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Sant Esteve es una fecha innegociable en Cataluña. El tercer banquete consecutivo, tras la cena de Nochebuena y la comida de Navidad. En la mesa triunfan las sobras del 25 de diciembre. Especialmente, claro, los canelones tradicionales. Elaborados con restos de carne de platos como la escudella y la carn d'olla, son una auténtica delicia, pues los matices de sabor de los alimentos se han potenciado gracias al reposo.

Tras degustar la comida, es turno del vers. Se hace el silencio, se mueven las sillas y los niños se suben a ellas para recitar un poema. Todo espectáculo debe ser financiado, por lo que el siguiente paso son las estrenes. El aguinaldo de Sant Esteve es una tradición, pero comienza a sufrir los efectos de la digitalización: empieza a quedar atrás el sobre de dinero y el Bizum le aplica el sorpasso

Rastro imborrable

El problema es que entra en juego un tercer invitado a la mesa: la normativa tributaria. Aunque pueda parecer exagerado para importes pequeños, la ley es fría. Cualquier entrega de dinero sin contraprestación, ya sea un billete de 50 euros o una transferencia instantánea, se considera técnicamente una donación. Y como tal, está sujeta al Impuesto de Sucesiones y Donaciones, independientemente del canal utilizado para su entrega. Respecto al dinero en efectivo, esto ocurre fuera del radal fiscal. 

Un hombre entrega unos billetes de cien euros

En la práctica, la Agencia Tributaria no suele perseguir estos movimientos microeconómicos familiares por su escasa relevancia recaudatoria. Es algo lógico, no se trata de economía sumergida ni nada similar. No obstante, el peligro real este Sant Esteve no es tanto una inspección fiscal, sino los sistemas automatizados de la propia entidad financiera. Los bancos operan con algoritmos de vigilancia contra el blanqueo de capitales diseñados para detectar patrones inusuales en tiempo real.

Bloqueo preventivo

Si una cuenta —especialmente si es de un menor o tiene poca actividad habitual— recibe de golpe diez transferencias de distintos emisores en el lapso de una hora, el sistema puede interpretarlo como una anomalía. Las entidades financieras tienen la obligación legal de monitorizar los flujos de dinero y, ante la duda, los algoritmos pueden proceder al bloqueo preventivo de la cuenta o de la operativa digital hasta que el titular justifique el origen de esos fondos entrantes.

Imagen de archivo de una aplicación de pago con Bizum Europa Press

Para evitar que la entidad congele la operativa por "movimientos sospechosos", el campo del concepto se vuelve fundamental. Dejarlo en blanco o usar términos en broma es un error. La claridad es la mejor defensa: indicar "Regalo Sant Esteve", "aguinaldo" o un derivado facilita la trazabilidad del dinero y sirve de justificación inmediata si el departamento de cumplimiento normativo pidiera explicaciones sobre por qué un adolescente ha ingresado 300 euros en una sola mañana.

Límites operativos

Además de la vigilancia antiblanqueo, la propia herramienta de pago tiene sus topes. Aunque el límite para declarar obligatoriamente a Hacienda es de 3.000 euros --algo improbable en un aguinaldo--, Bizum suele restringir la operativa a unas 60 operaciones recibidas al mes por usuario. En familias muy numerosas, donde un solo padre o madre centraliza la recaudación de todos los tíos y abuelos para varios hijos, es fácil rozar este techo operativo en un solo día festivo.

Más allá de la fiscalidad y la operativa, este Sant Esteve digital transforma la educación financiera doméstica. El billete físico enseñaba a los niños el valor tangible y finito del dinero; el saldo en pantalla es más etéreo y se gasta con mayor facilidad. Aun así, la comodidad manda. Hoy, el vers seguirá recitándose con la misma entonación que hace cincuenta años, pero la recompensa ya no olerá a papel moneda. La tradición sobrevive, pero ahora lo hace bajo la atenta mirada de los servidores informáticos.

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