El problema de la vivienda no solo afecta a quien quiera emanciparse en una ciudad accediendo a una casa o piso. Ahora, también es uno de los principales problemas para los que inician sus estudios universitarios o los que buscan oportunidades profesionales fuera de sus ciudades o país.
En España, el acceder a la vivienda es una de las principales preocupaciones y es que el precio no para de subir al alza, hay comunidades autónomas donde estos han duplicado las cifras en la última década.
A ello, se suma la escasez de oferta de viviendas, la precariedad laboral y la presión creciente por el turismo, siendo estos los principales factores que está agravando la crisis estructural de la vivienda.
En el caso de Barcelona, hay más demanda que oferta y dentro de esta curva es digno de estudio los precios inaccesibles que pueden encontrar, teniendo que asumir un precio medio de alquiler supera los 450 euros por habitación más gastos aparte, siendo la capital catalana una de las ciudades más caras de España.
"Obsesión nacional"
En este contexto, hay una frustración y preocupación global en torno al mercado inmobiliario, siendo la vivienda es una "obsesión nacional". Diego Parrilla, ingeniero, inversor y economista especializado en burbujas económicas, explica, en el pódcast de David Jiménez, que el aumento descontrolado de los precios de las casas, que se han disparado en los últimos años, no se debe a que la vivienda en sí sea intrínsecamente cara, sino a un efecto directo de la pérdida del poder adquisitivo del dinero.
Asimismo, defiende que la rabia que siente la gente al ver que el precio se ha duplicado es comprensible, pero es una consecuencia directa de que lo que el euro compraba hace cinco años "no tiene nada que ver" con lo que compra hoy.
Esta situación es el resultado de la mayor inyección monetaria de la historia, tanto en tamaño como en velocidad, que se produjo tras el COVID. Esta inyección genera un efecto "brutal" y multiplicador en los precios.
En lugar de pensar que las casas están caras, la realidad es que "tus euros valen menos". Un billete de 100 euros de hace 10 años no compra lo mismo que uno de hoy, ya que compra "mucho menos". Por ende, “La casa que no compré hace 5 años, hoy vale el doble”.
Además, el problema de la inflación real se ve agravado porque el Índice de Precios al Consumidor (IPC) puede no ser representativo de la verdadera inflación que vive una persona.
Si el sueldo o la pensión están ligados a un IPC que no refleja la realidad (por ejemplo, el termómetro dice que la inflación sube un dos, pero la cesta de compra real subió un diez), el individuo pierde poder adquisitivo progresivamente. Esto se traduce en que la gente nota que antes podía permitirse ir a cenar cinco veces al mes, y ahora solo una.
