Linda Thompson (nacida Linda Pettifer, Londres, 1947) nunca ha despertado mucho interés en España, ni con sus discos en solitario (cinco, incluyendo el recién aparecido Proxy Music) ni con los que grabó con el que fue su marido entre 1972 y 1982, el gran Richard Thompson, uno de los fundadores de Fairport Convention, al que tampoco hemos hecho mucho caso por estos lares. Sola o acompañada, Linda ha practicado un folk pop muy brillante y, no contenta con eso, ha echado al mundo, a medias con el señor Thompson, al interesante cantautor Teddy Thompson y a la espléndida cantante Kamila (firma Kami), que está al frente del grupo The Rails junto a su marido, James Walbourne.

Para quienes no la conozcan, no se me ocurre nada mejor que recomendarles su último disco, Proxy Music, en el que no canta porque no puede: Linda sufre desde hace años de disfonía espasmódica, molesta condición que imposibilita usar la voz para cantar (ya estuvo sin poder hacerlo entre 1982 y 1984); así pues, estamos ante un disco de Linda Thompson por personas interpuestas, seleccionadas entre un brillante grupito de amigos y familiares: sus hijos Teddy y Kami, los hermanos Rufus y Martha Wainwright (hijos de su amiga Anna McGarrigle, del dúo The McGarrigles), John Grant (el hombre que huyó a Reikiavik cuando Sinead O´Connor le pidió públicamente que la sodomizara, ¡y aún no ha vuelto, pese a que el peligro ha pasado de la peor manera posible, con el fallecimiento de la magnífica, melancólica y bipolar artista irlandesa!), los gemelos escoceses separatistas The Proclaimers (exacto, los de A thousand miles, hit inmarcesible), Eliza Carthy o las hermanas Unthank, cuyo grupo se llama, lógicamente, The Unthanks.

Estamos ante eso que los anglosajones definen como un labour of love. Linda compuso o coescribió once canciones y se encontró con que su maldita disfonía le impedía cantarlas. En vez de deprimirse, siguió el ejemplo de Ringo Starr y optó por lo de solicitar a little help from my friends. Las canciones eran espléndidas, y las versiones de amigos y familiares también lo son, conservando la previsible gracia del original y añadiendo un necesario toque personal (es asombroso cómo Rufus Wainwright ha logrado convertir Darling this will never do en lo más parecido a un tema perdido de Cole Porter).

Linda Thompson

Además de no deprimirse, la señora Thompson optó por el humor para el título y la portada de Proxy Music (que podríamos traducir por Música por delegación), en la que se reproduce la foto del primer álbum de Roxy Music con la propia Linda ocupando, a sus 77 años y con una sonrisa de palmo y medio, el lugar de la pin up elegida por Bryan Ferry en 1972 para ilustrar el debut de su banda.

El resultado ha sido espléndido. Haciendo de la necesidad virtud, como el presidente Sánchez, pero bien, Linda Thompson ha fabricado uno de sus mejores álbumes sin estar presente en él. Demostrando, eso sí, que sigue siendo una excelente compositora y letrista. Puede que hacerse con Proxy Music sea una manera un tanto peculiar de acercarse a la obra de la señora Thompson, pero es un disco tan hermoso que puede suscitar el interés de quienes la descubran con él y llevarlos a adquirir sus viejas grabaciones en solitario o en compañía de su actual ex marido (quien, por cierto, sigue en plena forma, aunque aquí nos empeñemos en ignorarle).

Proxy Music está producido eficazmente por Teddy Thompson y ha contado con la colaboración entusiasta de una serie de gente dispuesta a echarle una mano a la pobre mudita (esperemos que la cosa sea temporal, como sucedió hace cuarenta años), bondadosa acción que tiene, además, algo de homenaje a esta mujer que en el Reino Unido está considerada como un national treasure, expresión británica que no se usa con tanta frecuencia en otros lugares del globo. No sé si estamos ante el primer disco cantado por delegación (gracias a una pandilla de brillantes testaferros), pero sí ante uno de los mejores y más estimulantes que uno haya escuchado jamás.