El músico y guitarrista de blues B.B. King

El músico y guitarrista de blues B.B. King DANIEL ROSELL

Músicas

B.B. King: Érase una vez en el Delta

El periodista Daniel de Visé, Premio Pulitzer, traza en El Rey del Blues. Ascenso y reinado de Riley Blues Boy King (Libros del Kultrum) una soberbia biografía-río de uno de los últimos y legendarios personajes de la música afroamericana

8 septiembre, 2023 19:00

No existen los mitos de una pieza. Todos los héroes son una construcción imaginaria donde la memoria, la fábula y la realidad terminan confundiéndose, sin que quede del todo claro qué parte es fiel a los hechos y describe la naturaleza de individuos inequívocamente ciertos, y cuánto hay de aspiración colectiva, camuflada bajo la forma un retrato fingido. Fabricamos mitologías para dar sentido a aquello que no lo tiene, creando así un significado sobre el vacíoSi muchas de ellas han perdurado durante siglos, a veces con lecturas contradictorias, no es sólo gracias a la literatura –Ulises siempre es inmortal en los versos de Homero– sino que se debe a que el cimiento que las sustenta encima de su pedestal no es la verdad, sino la esperanza que los hombres que las concibieron depositaron sobre su memoria. 

B.B. King, 'the Beale Street Blues Boy', en 1948 con 23 años posa para un anuncio de la estación de radio  WDIA de Memphis

B.B. King, 'the Beale Street Blues Boy', en 1948 con 23 años posa para un anuncio de la estación de radio WDIA de Memphis

Todos estos rasgos confluyen en la persona de Riley Ben King (1925-2015), la última de las grandes leyendas del blues del Delta del Mississippi, más conocido por el falso nombre (artístico) de B.B. King, cuya trayectoria vital dibuja un arco equiparable a la llama que encendieron los profetas bíblicos para anunciar un porvenir que tenía que ser mejor, y que se parece a las máscaras de teatro que escondían la faz de los antiguos trágicos griegos. Verdades en las que uno decide creer y mentiras que, en cambio, prefieren ignorarse. 

El periodista norteamericano Daniel de Visé, Premio Pulitzer, lo demuestra en una soberbia biografía, editada en español por Libros del Kultrum, con traducción a cargo de Íñigo García Ureta, sobre este músico de leyenda que, atado a su guitarra Gibson ES-335 (bautizada como Lucille), salió a comienzos del pasado siglo de las plantaciones y los campos de algodón del Sur de Estados Unidos para corregir a fuerza de voluntad un destino que lo condenaba a la pobreza, el racismo y la miseria, y que convertiría en un triunfo.

'King of the Blues'

'King of the Blues'

Su historia –Rey del Blues. Ascensión y reinado de ‘Blues Boy King’ – comienza mal y termina regular –con las disputas por una herencia que sumaba tres millones de dólares–, pero el recorrido, que el periodista norteamericano narra en orden cronológico, abriendo el relato a un sinfín de meandros, es una biografía-río que contiene los instantes altos y bajos de una vida irrepetible. No es la de Cristo, por supuesto, pero tiene ingredientes similares.

Un niño pobre como una rata, nacido en el seno de una familia efímera –su madre, que lo dejó huérfano con diez años, abandonó a su padre–, criado a salto de mata por abuelos y parientes secundarios, un lobo solitario que nunca llegaría a acabar los estudios básicos y que para sobrevivir recogía algodón o conducía tractores, convertido en el monarca de la guitarra eléctrica, señor de una música poderosa donde el sentimiento importa más que la técnica. Un cristiano baptista que tocaba la música del diablo. Una fiera sexual que no pudo tener hijos naturales –a pesar de los reconocidos legalmente como tales– porque en su infancia un carnero lo desgració para siempre, pero que hizo del culto a las mujeres su mayor obsesión (la segunda fue la comida)

Póster de BB.King y Bill Harvey

Póster de BB.King y Bill Harvey

King murió plácidamente hace en su casa de Las Vegas mientras dormía. Tenía 89 años y una demencia avanzada. Parecía agotado. El tiempo lo había desgastado físicamente, pero en absoluto lo había vencido. Más bien sucedió lo contrario: él movió las agujas de su reloj en sentido opuesto a las horas establecidas. En sus casi nueve décadas de vida hizo de todo: cantar oraciones en la iglesia, tocar la guitarra en una esquina cualquiera a cambio de la voluntad, deslumbrar a los viandantes de Beale Street, en Memphis, donde empezó como pinchadiscos; subirse a la antigua horca de una cárcel en Cook (Chicago) para arrancar de la garganta de los reclusos negros ovaciones de desesperación, viajar sin descanso durante décadas, entusiasmar a músicos blancos, dar conciertos cada día e invertir sus ganancias –no siempre con fortuna– en diversos negocios. De aparcero muerto de hambre pasó a ser millonario. Y todo gracias a la magia de sus manos. No hay muchos hombres que puedan decir lo mismo. 

Un joven Riley King con su esposa Martha Lee Denton

Un joven Riley King con su esposa Martha Lee Denton

El libro de De Visé, que tiene más de seiscientas apasionantes páginas, es una obra de arte. Una fusión –casi indestructible– entre un relato de iniciación y superación vital, un tiempo histórico esfumado, un territorio geográfico donde la vida y la muerte son las dos caras de la misma moneda y una cultura marginal cuyas piezas de museo todavía conservan la vida: las viejas grabaciones de pizarra –precursoras de los discos vinilo– en las que una galería de músicos autodidactas, irrepetibles y vagabundos expresan toda la amargura del ser humano.

