La economía española encara un nuevo ciclo marcado por el agotamiento de los motores que impulsaron la recuperación tras la pandemia. El turismo empieza a mostrar señales de moderación, la industria avanza con menos brío y los fondos europeos, que actuaron como estímulo extraordinario, comienzan a perder intensidad. En este contexto, las comunidades autónomas se preparan para un escenario donde el crecimiento será más desigual y dependerá, cada vez más, de su capacidad estructural.
Este cambio afecta de manera distinta a cada región. Algunas avanzan hacia un modelo guiado por la productividad y la atracción de talento, mientras que otras mantienen todavía un margen de expansión gracias a la disponibilidad de mano de obra y a una mayor dependencia de la demanda. Las previsiones trazan un mapa económico en plena transición donde las diferencias territoriales se acentúan, pero también revelan oportunidades para quienes puedan consolidar un tejido productivo sólido.
Cataluña destaca
A partir de aquí, Cataluña emerge como una de las economías más dinámicas del país. Según las previsiones de Funcas para 2025 y 2026, la comunidad crecerá un 2,8% en 2025, impulsada por un sector servicios de alto valor añadido, similar al que sostiene el avance de Madrid. Este crecimiento se sitúa cerca del de las regiones que liderarán el próximo ejercicio —Baleares, Canarias y Andalucía— y confirma la fortaleza de la economía catalana en un momento de transición para el conjunto del Estado.
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En 2026, la desaceleración será generalizada en todo el país. Aun así, Cataluña mantendrá un ritmo destacado, con un 2%, superando la media nacional prevista por Funcas, del 1,9%. El territorio volverá a aparecer en el grupo de comunidades que resisten mejor el frenazo económico, gracias a la combinación de servicios avanzados, dinamismo empresarial y un mercado laboral que continúa ajustándose.
Cambio de fase
Uno de los elementos más relevantes del análisis es el cambio de modelo productivo que atraviesa Cataluña. La comunidad se acerca a mínimos históricos de paro, situándose muy próxima a regiones tradicionalmente líderes en empleo como País Vasco, Navarra o Aragón. Esta reducción del desempleo obliga a replantear las bases del crecimiento económico, ya que el margen de incorporación de nuevos trabajadores nacionales es cada vez más limitado.
El paro sigue bajando en Cataluña
En este escenario, toman protagonismo los factores de oferta. Tanto Cataluña como Madrid dependen ahora, en mayor medida, del aumento de la población activa y de la productividad para sostener el avance económico. Cuando la demanda deja de ser el motor principal, la capacidad de atraer talento y mejorar la eficiencia del tejido productivo se convierte en condición imprescindible para mantener el ritmo de expansión.
Presión demográfica
La llegada de inmigración laboral ha sido clave para explicar el desempeño reciente de Cataluña. La comunidad es una de las tres regiones que más inmigrantes recibe en términos absolutos, junto con Madrid y la Comunidad Valenciana. Entre las tres concentran el 56% de la población extranjera que se incorpora al país. Esta entrada masiva de trabajadores ha permitido reforzar el mercado laboral, compensar la pérdida de población española y sostener la actividad económica.
La inmigración no solo influye en la población total. Según Funcas, aproximadamente el 40% del empleo creado desde 2022 en España ha sido ocupado por personas extranjeras. En la actualidad, más del 14% de los afiliados a la Seguridad Social pertenecen a este colectivo. En una comunidad como Cataluña, con tasas de paro reducidas, este fenómeno tiene un impacto directo en la capacidad de crecimiento y en la presión sobre servicios esenciales.
Retos inmediatos
Este nuevo equilibrio plantea desafíos. Con una base laboral que crece y una economía que demanda mano de obra cualificada, Cataluña necesita ampliar su oferta de vivienda y reforzar la formación para evitar cuellos de botella. La inversión en capital humano será determinante para asegurar que la productividad avance al mismo tiempo que la población activa.
Al mismo tiempo, la desaceleración prevista para 2026 exigirá adaptarse a un escenario donde el turismo y la industria, dos pilares históricos, aportarán menos dinamismo. Cataluña se mantiene en una posición sólida, pero la continuidad de este liderazgo dependerá de su capacidad para consolidar un modelo basado en innovación, talento y estabilidad empresarial.
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