Cataluña, España y medios de comunicación de todo el globo miraban hacia el Arco del Triunfo y el Parque de la Ciutadella hace justo un año. Un tifón pasó por Barcelona el 8 de agosto de 2024 dispuesto a ponerlo todo patas arriba. Hoy, 12 meses y un día después, ha quedado acreditado que el tanto que se apuntó fue solo mediático, un truco de marketing; poco más.

Lejos de evitar la investidura del president de la Generalitat en el Parlament, sumió en una crisis sin precedentes al cuerpo de Mossos d'Esquadra que un día lo protegió, y que un día pretende que vuelva a hacerlo, cuando pise de nuevo Cataluña, efeméride a la que nadie se atreve a poner fecha.

Carles Puigdemont resume aquello como el resultado de una "anomalía política", y dice que la puso "en evidencia", ante la estrategia de normalización institucional que "quería imponer" Salvador Illa "como base de la estrategia más profunda de desnacionalizar Cataluña". El mismo que arrancó reclamando su amnistía en el debate que acabó convirtiéndolo en jefe de la Generalitat.

De aquel ruido, queda poco. Este ha dado paso a la acción política y la Cataluña de hoy es distinta a la de hace un año. La región catalana se ha quitado los complejos del procés y se dispone a recuperar la posición que le arrebataron los gobiernos anteriores. Es innegable, factual.

Lo demuestran la vuelta del grupo La Caixa, Cementos Molins y Banco Sabadell, que ha buscado cobijo en la ciudad de la que es oriunda, en plena disputa con el BBVA. No solo eso, sino que la comunidad ha logrado revertir la fuga de empresas que desencadenó el conato independentista, tal y como explica este mismo medio este sábado.

En lo económico, Cataluña crece por encima de la media europea --un 2,8% interanual y un 0,6% intertrimestral--, ha firmado el mes de junio con menos trabajadores en paro desde la crisis de 2008 y contiene el precio del alquiler en un 37%, con 866,72 euros en las zonas reguladas.

En otra de las carpetas hegemónicas, la de la seguridad, los esfuerzos de la conselleria de Interior también están dando sus frutos, con una reducción de delitos, del 5,24% en el primer semestre del año respecto al mismo periodo de 2024, cuando el mando lo tenía el republicano Pere Aragonès.

Los trabajos para la entrada de la Generalitat en la gestión de Rodalies avanzan a buen ritmo y el nuevo calendario --que retrasa hasta 2028 la gestión del IRPF-- no ha tensionado las relaciones con ERC. Illa mantiene la sintonía con sus socios parlamentarios, conocedor de los fantasmas con los que luchan los republicanos, que les llevan a alzar el tono de vez en cuando.

Estos tienen ahora la pelota en su tejado. A falta de disponer de las llaves de la caja por la falta de músculo de la Agencia Tributaria de Cataluña, los de Oriol Junqueras pueden apoyar al Govern en la confección de unos mejores presupuestos el año que viene. Deben, más que pueden; lo contrario se entendería entre poco y nada.

Un año después, el tiempo ha demostrado que el único tifón que ha pasado por Cataluña es la acción del nuevo Govern, y que el único tifón que le ha complicado algo las cosas a Illa en este tiempo es el que le obligó a modificar su viaje a Shanghái durante su reciente misión institucional y comercial en China. Muy a pesar de algunos, hoy, la región catalana tiene mejor cara.