En Cataluña algunos dicen que no se está produciendo ninguna fractura social. Que eso son invenciones malintencionadas. Un relato de los carpetovetónicos rancios para desprestigiar el processus. Y cierto es. Para los indie people no hay fractura social, simplemente porque niegan la mayor: los que piensan diferente no existen. Bueno, puntualizo: no es que no existan, es que pobrecillos ellos son tontos. Me explico. En los últimos meses cuando alguna vez se me ha ocurrido decir algo a favor de España y poner de manifiesto que creo que Cataluña ha de seguir formando parte de ella me han dicho cosas del tipo "chica con cerebro pequeño", "pensaba que eras inteligente", "revisa las fichas de tus argumentarios" y "me aburres, tonta". Tan sólo por poner algunos ejemplos.
Hoy más que nunca se hace esencial no perder la voz en el escenario público y hacerlo con las mejores formas, demostrando que nuestra voluntad es sumar y poner en valor nuestros argumentos en positivo, que es la mejor forma de construir un proyecto sugestivo común
Pero veréis, estas declaraciones de amor no me las hacen porque sí: es que yo saco lo peor de ellos. Porque (a los hechos me remito) hoy en día un catalán que también se sienta español y decida expresarlo con argumentos positivos, sin ataques e intentando iniciar una reflexión con el que piensa lo contrario, se encuentra -la mayoría de las veces- con un adversario noqueado, cuyo último jab es decirte: "Lo siento por ti, algún día te darás cuenta, si tuvieras más nivel lo entenderías". Con ello esperan que te calles y ganar la batalla gracias a tu silencio. Su estrategia es expulsarte del campo, hacerte sentir fuera del circuito de la normalidad por pensar como lo haces.
Y es que si hay una cosa que les enerva en especial a la clase intelectual del movimiento secesionista es que tú no te amedrentes con sus ataques y desprecios y además resultes ser más educada y simpática que ellos. En momentos convulsos, la polarización del debate necesita más que nunca de estereotipos y muchos han sido los esfuerzos por estigmatizar y señalar a los "españolistas" como seres fachendas, antipáticos y agresivos. Personas que, aunque catalanes como ellos, no han visto "la luz" y por ello sus argumentos carecen de valor y no se sustentan en razones solventes.
Habrán visto ustedes cómo se desenvuelven las tertulias políticas en Cataluña. Cuántos opinadores independentistas -la mayoría de ellos, por cierto, personas inteligentes y de brillante trayectoria- se han entronizado en la superioridad moral y pontifican fanáticamente que quien no es parte de la causa está fuera de la lógica y sobre todo de la verdad. El nacionalismo catalán necesitó crear el enemigo España para reivindicarse. Ahora, el independentismo tiene a sus enemigos en Cataluña. Supeditan los medios al fin. El fin, la independencia, justifica cualquier medio para conseguirlo y por ello confunden intencionadamente democracia con voluntad política, que aunque legítima, no puede apropiarse del demos para imponer su pensamiento dogmático.
Por eso, hoy más que nunca se hace esencial no perder la voz en el escenario público y hacerlo con las mejores formas, demostrando que nuestra voluntad es sumar y poner en valor nuestros argumentos en positivo, que es la mejor forma de construir un proyecto sugestivo común. Así que no se calle y sobretodo: ¡Sonría, por favor!