Entre cortina de humo y cortina de humo asoma la cabeza la gran propuesta de Yolanda Díaz: la reducción de jornada. Una falacia populista que suena bien, pero solo eso.
No son pocos –por no decir la mayoría– los ciudadanos que querrían trabajar menos y cobrar lo mismo; es decir, más. Los hay que ni siquiera trabajarían.
Y ahí vio la oportunidad la lideresa de Sumar para ganar algunos votos en un momento de debilidad. El asunto está en trámite parlamentario… pero es un gesto para la galería que ni siquiera reúne los apoyos necesarios en estos momentos.
Pueden hablar con su entorno y verán que ya hay numerosas empresas privadas que aplican las 37,5 horas semanales, a imagen y semejanza de los trabajadores públicos.
Por el contrario, hay muchas otras en las que no solo la medida es una utopía, sino que incluso incumplen sistemáticamente el límite de 40 horas semanales.
Este último asunto afecta a diversos sectores, aunque alguno está especialmente viciado. Hay compañías, de las grandes, que cierran el registro horario de modo automático cuando el trabajador llega a las ocho horas, aunque todavía le queden tres o cuatro por delante.
Las sanciones de Trabajo, que las ha habido, las hay y las habrá, parecen poco disuasorias, pues las empresas castigadas persisten con sus prácticas.
Son tan grandes, que las multas les salen a cuenta. Por lo tanto, en esos casos, la reducción de jornada supondría un incremento de horas extra sin remunerar.
Sea como sea, justo o no, igualar los límites laborales no es buena idea. Está bien contar con unos mínimos, pero es imposible generalizar. Es más, puede que algunos profesionales tuvieran que dedicarle al empleo muchas menos de las 40 horas fijadas.
Cada profesión es un mundo. Igual que ocurre con cada época del año. En ciertas temporadas, la carga en algunos trabajos es mucho más elevada.
¿Contratar a más personal para unas semanas y luego despedirlo? Es inviable para muchas empresas. La reducción de jornada implicaría un incremento de nóminas insostenible en sectores como el sanitario.
Pero qué bien suena lo de cobrar más por trabajar menos.