Pensamiento

Fui y me fui

11 diciembre, 2013 07:59

Hacía semanas que había decidido asistir a la manifestación de apoyo a la Constitución, organizada para el 6 de diciembre en Barcelona. No soy aficionado a concurrir a esta clase de actos por las calles, pero ahora deseaba y sentía necesidad de expresar de este modo mi firme convicción y salí de casa para sumarme a la fiesta convocada por Som Catalunya. Somos España. Un día espléndido y hermoso para pasear y mostrar mi adhesión a las reglas de juego que nos dimos, que permiten la convivencia y protegen las libertades.

No soy nada aficionado a la exhibición de banderas, diré que en verdad me repele cuanto más profusa es. Entiendo, querido lector, que a usted le pueda gustar -solo faltaría-, pero a mí me fatiga y me revienta, sean las enseñas que sean. Más aún cuando están fuera de lugar. Pienso, por ejemplo, en las manifestaciones de CCOO de Cataluña siempre acompañadas por centenares de senyeres con sus siglas. ¿Por qué suplantan las banderas rojas? En cambio, los antaño poderosos anarco-sindicalistas siguen fieles a sus banderas rojinegras. También por eso les guardo simpatía.

Cuando ya estaba repitiéndome qué hago yo aquí, una buena señora me ofreció lotería del PP. Me resultó irritante esa relación de dinero, suerte y ese partido

Pues bien, poco antes de las doce del mediodía llegué a la Plaza de Urquinaona y divisé un mar de banderas españolas y catalanas; ninguna republicana, que también es española. Seguí avanzando en la esperanza de que hubiera un sector considerable de manifestantes que fueran como yo, esto es, sin banderas. Pero todos los congregados parecían abanderados: si no llevaban la tela sobre los hombros, la llevaban en la mano. Mi desazón se disparó cuando vi por doquier montones de banderolas azules del PP, así como una bandera bicolor con un toro. ¿Dónde estoy?, pensé. Sentí consuelo al ver al lado a un joven con el corazón de C's, quienes en sus actos no llevan otro color que su distintivo naranja. Le pregunté por dónde andaban los Ciudadanos, me dijo que todos andaban mezclados con todos. Gracias, le dije. Deploré que fueran juntos y revueltos. A todo esto, entre los gritos que proliferaban -propios de la Españeta, de la que algún día, si es posible, les hablaré-, no oí en los minutos que estuve un solo "¡Viva la Constitución!". Cuando ya estaba repitiéndome qué hago yo aquí, una buena señora me ofreció lotería del PP. Me resultó irritante esa relación de dinero, suerte y ese partido, me contuve para no ser grosero. Imagino que los hombres de Cospedal y Sánchez-Camacho no han estado ausentes de esta puesta en escena azulada, sino todo lo contrario.

¿Qué hubiera deseado yo? Había salido de casa con la clara idea de participar en el acto, sin pasiones bajas, ciertamente, pero tampoco altas. ¿En qué condiciones me hubiera integrado a la manifestación que estaba a punto de arrancar? Ya lo he dicho: junto a proclamas no patrioteras que escoltaran a la principal que reclamaba estar juntos por un futuro democrático y plural; y en un espacio que no encontré, siempre el más numeroso socialmente, donde brillaran por su ausencia las insignias del PP y donde no hubiera alarde de banderas. Un espacio donde expresar con comodidad mi catalanidad y mi españolidad particular, junto a la de miles de personas siempre plurales e irreductibles. Y donde acaso hubiera conocido al agudo lector leído "Juan Pérez" o a cualquiera de los atentos comentaristas de este diario.

La dulce compañía con la que iba también era partidaria de dejarlo estar, y aún no habíamos comenzado. Una lástima, pero había que cambiar de plan. Así que nos movimos, apretamos el paso y nos escapamos hacia delante, Vía Layetana abajo. Llegamos a tiempo de subir a una golondrina que estaba a punto de zarpar en nuestro puerto; un relajante paseo marítimo de 40 minutos. En el almuerzo posterior brindamos sonrientes y animosos con vino tinto, por la Constitución de todos.