La biografía del periodista norteamericano mezcla las peripecias de su protagonista con un retrato topográfico del Delta, de donde salieron (en dirección al Norte) todos los artistas que hicieron que el blues, cuyo origen exacto es desconocido, y que probablemente surge como un desecho de los ancestrales cánticos de los esclavos africanos –como los bisabuelos de King–, se convirtiera en una música soberbia. El libro destaca por su meticulosa investigación documental, que incluye entrevistas y testimonios, pero sobresale por su estructura dramática y su capacidad para emocionar. Tiene el poder de fabricar una épica –de corte moderno– que explica a un personaje que fue el punto final de una estirpe. La extinción de un mundo. 

'Indianola Mississippi Seeds'

'Indianola Mississippi Seeds'

Nunca habrá otro B.B. King, aunque continúen deslumbrándonos otros muchos guitarristas, porque las condiciones que hicieron posible al personaje son irrepetibles. Si un artista es hijo de su tiempo y esclavo de sus circunstancias, el caso de Riley King es modélico. Nacido poco antes de la Gran Depresión, que en el Delta cayó como una bomba atómica, King era tartamudo y se crió en una sociedad donde los campesinos negros, además de trabajar para los blancos, estaban atrapados en un eterno ciclo de deudas con sus amos, que se comía el trabajo que hacían con sus brazos.

Había venido al mundo en el peor sitio y en el peor tiempo. Vivía en una choza sin agua corriente ni electricidad. Y carecía de cualquier perspectiva digna de semejante nombre. La esclavitud se había abolido por entonces, pero el racismo, no. 

'BB.King. El Rey del blues'

'BB.King. El Rey del blues' LIBROS DEL KULTRUM

Un día, en la iglesia, donde iba a mirar a las chicas, se topó con Archie Fair, un reverendo negro que acompañaba sus sermones con música tocada con una guitarra. Fue la primera vez que vio el instrumento que cambiaría su existencia, pero entonces aún no existía Lucille, sino Silverston o Stella: dos marcas de guitarras modestas que usaron casi todos los pioneros del blues, que carecían de medios económicos para vestirse y para tener un artilugio decente. En la iglesia, claro está, no se tocaba la música del diablo, sino la del Señor. Gospels y cantos de alabanza a Cristo. Himnos de redención mística. Música hecha para infundir esperanza a quien carece de verdaderos motivos para sentirla. 

'B.B. King live in Cook County Jail'

'B.B. King live in Cook County Jail'

King comenzaría a cantar espirituales –años más tarde grabaría muchos en algunos discos memorables– sin guitarra, porque todavía no sabía tocarla bien y el manual que se buscó para aprender a hacerlo no sirve de mucho cuando tu instrumento se limita a una cuerda tensada sobre el palo de una escobaPero la fe mueve montañas, y Riley, al que la vida comenzaría a castigar con severidad –orfandad temprana, traslados constantes, hambre–, estaba dispuesto a subir a la cordillera.

Para llegar a la cima tuvo que aprender que es la casualidad quien guía nuestros pasos. Mirar a otros. Atreverse a todo, que es lo que conviene hacer cuando no tienes nada, ni siquiera mucho que perder. Y recorrer muchos kilómetros: quince mil conciertos en noventa países. Un rasgo que distingue a los artistas verdaderamente grandes: no hay escenario pequeño porque en cada uno de ellos quien te espera es tu público.

'King of the blues'

'King of the blues'

De Visé trasciende el relato biográfico para explicar con sumo detalle la placenta misma en la que nació la música afroamericana, convirtiendo su libro en un excelente ensayo sobre la evolución de la cultura negra. Trata desde el jazz de Nueva Orleans, la música popular en las primeras décadas del pasado siglo, hasta el country, el estilo rústico de los trabajadores blancos pobres. E incluye una guía de influencias que ayuda a rastrear las fuentes a partir de las cuales King construyó su singular estilo como guitarrista. 

En ellas figura en primer lugar Lonnie Johnson, cuya original forma de tocar –con notas sostenidas sobre una sola cuerda, en lugar de mediante acordes, gracias a un uso imaginativo del vibrato– se debe a que ejerció de violinista antes que como guitarrista. Le siguen Blind Lemmon Jefferson, Sonny Boy Williamson o T-Bone Walker. Músicos que, a excepción de Williamson, armonicista, convirtieron la guitarra en un instrumento solista.

Edición en inglés de 'King of the Blues'

Edición en inglés de 'King of the Blues'

King siempre quiso ser un cantante de gospel, pero terminó tocando blues porque, al curtirse como músico ambulante, descubrió que la gente no pagaba por oír himnos espirituales. Para eso ya estaban los tabernáculos. En cambio, no dudaba en aflojar algunos dólares para los intérpretes que usaban el blues para hablar de sexo –con canciones llenas de dobles sentidos que ocultan una evidente vocación de procacidad–, maltrato, muertes, desengaños y sufrimiento. El público mandaba y, como dijera Lope de Vega en su Arte Nuevo de componer comedias, “porque como las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle gusto”. 

Su música es la destilación última de todos estos ingredientes. Una suma de afluentes. Sus sencillos de los años cincuenta, como Three O’Clock Blues, que fueron su mejor época, encierran el espíritu de un arte que canta a la auténtica existencia, sucia y correosa, pero llena de belleza. Realismo crudo. El dolor de cada jornada y la alegría de seguir con vida y no haber caído muerto por un rayo. “Todos tenemos héroes, pero trata siempre de ser tú mismo”, decía. Parece un buen consejo para alcanzar la redención.