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Alejandro Tercero opina sobre Jordi Pujol

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Zona Franca

La última victoria de Pujol

"La pena de telediario no habría compensado a las víctimas de Pujol por tantos años de asedio en las escuelas, los medios de comunicación, la cultura, los comercios, las entidades deportivas y las asociaciones vecinales, pero habría servido de bálsamo"

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Todo apunta a que Pujol se librará del juicio por corrupción que comienza la semana que viene.

Los forenses aseguran que el expolítico de 95 años no está en condiciones de desplazarse ni de defenderse. Así que, probablemente, archivarán la causa contra él –o le permitirán seguir el proceso desde el sofá de casa–, como ocurrió hace cuatro años con su esposa, Marta Ferrusola, que burló a la justicia por padecer demencia.

Será la última victoria de Pujol.

Muchos constitucionalistas tenían la esperanza de ver al expresidente autonómico en el banquillo de los acusados, no tanto por el saqueo llevado a cabo por su organización criminal familiar (en palabras de la fiscalía), sino por la asfixiante sociedad nacionalista que durante casi un cuarto de siglo moldeó sin compasión.

Ahora, en cambio, no faltan los que piden compasión para el tipo que puso los cimientos sobre los que se edificó el procés; el tipo que apelaba al victimismo mientras sometía de forma inmisericorde a quienes no compartían su lengua ni su identidad; el tipo que implementó un plan de ingeniería social para inocular en cada rincón de la sociedad catalana el sentimiento nacionalista y la exclusión social del discrepante.

La pena de telediario no habría compensado a las víctimas de Pujol por tantos años de asedio en las escuelas, los medios de comunicación, la cultura, los comercios, las entidades deportivas y las asociaciones vecinales, pero habría servido de bálsamo.

No podrá ser.

Hay quien dirá que la culpa de la impunidad de tan siniestro personaje es atribuible a la lentitud de la justicia. Otros lo achacarán a la estrategia dilatoria del acusado.

Sea como fuere, parece que, como pasó con Ferrusola –alias la “Madre superiora”–, Pujol morirá sin rendir cuentas por sus fechorías, cuyas consecuencias seguirán teniendo repercusión por mucho tiempo.

Ya en los años 80 se libró de acabar con los huesos en la cárcel por el desfalco de Banca Catalana, en un proceso sonrojante que Pujol aprovechó para envolverse de nuevo en la bandera.

Fue entonces cuando, desde el balcón del Palau de la Generalitat, pronunció una frase que quedó para la historia: “El Gobierno central ha hecho una jugada indigna. Y, a partir de ahora, cuando alguien hable de ética, de moral y de juego limpio, hablaremos nosotros, no ellos”.

Ahora, la justicia tenía la oportunidad de reparar aquel error y dar una lección de ética, de moral y de juego limpio sentando a Pujol en el banquillo de los acusados. Pero ha preferido humillarse ante el personaje más nocivo que ha generado Cataluña en el último medio siglo.