta.
En democracia tener que llegar a las barricadas y a la guerrilla urbana significa que ha fallado todo lo que no debería fallar nunca
Hay algo reconfortante en que vuelvan a doblar ciertas campanas por nosotros. Es bonito que ciertas leyendas nunca mueran, como la leyenda del indómito pueblo español haciendo frente una y otra vez a la injusticia. El abuelo de John Hemingway hizo un buen trabajo presentándonos al mundo como una gente un tanto bestia pero de hondo y noble corazón a la que se puede aplastar una y otra vez, pero no todas. Y a la que nunca, bajo ningún concepto, se debe provocar demasiado.
¿Volveremos a inspirar a héroes y escritores de todo el mundo, como en el 36?
Debo admitir que a mí el paralelismo me halaga y me emociona pero a la vez me pone los pelos de punta. Me explico: preferiría resolver esto sin necesidad de aquellos alardes. Con los heroísmos justos. No he estado en Burgos viendo las protestas de primera mano, no puedo hablar seriamente del meollo de la cuestión. Es un hecho que ha causado un impacto emocional por lo que tiene de símbolo, de David vecinal alzándose frente al Goliat municipal. Por lo que tiene de hasta aquí hemos llegado, de basta ya. Lo malo de esto es que significa que alguien ha fracasado muy en serio. Alguien no se ha hecho oír y/o alguien no ha escuchado. Porque en democracia tener que llegar a las barricadas y a la guerrilla urbana significa que ha fallado todo lo que no debería fallar nunca. La anarquía es fascinante pero cuando se manifiesta es que estás con el agua al cuello.
Yo no quiero para el Gamonal ni para nadie otro 36 y otro cuartel de la montaña. Ni quiero primaveras árabes que ya se ha visto que las carga el diablo. Ni indignados de cinco a siete. Quiero que las cosas se arreglen por la vía si tú quieres menos épica, menos novelística, pero más profunda y más democrática. Por las buenas o por las urnas, como dice Albert Rivera, y por eso apoyo públicamente a Movimiento Ciudadano, aunque haya quien me aconseje que no. Que no me conviene si quiero tener "futuro en Cataluña", me dicen.
¿Ah, sí? ¿Y entonces qué hago para expresar la insatisfacción y la orfandad que como catalana no independentista siento? ¿Me voy al Parlament y monto una carpa? ¿Les tiro tomates? ¿Les apedreo?
Quiero que las cosas se arreglen por la vía si tú quieres menos épica, menos novelística, pero más profunda y más democrática
No. Me aguanto y les espero en la esquina de la razón y de los votos. Supero la invencible pereza que me ha dado siempre la política (excepto para criticarla, claro), me mojo con seriedad y con humildad. Busco salidas. No me dejo arrinconar en la calle como único espacio donde hacer o reclamar mejor política. Que esto no es Egipto. Que tiene que haber una alternativa.
Concluye John Hemingway su última reflexión sobre Burgos y sobre España preguntándose por qué en ciudades norteamericanas donde habría mucho más motivo aún para protestar en las calles no ha habido experiencias de este tipo. Y aconseja a los estadounidenses tomar ejemplo de los españoles a la hora de exigir cambios en la forma y en el fondo del gobierno, que efectivamente pertenece al pueblo, y no al revés. Y acaba vaticinando, Dios no le oiga, que a medida que la crisis económica se acentúe, lo mismo pasará con las revueltas callejeras.
Digo que Dios no le oiga no como un llamamiento a la mansedumbre, sino porque no haga falta rebelarse más. Primero porque la crisis no se acentúe. Segundo porque si hay algún alivio lo notemos todos, no sólo los de siempre. Y tercero y sobre todo, porque encontremos la salida de este laberinto social y político donde nadie reconoce ni representa a nadie y todo el mundo se siente estafado en primer lugar por aquellos a los que votó, con lo cual, a la mierda todo. Es bueno saber que el genio heroico sigue ahí, caliente y a mano. Pero por favor, que sea el último recurso. No el primero. Y mucho menos el único.