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Jordi Pujol, en el Cercle d'Economia

Jordi Pujol, en el Cercle d'Economia Gala Espín

Pensamiento

El patriarca en el juzgado

"¿Qué quiere Pujol entonces? Pues mandar, que es lo que siempre ha hecho, y si no quiere someterse a juicio, pues no se somete, menudo es él"

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Cuando leí que un forense visitaría a Jordi Pujol, me temí lo peor, porque yo veo mucha televisión, 'CSI' y por el estilo. Lo peor a lo que me refiero, claro, son los especiales informativos que debería tragarme en los próximos días en toda prensa escrita, radiofónica o televisiva.

Al final no fue nada, igual que ocurrió unos días antes con Tejero -por algo son de la misma quinta-, una falsa alarma, si el Guardia Civil ya está en casa recuperándose y mandando a los nietos que se sienten, coño, el antaño honorable ni siquiera pisó el hospital, se conoce que quería la visita del forense solo para que certificara que no puede sentarse en el banquillo por cuestiones de salud.

Si, tal como temía yo al leer la noticia, Jordi Pujol hubiera muerto, entonces no habría apenas discusión, lo más probable es que no debiera sentarse en el banquillo para ser juzgado, a no ser que se encontrara con un juez meticuloso en exceso, alguno hay. De todas formas, pocas cosas le iba a sacar al acusado, como mucho, una denuncia por desacato al no levantarse cuando entra el juez en la sala o por no mantener una postura lo suficientemente decorosa.

Ahora bien, como quiera que Jordi Pujol todavía respira, la cosa cambia, es ahora cuando corresponde a los médicos dictar sentencia, con perdón del señor juez, es decir, los doctores deben valorar si el gran catalanista está preparado para responder a preguntas, si es que alguna vez lo ha estado. Para ir a la cárcel, seguro que no lo está, nadie va a la cárcel con 95 años a cuestas, así que el bueno de Pujol se juega poco en el juicio. La honra sí que se la juega, claro, pero ya he dicho que se juega poco, casi nada.

¿Qué quiere Pujol entonces? Pues mandar, que es lo que siempre ha hecho, y si no quiere someterse a juicio, pues no se somete, menudo es él. Al parecer, sus abogados alegan que el viejo gato -viejo león sería exagerar sus méritos- padece cierto deterioro cognitivo que le incapacitaría para responder a las preguntas que iban a hacerle. Si de verdad padece esta discapacidad, realmente sería un gesto de humanidad evitarle el juicio, un gesto de humanidad no solo para él, sino sobre todo para quienes estén en la sala, porque si escuchar a Pujol hace unos años ya era un suplicio, escucharle cuando está un poco gagá debe ser lo más parecido al infierno en la tierra.

Además, si cuando estaba perfectamente no recordaba apenas nada de su dinero en Andorra ni de cómo había llegado hasta ahí, no iban a cambiar ahora mucho las cosas por más memoria que haya perdido, o sea que podría perfectamente asistir al juicio y no íbamos a notar la diferencia, con soltar unos cuantos “no me consta” y “no recuerdo” al estilo Sánchez, asunto resuelto y visto para sentencia. De todas formas, la justicia es tan magnánima que evita el juicio a quienes han perdido el juicio.

Uno jamás pensó que Jordi Pujol iba a ser sometido a juicio, probablemente ni él mismo esperaba llegar vivo a esta fecha (toquemos madera, faltan todavía tres largas semanas para el 24 de noviembre, cuando está previsto), pero la naturaleza, además de ser sabia, a veces es un poco cabrona, y lo ha mantenido con vida a propósito.

También está manteniendo con vida al antes mencionado Tejero y al emérito Juan Carlos, sin duda para que veamos a tres de los grandes protagonistas del 23-F con sus achaques a cuestas, enfrentándose a la justicia, a la enfermedad y a la senectud, y lo que es peor, ante la indiferencia de la mayoría de ciudadanos, que ni siquiera saben quiénes son. Sic transit gloria mundi, que decía el otro.