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La brecha entre enunciado y realidad se agranda. Puigdemont coloca a los Mossos d’Esquadra en la frontera tratando de cerrar la brecha electoral abierta por Sílvia Orriols; su imposible metafísico amenaza Moncloa con una noche de cuchillos largos, que acabaría con la legislatura. Todo va en el mismo saco: las competencias en materia de inmigración, la cuestión de confianza en el Congreso o el uso oficial de la lengua catalana, que Junts asegura haber pactado con el Gobierno, para obligar a grandes empresas que presten servicios de atención al cliente en todas las lenguas cooficiales del Estado. Y todo es un farol.
Detrás de la cascada de menor cuantía aguarda el debate latente: los Presupuestos Generales del Estado peligran un año más, mientras Junts y ERC -tras la reunión entre Junqueras y Puigdemont en el Hotel Var der Walk de Bruselas- antepongan la financiación singular de Cataluña al techo de gasto. Es el teatro del amago. Debajo de la exageración o de la lisonja aparece la falta de lealtad.
Lo que se declara de buena mañana se deshace como el azúcar en una taza hirviendo. Los partidos viven de la política Potemkin, es decir, venden enunciados atractivos que acaban siendo de cartón piedra. Detrás del telón se abren paso los problemas reales que afectan al ciudadano: sueldos bajos, horas extras no cobradas y vivienda cara. Cuando la ideología nace y muere en la misma orilla, la ley del deseo alcanza los mercados. El BBVA aumenta un 10% su precio sobre los accionistas del Banc Sabadell, pero la causalidad no se ajusta a la realidad porque el free float de la Bolsa descontará la ganancia aparente de hoy. Otro Potemkin; la OPA está siendo un amago más digno del Casino Mercantil de provincias que de los modernos mercados de valores, en tiempo real.
En los palacios de justicia se libra también la misma batalla entre apariencia y realidad. Sin zureo ni griterío, González Amador, el novio de la presidenta de Madrid, se sentará en el banquillo con cinco acusaciones abiertas. La vergüenza se convierte en un pariente de la ira y las incógnitas alegres de ayer son ahora respuestas melancólicas. Ayuso reclama simetría esgrimiendo al hermano de Sánchez y la exploración contra Begoña. Es el teatro del descaro, la alegre Barraca lorquiana.
La derecha honda -Aznar, Ayuso, Abascal- ve con buenos ojos el genocidio en Gaza; lo que un día fue una forma enmascarada de antisemitismo se ha convertido en islamofobia. Alguien ha cambiado la baraja española de siempre por las cartas del Tarot. Desaparecen el azar y la compostura del mus; se extingue el humanismo por la vía de León XIV tras la muerte del sabio Francisco.
La España del macizo de la raza se apunta a la destrucción del orden internacional. El deterioro de la razón lo vale todo, incluida la máscara bajo el cielo abierto del dúplex de Chamberí. Este último tipo de teatro ya es directamente el esperpento de Valle-Inclán.