Pensamiento
El oasis mediático
Cuando estudié periodismo se me quedó marcada a fuego una frase del gran Hans Christian Andersen: "La prensa es la artillería de la libertad". Cita que ahora yo procuro inculcar a mis alumnos de comunicación con la esperanza de que no se cansen de disparar preguntas y provocaciones contra aquellos que tienen la obligación de rendir cuentas a los que les pagamos el sueldo.
Sin embargo, el otro día vivimos un hecho insólito, por primera vez vi a un periodista recriminar a un político por atender a los medios de comunicación. El escenario de este desaguisado periodístico fue RAC1 y los actores Jordi Basté y Albert Rivera. El primero se quejaba del exceso de repercusión mediática del político más allá del Ebro, y el segundo se defendía apelando al éxodo que algunos han tenido que hacer ante el hermetismo mediático catalán. Ojalá, pienso yo, todos nuestros representantes tuviesen la misma predisposición para someterse semanalmente a debates, preguntas y pullazos.
¿No será que lo que escuece es que haya fugas en el oasis y los mensajes atraviesen los muros? Imagino que en los planes cloaquistas por controlar cualquier voz que pudiera desentonar el concierto nacionalista no estaba contemplada la posibilidad de que ese afán por cerrar puertas, precisamente, produjese el efecto contrario abriendo otras, más grandes y efectivas, por cierto.
En Cataluña hace tiempo que los medios de la cuerda han dado la espalda a la realidad y han erigido mitos humanos nombrándoles como los padres de la comunicación
Supongo que debe ser duro esforzarse por silenciar un discurso en Cataluña y ver como después es aplaudido desde los medios con cobertura nacional. ¿Están locos en La Sexta, Telecinco, Intereconomía, TVE o Antena 3? No lo creo. El asunto es que muchos de los veladores del jardín del edén nacionalista no creían que hubiese vida más allá de TV3 y compañía.
¿Y el plan b? Fácil. Quejarse por la elevada cuota de pantalla de la que goza el que encabeza la esperanza de muchos en Cataluña. Y digo yo: ¡Bendita cuota! Ojalá nuestro presidente de Gobierno no se ocultase tras una pantalla de plasma, o los altos responsables del Gobierno autonómico de Cataluña se atreviesen a pisar un plató distinto de los de casa.
Porque, no sólo creo que es parte del sueldo de los representantes públicos comparecer en medios de comunicación o gestionar su Twitter, sino que, aquellos que no lo hacen, despiertan en la ciudadanía todo tipo de incertidumbres y desconfianza. Debe ser que la paradoja está de moda viendo estos días como CiU, los padres de la corrupción catalana, y su séquito de periodistas paniaguados dan lecciones de transparencia ocultando en sus oscuras intenciones los temores de una debacle electoral sin precedentes. Estoy convencido de que muchos ciudadanos agradeceríamos la misma diligencia a la hora de investigar fundaciones, sobre todo las de aquellos que las tienen con los sumarios abiertos.
En Cataluña hace tiempo que los medios de la cuerda han dado la espalda a la realidad y han erigido mitos humanos nombrándoles como los padres de la comunicación. De Josep Pla y Manuel Vázquez Montalbán a Pilar Rahola, Mikimoto y Toni Soler, con sus respectivos cargos en el Consejo Asesor para la Transición Nacional, sus eternas colaboraciones en medios y producciones millonarias disfrazadas de televisión pública. Me imagino que debe ser muy fácil, sobre todo para los más jóvenes como es mi caso, ceder tu pluma a las voluntades del poder. Los más mayores saben de qué hablo, la historia está llena de estos casos. En cambio, algo más difícil es para aquellos que preferimos el pensamiento propio al único. Para aquellos que no recibimos ni favores ni órdenes de nadie sobre lo que debemos opinar.
Pero la resignación es el primer paso para el fracaso y yo no estoy dispuesto. Por suerte, hoy en día existen alternativas para adelantar por la derecha a los que obstruyen voluntariamente los carriles de la libertad informativa. Estoy convencido de que muchos movimientos sociales y plataformas ciudadanas en Cataluña no habrían tenido ninguna posibilidad sin las redes sociales en internet y los apoyos de los medios ajenos al establishment. Porque tanto las redes como la prensa independiente no entienden de cotos privados, de amiguismos ni de fronteras. Y aunque todavía intentan inventar, acortar e, incluso, omitir aquellas informaciones que les chirrían, cada vez les quedan menos ladrillos para tapiar a una buena parte de la opinión pública que ha llegado a su madurez, ha salido del armario y ha dejado dentro los complejos.