Ramón de España opina sobre el jucio a Jordi Pujol
A buenas horas, mangas verdes
"Yo creo que en España se han olvidado de Jordi Pujol, pero que en Cataluña aún conserva una parte muy importante de su base de fans"
Han pasado 11 años desde que Jordi Pujol confesó lo de la deixa de l´avi Florenci y por fin va a empezar el juicio al ilustre evasor de impuestos y toda su parentela, acusada de haber abusado de su posición de preminencia en Cataluña para lucrarse. Once años. Ya sabemos que la justicia es lenta en España, pero 11 años nos parece a muchos una cifra excesiva. Sobre todo, porque, en el ínterin, nuestro querido patriarca se ha ido deteriorando a causa de la edad (95 tacos acumula ya el padre de la Cataluña contemporánea) y parece estar para sopas, o para cualquier cosa que no consista en declarar de manera coherente en un juicio, como han determinado los forenses que lo han examinado.
Todo parece indicar que el juicio de marras se va a celebrar, pues, in absentia del principal acusado, quien en la práctica se va a salir de rositas de sus presuntas irregularidades: por mal que se pongan las cosas, no vamos a enviar a la cárcel a un hombre de 95 años de edad que se entera de todo a medias. Si alguien pringa aquí, lo cual aún está por ver, será Junior y puede que alguno de sus hermanitos, tan acostumbrados como estuvieron a hacer y deshacer en esa Cataluña que consideraban su cortijo particular.
Yo creo que en España se han olvidado de Pujol, pero que en Cataluña aún conserva una parte muy importante de su base de fans. Basta con leer los digitales del ancien regime para comprobar que abundan los columnistas que aún consideran que la pérfida España se está cebando con su destartalado ídolo, cegada como está por la venganza. La teoría de que Pujol hizo más cosas buenas que malas sigue vigente en la Cataluña actual, por lo que el lazismo considera que lo menos que podría hacer el malvado y rencoroso Estado español es dejar en paz al viejo profeta y permitirle pasar sus últimos años en paz y tranquilidad (preocupado, eso sí, por su legado: eso no hay quien lo impida).
Entiendo la nostalgia por los buenos viejos tiempos de Convergència. Cuando Pujol se apartó de la dirección del partido, las catástrofes empezaron a sucederse gracias a sus sucesores: el Astut Mas, Quim Ratafía Torra, Carles Cocomocho Puigdemont…Una pandilla de inútiles que despilfarraron la herencia de Pujol con sus pulsiones soberanistas, hasta conseguir que el partido del patriarca, con distintos nombres, fuese cayendo rápidamente en la irrelevancia.
¿Cuál ha sido la última ideaca de Puigdemont para reanimar al partido? Elegir como su nuevo número dos a Albert Batet, el ricachón de Valls que ejercía hasta hace poco de portavoz en el parlamento catalán, donde divertía enormemente a la oposición con sus constantes salidas de pata de banco pronunciadas con una voz tan campanuda como ridícula. Y encima, todo parece indicar que el señor Batet se ha comprado el cargo, pues todo el mundo en Junts sabe de sus excursiones a Waterloo con dinerito fresco (y propio, todo hay que decirlo) para Cocomocho (y lo que sisara Comín). Puede que la mayoría del partido, y de la población catalana, considere a Batet un tarugo con pasta, pero esa pasta ha sido distribuida generosamente en Flandes y eso se ha de pagar de alguna manera.
Fuera del espacio convergente, la figura de Jordi Pujol se difumina y se desvanece. Nuestro hombre se ha convertido en uno de esos personajes que, cuando se les cita, siempre sale alguien a decir que no sabía que aún estaba vivo. El daño infligido a Cataluña y a España está bien presente, pero el responsable se está convirtiendo en alguien para los libros de historia.
Y, justo ahora, se pretende juzgarlo, cuando ya da igual lo que diga o lo que recuerde. Es como si la justicia hubiese dejado pasar el tiempo con la esperanza de que la naturaleza se encargara de él y le quitara el muerto de encima, pero si es así, resulta evidente que no se tuvo en cuenta la posibilidad de que Pujol fuese tan inmortal como Willie Nelson.
La justicia llega tarde y mal a Jordi Pujol, cuando su juicio se la sopla a todo el mundo. Otro triunfo de la maquinaria judicial española. Otro más.