El norteamericano Lou Reed (Nueva York, 1942 – 2013) ha pasado a la historia como una figura ejemplar del rock & roll, pero en sus inicios fue un folkie más, en la estela de Bob Dylan, que interpretaba sus canciones a voz y guitarra, apoyadas esporádicamente por una armónica. Nadie había oído a ese Lou Reed hasta ahora, casi diez años después de su fallecimiento, al aparecer en su oficina una cinta fechada en 1965 que recoge temas que luego utilizaría con The Velvet Underground o para su carrera en solitario, junto a canciones tradicionales y hasta una versión del tema de Dylan Don´t think twice, it´s alright. Dicha cinta se ha convertido en un disco titulado Words & Music May 1965, que podría haber sido un nuevo intento de hacer dinero a costa del difunto (bueno, algo de eso hay, ¿para qué negarlo?), pero constituye una interesante rareza para los devotos de esa música moribunda que es el rock & roll y para los fans de Reed deseosos de hacerse con absolutamente todo lo que grabó (en la portada pone Lou Reed Archive Series Number One, lo que permite intuir que igual aún no se han acabado las sorpresas con respecto a nuestro hombre, recordemos que Jimi Hendrix, por citar un caso extremo, publicó más elepés muerto que vivo).
Aunque las discográficas se dediquen últimamente a promocionar el vinilo para hípsters (formato que cuesta el doble que el CD) y a amortizar hasta la náusea discos con los que llevan años forrándose a base de ediciones trufadas de descartes, conciertos en DVD o siete versiones de la misma canción (véase lo que han hecho con la súper reedición del Hunky Dory de David Bowie, sin ir más lejos), la publicación de Words & Music May 1965 va en una dirección distinta a la usual explotación de material vetusto que representan esas reediciones llenas de añadidos innecesarios y dirigidas a melómanos de la tercera edad.
El rescate de la cinta en cuestión nos muestra a un Lou Reed al que no habíamos oído nunca, a una especie de folkie del Greenwich Village muy alejado del sujeto que fundó a los Velvets unos años después bajo el patrocinio de Andy Warhol. Es un Lou Reed primitivo, rupestre, forzosamente austero, pero que ya se muestra como un compositor formidable. Cuenta con su compadre John Cale en algunos temas –haciendo coros, generalmente, salvo en Wrap your troubles in dreams, que no aparecería en ningún disco de los Velvets, pero sí en el primero de Nico, Chelsea girl-, pero lo principal es su voz y su guitarra (y a veces su armónica), cantando canciones que nos suenan inevitablemente porque ya las habíamos oído en sus versiones definitivas y canónicas, canciones como I´m waiting for the man, Heroin o Pale blue eyes, que, desprovistas del bien estructurado ruido de The Velvet Underground, aparecen como sencillas e inocentes folk songs.
En el salón de tu casa
Con Words & Music May 1965 conocemos, finalmente, la prehistoria de Lou Reed y nos hacemos una idea aproximada de quién era antes de ser el Lou Reed que todos conocemos. Pese a lo rupestre de la grabación, los esfuerzos invertidos en su restauración han arrojado un feliz resultado: es una serie de maquetas de canciones aún por desarrollar, cierto, pero la sensación de cercanía e inmediatez que generan en el oyente las hace especialmente atractivas, pues es como tener en el sofá de tu casa a Reed y Cale cantando en exclusiva para ti. Frente a otras iniciativas que solo pretenden sacarles los cuartos a los pobres desgraciados de una cierta edad que se resisten el encanto de Spotify porque les gusta tener un estuche en la mano mientras escuchan un disco, la de rescatar esas grabaciones que van de 1958 a 1964 supone un añadido de interés para los seguidores del artista (nada que ver con sacarte 130 euros con la mega reedición del Revolver de los Beatles, por poner otro ejemplo tan reciente como el de Hunky Dory).
Pero lo mejor de Words&Music no es que contribuya a la felicidad de los completistas (que también), sino que te pone en contacto con un Lou Reed que no conocías de nada y que ya apuntaba maneras mientras Dylan lo petaba, algo que, a fin de cuentas, nunca consiguió nuestro hombre, ni con los Velvets ni en solitario. Escuchar a alguien que empezaba cuando lleva casi diez años muerto tiene un componente algo mórbido, pero también entrañable, pues captas al futuro mito en sus inicios y compruebas que sus primeros temas no eran meros balbuceos, sino estupendas canciones a las que, tal vez, les faltaba un hervor electrificado (Electricity comes from another planet, cantaría Lou en Inside of your heart). En resumen: una exhumación muy digna de agradecer cuyo principal motivo no es, por una vez, seguir explotando a un cadáver, sino mostrárnoslo como el veinteañero neoyorquino que fue y que, a falta de una banda de acompañamiento, sonaba como un folkie. Hay más casos parecidos. Pensemos en la evolución del folk al rock a cargo de Marc Bolan y su T. Rex.
O en el primer disco oficial de Bowie, donde solo Space Oddity se escapa, y no del todo, al tono folk que planea sobre toda la obra. O en una canción de los primeros Stones como Sitting on a fence. Aunque ya nos sepamos de memoria muchas de las canciones de Words & Music, merece mucho la pena hacerse con este disco, pasando olímpicamente de los tocomochos a costa de Revolver o Hunky Dory: no hay mejor manera de hacerse la ilusión de que tienes a Lou en el salón de tu casa cantando Pale blue eyes exclusivamente para ti.