En Ribadeo, cantón del marqués de Sargadelos, espejo de indianos y gentes de la mar, los veleros llevan pegadas en el casco las mejores ostras de las Rías Altas. En las canículas de alivio galaico, allí fondeaba Marcial Dorado, el narco confeso de espesa bonhomía, que recuerda a Núñez Feijóo pagando quizá alguna ronda. El líder del PP y expresidente de la Xunta olvidó entonces el refrán popular que dice: "en Ribadeo cada un paga lo seo".
Este hombre, plegado al rigor del que presume su partido, no es de mucho gasto, pero sí de bastante lustre. Le sale caro reconocer el juego impío de su camarada Cristóbal Montoro, aquel economista saltado a la palestra con Aznar en 1996, que llegó a ser dueño de la Hacienda Pública española y presunto troquel de los tributos de cuello alto a la medida de Equipo Económico. Montoro fundó en 2006 la firma consultora y, en 2008, se la vendió a su propio hermano para volver a la política, esta vez con Rajoy. Pero muchos años después, la sombra de la puerta giratoria le persigue con el rastro de las grandes fortunas que se beneficiaron de su amnistía fiscal, desautorizada por el Tribunal Constitucional.
Son demasiados truécanos; y así se entienden los siete años de secreto del sumario de su caso en fase de instrucción. La bomba Montoro detona en plena infanzón Cerdán y el PSOE pasa de la piedra en el zapato a la caricia de pie desnudo sobre el césped. El reo se revuelve; la víctima se hace victimario. En apenas pocas horas, el PP va de la orilla del paraíso en la tierra a una celda de la memoria. El cambio brusco de decorado alcanza también a Isabel Ayuso, la presidenta de Madrid, herida tras conocerse su fin de semana en Rascafría, donde la Comunidad compró el chalé de marras sin asiento contable en el Patrimonio del Estado. Ella se siente ofendida, porque renunció “al servicio” y se trajo “la comida de casa”, pero la critican como si fuera una dama victoriana en el paraíso de Taormina, con la factura del hotel pagada.
Cuando el tedeum resulta una lata, los vecinos de la bella localidad la ven con la cesta de la compra en el Covirán y esperan saludarla, más pendientes de las cámaras que del himno ambrosiano.
La virtud para los clásicos consistía en desvincular el alma del cuerpo. Pero ni el exministro (Montoro) ni el expresidente de la Xunta (Feijóo) ni la troica perdularia socialista (Koldo-Ábalos-Cerdán) pensaron en que la tentación acorta la distancia entre alma y cuerpo, si el interesado no es capaz de practicar el ascetismo. Y ellos no son capaces. El Gobierno aplaza su calendario legislativo: nos vanos de vacaciones sin ley de movilidad sostenible, sin regularización de los inmigrantes, sin reducción de la jornada laboral y sin cambios en el acceso a la carrera judicial.
La tierra adentro de Rascafría es demasiado bonita como para disolverla en un interior kitsch de ciervo disecado. El mar embravecido de los cayos que orientan Finisterre son de la gente sencilla que marisquea, no de los señores que miden lo que valen por los metros de eslora. Fedro, el personaje de Platón afín a El banquete, nos dice que la condición carnal de los políticos los invalida para la vida pública. Dos milenios y medio después, le damos la razón.