Barcelona ha vivido esta semana tres jornadas decisivas en Casa Seat. La tercera edición de BCN Desperta! ha reunido administraciones, empresas y sociedad civil como pocas veces ocurre, con una meta urgente: romper inercias y confrontar los grandes obstáculos urbanos sin eufemismos.
Desde la inauguración, insistí de forma premonitoria en una premisa: “Los grandes retos solo se afrontan caminando juntos, con confianza mutua y visión compartida”. Este consenso, que tanto se añora en el día a día político, fue la brújula del foro.
También el alcalde de Barcelona quiso poner el acento en que algunas cosas ya avanzan. Jaume Collboni recordó proyectos de vivienda pública, planes de regeneración de barrios y mejoras en el transporte metropolitano. Fue un mensaje distinto al de otros tiempos: menos lamento y más voluntad de acción. Una forma de dejar claro que la ciudad ha superado la negatividad del pasado y que ahora se habla en clave de oportunidad compartida.
La seguridad abrió el debate en clave realista, lejos de la retórica habitual. Núria Parlon, consellera de Interior, fue clara: “A la ciudadanía le gusta ver policía en la calle”. Frente a modelos europeos de proximidad, la ciudad aún busca su equilibrio en un momento donde la sensación de inseguridad marca el pulso en muchos barrios.
En materia de vivienda, persistió el mismo “elefante en la habitación”. Antonio Balmón, alcalde socialista de Cornellà y hombre fuerte del AMB, dijo sin paños calientes: “No hay musculatura suficiente para afrontarlo”. La petición de una estrategia metropolitana —reiterada por Mercè Conesa— contrasta con ciudades como Viena o Berlín, que lograron pactos públicos-privados y con una regulación firme sobre la oferta.
El mercado, representado por Daniel Pozo (Idealista), ironizó: “No entiendo que la vivienda asequible tenga que incluir pista de pádel o piscina”. La prioridad debería ser aumentar la oferta y agilizar trámites, meta factible si se recupera la confianza entre administraciones y empresas y se replica lo aprendido en urbes pioneras.
La movilidad tensionó perspectivas. Uber, Bolt y Cabify advirtieron del riesgo de desabastecimiento con más trabas, mientras que representantes del transporte público, como Josep M. Martí (Moventia) y Josep Mateu (RACC), recalcaron que “nuestros trenes van a tope” y “la movilidad es un derecho, no una obligación”.
El bloque industrial y energético trajo diagnósticos sin paños calientes. Otra vez más Josep Sánchez Llibre, presidente de la patronal Foment del Treball, fue el más categórico al criticar que la vicepresidenta del Gobierno quiera construir una suerte de estado policial para las empresas con sus proposiciones de jornada laboral y registros.
Markus Haupt (Seat/Cupra) apostó por convertir a España en polo europeo de electromovilidad, pero advirtió de la competencia feroz —China como referencia— y de la urgencia por acelerar permisos. Enric Brazís (Endesa) alertó: “Barcelona, Roma y Marsella son las ciudades donde más se nota el cambio climático”.
Y Marc Murtra, presidente de Telefónica, dejó un mensaje inquietante: “Sin escala europea, corremos el riesgo de convertirnos en un museo”. Toda una declaración de intenciones de las operaciones de compra o fusión que se vislumbran en el horizonte del gigante español de las telecos.
Aquí, la realidad internacional pesa. Mientras la digitalización avanza en Asia, Europa —y Barcelona— necesita altura de miras para no resignarse al estancamiento.
Un acierto del foro fue escuchar la voz de una sociedad civil activa pero a menudo silenciada en la política. En los corrillos de Casa Seat había quien reclamaba menos anuncios y más ejecución: “Queremos hechos, no diagnosticar eternamente”.
Este peligroso cansancio se palpa entre los jóvenes y en sectores económicos que temen que la falta de valentía política cronifique los problemas. Las encuestas del fin de semana vuelven a mostrar el crecimiento de los partidos antisistema de ultraderecha. Hará falta mucho consenso y algún que otro pacto.
Una sugerencia surgida fue crear una alianza metropolitana para vivienda y movilidad, liderada por un pacto social y sectorial, algo que otras metrópolis han impulsado con éxito en Europa.
La clausura del jueves, de la mano de un brillante conseller Jaume Duch, puso el acento europeísta: sin mejor conexión con Europa no habrá nuevas oportunidades ni derechos a la altura de Barcelona. No necesitó apenas referirse a las amenazas geopolíticas que algunos esbozaron en sus intervenciones.
BCN Desperta! muestra que talento y energía siguen intactos en Barcelona y en Cataluña. La cuestión preocupante es si habrá decisión política para trasladar los consensos a reformas y medidas concretas.
Un año más, la solución no está en buscar culpables, sino en compartir responsabilidad y aprender de quienes han resuelto antes. Si la sociedad civil y la economía real empujan, ¿dónde queda la audacia institucional?
Como escribió Josep Pla, “la vida es demasiado corta para beber mal vino”. Barcelona tampoco puede permitirse perder más tiempo en debates estériles. Ha llegado el momento de brindar por lo que funciona y de apostar, sin miedo, por lo que está por venir. Esa fue la principal lección del interesante tercer BCN Desperta!