Hace unos días se supo un caso más de una persona que descubrió que la habían casado con otra sin saberlo. De resultas de ello, se vio encausada en un delito de estafa y fraude. Y no la única, para nada, no es una excepción.
Cada semana vemos casos similares: ciudadanos sin exposición mediática, sin enemigos aparentes, que un día descubren que alguien ha usado su identidad digital, analógica o ambas, para beneficiarse de la misma. La mayoría no lo ve venir, y el coste será mayor a muchos niveles: emocional, económico y legal.
La identidad no es sólo tu nombre y tu DNI
Nuestra identidad no se reduce a un documento físico. También está en los correos que enviamos, en los perfiles de redes, en las apps que usamos, en las empresas a las que hemos dado nuestros datos y en los registros públicos y privados donde figuramos.
Y si alguien consigue acceder a uno sólo de esos espacios, puede meterte en una película de terror larga.
Hay que denunciar siempre. Si no denuncias, no queda patente tu falta de control sobre tu identidad, digital o analógica, da igual si se trata de un DNI perdido, del hackeo de un servicio al que estás suscrito, o de una filtración de datos de una empresa o administración que guarda tu información.
Hay que denunciarlo todo, y además, actuar rápido: cambiar contraseñas, activar el doble factor de autenticación, revisar accesos… y si hace falta, y pedir ayuda profesional.
Las empresas también tienen una responsabilidad
No podemos seguir normalizando que las empresas que manejan nuestros datos se laven las manos cuando hay una brecha. No vale con enviar un correo diciendo “hemos tenido un incidente de seguridad”. No. Eso no es suficiente.
Tienen que actuar con rapidez, transparencia y responsabilidad. Porque cuando una base de datos se filtra, no se filtran nombres sueltos: se filtran vidas.
Por supuesto, además existe un mercado negro tremendamente grande y al alcance de muchos usuarios, en la dark web y, sin entrar en detalles, no tan dark… Es relativamente fácil conseguir documentación real o de muy buena calidad, criminalmente hablando.
Cuando te roban o pierdes la identidad, no sólo te metes en un lío, tus derechos ya están en juego. Te anulan como ciudadana. Te pueden dejar sin acceso a tu dinero, sin libertad de movimiento, incluso con antecedentes penales, como hemos visto recientemente en las casas de apuestas.
Esto va de entender que proteger la identidad digital, técnica y analógica, es proteger tu capacidad de seguir existiendo con mayor tranquilidad.
Por eso insisto tanto en la prevención, en la denuncia y en la implicación de todos: ciudadanos, empresas y administraciones.