Iván Redondo no es una persona que dé puntada sin hilo. A finales de julio escribió un artículo en La Vanguardia titulado, sin ambages ni medias tintas, "Rufián tiene razón". Gabriel Rufián tuvo la ocurrencia, o deberíamos decir inteligencia, de proponer una candidatura conjunta a la izquierda del PSOE que juntara las dos almas: la izquierdista y la plurinacional.

Salieron en tromba a contestarle sesudos comentaristas, periodistas y analistas para ponerlo a parir. En los partidos receptores, frialdad; algo que suele ocurrir cuando tú no eres el padre de la idea. Y en su partido, Esquerra Republicana, la respuesta fue cainita, propia de un partido que sigue desorientado y donde las miserias internas de la política están a la orden del día, y se le denigró por su apuesta personal. Como si ya no fuera de Esquerra. 

Por eso, me sorprendió Redondo. Casi fue el único que salió en defensa de Gabriel Rufián. Al líder de ERC en el Congreso no le falta razón. Primero, La Razón dijo que, con esta propuesta en el 23J, la izquierda del PSOE hubiera sumado cuatro diputados más. El Mundo auguró días más tarde que esta coalición plural obtendría 15 diputados más que si se presenta por separado. No hace falta ser un lince para llegar a esa conclusión. Con un PSOE débil, esta coalición no solo recabaría votos de izquierda que los votaron en 2015 y que volvieron al PSOE, sino que se consolidaría como una alternativa seria y eficaz. 

Eso sí, difícil lo es. Las diferencias entre Sumar y Podemos son irreconciliables, por personales. Sumar está en un momento nefasto y con riesgo de ir a peor por las discrepancias que anidan en Compromís o Chunta Aragonesista, limitando su terreno a Madrid y algo en Andalucía. Podemos necesita volver a su alianza plurinacional, aunque Belarra se empeñe en poner a parir a los Mossos, si quiere resucitar. Bildu y BNG están fuertes aunque ERC siga vagando por su peculiar desierto.

La propuesta de Rufián haría mejores los resultados en Cataluña, Euskadi y Galicia porque no se perderían votos por la gatera y mejoraría sus expectativas en el resto de España porque la izquierda se queda fuera de muchas provincias por esta división. Es difícil, pero no imposible. La pregunta es quién liderará esta opción, que no debería nacer como una suma de siglas como Sumar. 

Yolanda Díaz está chamuscada. Pablo Iglesias o Belarra son ya de otra época. ¿Y Rufián? Desconozco cuáles son sus reflexiones más íntimas, pero no sería un mal candidato.

Primero, porque tiene una forma de hacer que llega directamente al elector y conecta con él. Segundo, porque Rufián ya no parece de ERC. Tercero, porque en su partido los aquelarres en su contra son el pan nuestro de cada día. Cuarto, porque el vector nacional se impone al vector social en su partido. Y Quinto, porque es necesario un revulsivo de liderazgo en la izquierda del PSOE. Si me apuran, un añadido. Si existe alguna oportunidad de renovar un gobierno de coalición progresista, esa oportunidad pasa por evitar un desplome de esta izquierda. 

¿Ocurrencia o inteligencia? No creo que sea una ocurrencia. El debate es necesario y la necesidad de fortalecer esa izquierda es real. El problema es que los egos no quieren afrontar este debate porque no quieren perder su protagonismo. Es una propuesta inteligente, sin duda. Otra cosa es que cuaje. Como decía Redondo, tener razón no es sinónimo de ganar.