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El presidente de Telefónica, Marc Murtra

El presidente de Telefónica, Marc Murtra

Zona Franca

Murtra, el correcaminos

"El presidente de Telefónica no responde a consignas ni a viejos equilibrios de poder. Su hoja de ruta es la de quien entiende que la única forma de devolver el valor a una compañía es gestionarla con libertad, profesionalidad y ambición"

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En apenas 300 días, Marc Murtra ha hecho lo que muchos no lograron en una década: sacudir Telefónica, espabilarla y devolverle el pulso de empresa viva. La sensación dentro de la casa es casi de vértigo: hay vida, hay tensión, hay adrenalina. La llegada de alguien con criterio, experiencia y ambición ha inyectado acción real, pragmatismo de negocio y realismo financiero donde antes había inercias. En los pasillos de la multinacional, esa electricidad se percibe sin necesidad de medirla.

Durante años, la compañía caminó entre la nostalgia y el conformismo, como si el futuro fuera una versión menguante de su pasado glorioso. Murtra ha roto ese bucle. “El esfuerzo inútil conduce a la melancolía”, escribió Ortega y Gasset, y quizá Telefónica había caído precisamente en eso: en un esfuerzo sin horizonte, en un movimiento circular. Hasta que alguien decidió romper el círculo.

Murtra ha puesto patas arriba la operadora. En menos de un año ha aligerado el lastre latinoamericano, reduciendo exposición geopolítica y concentrando fuerzas donde el valor aún crece. Latam, fuera, salvo Brasil, la auténtica gallina de los huevos de oro. Y no por casualidad: allí Lula da Silva lo recibió personalmente en una reunión prevista de 45 minutos que terminó durando dos horas. Química pura. Un signo claro de que el presidente ejecutivo de Telefónica ha sabido reposicionar la marca y su liderazgo en el mapa global.

Nombrado por los mismos cargos que en su día colocaron a Cortina, Villalonga, Alierta o Pallete, Murtra ha marcado desde el minuto uno una independencia en vena. Lo es también respecto a CriteriaCaixa, pese a formar parte del patronato de la Fundación Bancaria La Caixa. No responde a consignas ni a viejos equilibrios de poder. Su hoja de ruta es la de quien entiende que la única forma de devolver el valor a una compañía es gestionarla con libertad, profesionalidad y ambición.

Un catalán al frente de la multinacional, como antes Antoni Brufau o Isidro Fainé en otras empresas de la constelación Caixa. Un perfil que combina técnica y carácter, cálculo y visión. La caspa del Madrid reaccionario le hizo el vacío en Indra, pero su paso por la tecnológica de defensa no fue menor: dejó allí una huella estratégica clara y una revalorización bursátil significativa, en una etapa que consolidó su reputación como gestor de fondo y no de fachada.

Ha rebajado el dividendo para ponerlo en línea con los estándares europeos —no tenía sentido que Telefónica retribuyera el doble que Deutsche Telekom, Orange o BT— y ha planteado el mayor ERE de la historia para ajustar la estructura a la nueva realidad del negocio. Los grandes fondos lo han entendido y, sobre todo, han mantenido posiciones. No hay huida, sino aprobación. Apenas el 1,8% de pérdida de valor en bolsa. El mensaje es claro: prefieren una Telefónica con visión y valor, no una tragaperras que reparta calderilla cada año. Incluso los accionistas saudíes, nuevos socios estratégicos, aplauden la hoja de ruta.

Murtra visita la City con frecuencia y se mueve por los despachos de los grandes fondos con la naturalidad de un native British. Habla su idioma —literal y empresarial— y eso se nota. Los gestores lo respetan y lo escuchan. Sabe vender una historia y, lo que es más importante, sabe ejecutarla. Telefónica vuelve a sonar como una historia creíble de crecimiento, no como un veterano con achaques tecnológicos.

Mañana, apenas un día después de publicarse estas líneas, presentará el nuevo plan estratégico de la compañía. Todo apunta a que incluirá adquisiciones, alianzas y fusiones que devolverán a Telefónica la dimensión internacional que había perdido en una jibarización sistemática. Será la puesta en escena de una etapa que promete ambición, velocidad y riesgo controlado.

Había prisa. Y ficharon al correcaminos. Un gestor que no se queda en el PowerPoint, que pisa el acelerador y hace ruido. Y cuando el polvo se levanta, la compañía vuelve a moverse.

Marc Murtra ha devuelto a Telefónica la sensación de velocidad. Y eso, en una empresa que parecía anclada al pasado, en La Cabina de José Luis López Vázquez y las matildes, es casi un milagro.