Se perdió la costumbre de la correspondencia, como muchas otras. La dejadez por la práctica de la escritura, el abandono del soporte físico y la facilidad insultante del correo electrónico ha dinamitado una elegante costumbre relegada, ahora tan sólo, a la frialdad de la burocracia. Lejos han quedado aquellos debates epistolares como el que mantuvieron Freud y Einstein acerca de los porqués de la guerra y de la destrucción de la convivencia.
Aquellos medios internacionales que tanto fueron glorificados cuando dedicaban editoriales a favor, son los mismos que ahora se omiten cuando, por ejemplo, The Wall Sreet Journal habla del editorial único y del adoctrinamiento de TV3
Hoy, sin embargo, las cartas en clave política que se envían desde los que tienen la responsabilidad de gobernarnos, lejos están, no sólo de contribuir al enriquecimiento intelectual, sino también, de mejorar la convivencia de los ciudadanos. Aunque, todo sea dicho, sería injusto hablar de correspondencia, porque para que ésta se produzca es necesaria una respuesta en el mismo formato, algo que ni si quiera está consiguiendo el president Mas.
Empezó a amasarse el movimiento independentista en Cataluña y la prensa internacional así lo contó al mundo. Incluso diarios como The Guardian pusieron en marcha una plataforma para que los usuarios pudiesen colgar fotos de la llamada "Vía catalana" y titulares como: "Mas intenta evitar un choque con Madrid" utilizado por el Financial Times llenaron de gozo y prepotencia a unos artífices que sacaban pecho del éxito internacional que estaba teniendo su particular viaje a Ítaca. Sin embargo, algo cambió y los halagos se transformaron en críticas. ¿Qué es lo que ha ocurrido?
Es evidente, algunos de estos diarios nombrados, y otros tantos medios, en cuyos valores están grabados a fuego la libertad de expresión y la convivencia, no han tardado mucho en darse cuenta de las trampas de Mas. Aquellos medios internacionales que tanto fueron glorificados cuando dedicaban editoriales a favor, son los mismos que ahora se omiten cuando, por ejemplo, The Wall Sreet Journal habla del editorial único y del adoctrinamiento de TV3, o cuando profesores de las mejores universidades americanas avecinan los desastres económicos de una hipotética secesión.
Con esa sutileza con la que el nacionalismo maneja los silencios, el plumero de Mas ya no sólo se ve desde el resto de España y Europa, sino que empieza a otearse también desde el otro lado del charco. Porque disfrazar de democrático un proceso que atenta contra el primer principio en el que se basa la democracia, esto es, un ordenamiento jurídico decidido y ratificado por todos, es una incongruencia para países como Estados Unidos donde la unión es un valor innegociable. Evidentemente fue noticia la manifestación humana de la Diada, no seré yo el que critique o menosprecie un derecho legítimo de todo ciudadano, pero cuando los delirios de Mas han entrado en escena, cuando se ha utilizado una televisión pública hasta el ridículo, cuando se ha visto en jaque la unión de un estado democrático y cuando se ha chantajeado con la economía de un país, esos mismos medios se han dado cuenta de lo que venimos diciendo algunos desde hace tiempo en Cataluña.
Es triste, por otro lado, que deban ser Estados Unidos o Francia quienes le recuerden al presidente de una Comunidad Autónoma que la soberanía del pueblo español reside en todos los españoles
El batacazo internacional de la estrategia de Mas no sólo se ha producido en las rotativas, sino también en los despachos de aquellos en los que el president creía que iba a encontrar un hombro en el que llorar. Pero sus cartas no han recibido respuesta, en todo caso, una réplicas verbales, simples y contundentes. Porque ningún líder de un estado democrático miembro de la Unión Europea puede apostar por la desunión y la ruptura en contra de una Constitución moderna. Porque esos mismos líderes a los que Mas ha pedido amparo se han sentido ofendidos por las mismas comparaciones que nos ofenden a muchos catalanes, como el caso de Kósovo, en el que en aquella ocasión, a Estados Unidos y a una veintena de estados más no les tembló el pulso para reconocer las atrocidades que ahí se estaban cometiendo y apoyar a un territorio superado por el caos.
Sin embargo, por muchos esfuerzos que destine el paniagüismo mediático, sus comitivas, sus embajadas y sus escapadas de fin de semana, nadie en Europa con dos dedos de frente quiere comprar unos argumentos cuyo reconocimiento atentaría contra los principios fundamentales que han permitido que nuestro continente y Estados Unidos sean referentes políticos, económicos y democráticos, con sus luces y sus sombras.
Es triste, por otro lado, que deban ser Estados Unidos o Francia quienes le recuerden al presidente de una Comunidad Autónoma que la soberanía del pueblo español reside en todos los españoles. Me preocupa que ante este reto el partido que gobierna España esté más preocupado en frenar electoralmente a los que defendemos la Constitución y la convivencia que a los que pretenden romperla. Si estando en juego la unión, el futuro y la estabilidad de un país la mirada del PP sigue siendo electoralista, debemos estar más seguros que nunca de que ha llegado la hora de hacer política de otra forma. Como le dijo Freud a Einstein en su carta: "Entre los miembros de un grupo de hombres unidos se crean ciertas ligazones de sentimiento, ciertos sentimientos comunitarios en que estriba su genuina fortaleza". Y yo, perdóneme, pero no estoy dispuesto a romperlos.