Sabía de su existencia, lo seguía en Facebook, había escuchado un par de canciones suyas (que me habían gustado) y teníamos un amigo en común (el músico electrónico César Sala, alias Chop Suey, con el que fabricó un tema a medias que está colgado en Spotify), pero confieso que nunca se me había ocurrido comprar ninguno de sus once discos. Les hablo del cantante y compositor Steven Munar Smith, padre mallorquín y madre británica, 53 años y orgullosamente canoso, que lleva los últimos veinte viviendo en Barcelona y tratando de sacar adelante su peculiar carrera, primero al frente del grupo The Tea Servants y ahora en solitario. Tenía el hombre el aspecto de ser uno de esos secretos bien guardados en los que abunda la música pop, y cuando tuvo el detalle de enviarme su último disco, Family, que es espléndido, pensé que estaría bien conocerlo y que me contara su vida, así que quedamos para tomar un café.
Family es un disco precioso, más intemporal que anticuado, que podría haberse grabado a finales de los 60 o principios de los 70, en plena edad de oro del folk-pop-rock británico de Nick Drake, John Martyn o Fairport Convention. Lo ha editado un pequeño sello barcelonés que no sé cómo llevará la distribución, pero confío en encontrármelo reseñado un día de éstos en revistas londinenses como Mojo y Uncut (aunque ambas tengan fama de no sacar en portada a nadie menor de 70 años, normal por otra parte, pues los jóvenes ni compran discos ni leen en papel).
Aunque Family, cantado enteramente en inglés, remita a una larga tradición británica, cuando te topas con Steven descubres que es un genuino mallorquín que salpimienta su conversación en castellano con frases y expresiones típicamente baleares (usadas, eso sí, en ese tono tan británico que atiende por self deprecation). Según me contó, su padre, de joven, era uno de esos mallorquines especializados en ligar con turistas extranjeras (lo que se conoce localmente como picador, aunque ese término suele reservarse para los camareros de hotel que aprovechaban cualquier ocasión para cepillarse a extranjeras de más o menos buen ver: ¡la ocasión la pintan guiri!). Una noche, el señor Munar se cruzó con la señorita Smith, originaria de la localidad balnearia cercana a Londres de Brighton, donde los mods y los rockers se zurraban a pedradas en los años 60, surgió el amor y luego vinieron al mundo Steven y su hermano menor. Con la señorita Smith venían un montón de discos de los Beatles, los Stones, los Kinks y demás luminarias de la época que fueron la banda sonora del pequeño aspirante a cantautor.
Rarezas para 'the happy few'
Cuando le pregunté por qué no se había mudado a Londres en vez de instalarse en Barcelona, me respondió con otra pregunta, de una mallorquinidad insuperable: “¿Y qué pinto yo en un país con un clima espantoso en el que llueve todo el rato? Como buen isleño, necesitaba un sitio con mar, lo cual dejaba Madrid fuera de la ecuación. Y así fue cómo caí por aquí y me quedé, dando clases de inglés, que es de lo que vivo, porque con los bolos y las ventas de los discos no se llega a fin de mes…”
Steven Munar Smith no ha triunfado, pero sí se ha convertido en eso que los franceses denominan un succès d'estime. Cuando hay algo de monises, actúa con grupo. Si el organizador del concierto de turno anda tieso de pasta, el hombre actúa a voz y guitarra pelada. A trancas y barrancas, ha conseguido grabar doce álbumes, el último de los cuales, insisto, vale muchísimo la pena, aunque no saque a su responsable de su condición de rara avis del pop español. Condición que no parece preocuparle lo más mínimo y que tal vez cambie con Family, un disco que incide en la amistad y el amor como leit motiv, pero sin intenciones de sermonear. Pese a su indudable sentido del humor, Steven asegura sentirse interpelado por la trascendencia, aunque sin adscribirse a credo alguno. Fan de Nick Cave, reconoce que el australiano sobreactúa un poco últimamente en su papel de profeta del pop. Les ahorro nuestros comentarios sarcásticos sobre Bono por si hay algún fan de U2 entre mis queridos lectores.
Me temo que el actual panorama pop -cuando el rock ha perdido la relevancia de la que gozó en mi juventud- está lleno de secretos bien guardados, tanto a nivel nacional como internacional. Son esos discos que uno encuentra entre las reseñas de Mojo y que luego encarga a Amazon.co.uk para no poder comentarlos con nadie cuando le llegan, pues son rarezas para the happy few. Yo diría que el excelente y emotivo Family forma parte de esas rarezas que ayudan a los de mi edad a perseverar en nuestro amor por el pop en una época dominada por divas, raperos y devotos del reguetón. El señor Munar, que cita entre sus influencias a David Bowie o los Talking Heads, va por libre y es difícil de adscribir a un género concreto, pero su Family, por si les sirve de algo (aunque lo dudo), me ha llegado al alma.