Francisco Gaudier (Barcelona, 1947) muestra una gran actividad. Sigue contento tras celebrar el 175 aniversario del Círculo del Liceu, del que es presidente desde 2018. Organizó un encuentro con los reyes de España, con motivo de la celebración y asegura que el diálogo fue muy provechoso. Hijo y nieto de la burguesía textil catalana, Gaudier disfruta con la música. Pero tiene otros intereses culturales. En esta entrevista con Letra Global se centra en el Liceu, con el referente que representa en España el Teatro Real. Sin dudarlo, asegura: "En el Liceu es impensable pagar el doble en un estreno como pasa en el Real".
--Pregunta: ¿Cómo se valora el Liceu desde el Círculo del Liceu?
--Respuesta: El Liceu está enfrascado en lo mismo que otros teatros de ópera, en cuadrar las cifras. En nuestro caso queda la rémora, todavía, de la reconstrucción, y lo importante es que las temporadas resulten neutras, que no se pierda dinero y se cumplan los presupuestos, con las aportaciones de las administraciones. El público es el que es, y se puede buscar algún título interesante con poca venta y equilibrar con los repertorios que venden más. Pero solo hay que mirar lo que hace Londres, o París, o Berlín o Viena para entender que los grandes teatros los subvenciona el estado. Hay óperas que pueden tener un menor peso comercial, pero tampoco debe haber muchas obras así, porque, entonces, no se cuadran los números.
--¿El Teatro Real tiene más capacidad, como apuntan algunos críticos de ópera?
--Quizá hay más dinero, no digo que no. Es la capital de España y esa capitalidad tiene sus efectos. Genera más recursos. Pero no creas que todos están tan contentos. Hay una cosa que practica el Real que sería díficil aquí. En el Liceu es impensable pagar el doble en un estreno como pasa en el Teatro Real. No en los inicios de temporada. Me refiero al estreno de cada obra, que se cobra el doble y se llena. Aquí, repito, es impensable. En la Escala de Milán se pagan fortunas, pero no lo he visto en más sitios. No sé quién lo paga, si las compañías o los particulares. Pero me imagino que se trata de dejarse ver, porque aparece el rey y va todo el mundo. Aquí, por lo menos en mi caso, se prefiere acudir el segundo o el tercer día del estreno al entender que la obra está más rodada.
--Igual lo que ha pasado es que Barcelona ha perdido peso económico.
--Es la mentalidad, que es distinta. Aquí se ofrece dinero para una determinada acción en el Liceu, unas obras en la fachada, o unos arreglos, pero no se paga el doble por un estreno. Es la mentalidad del catalán, entiendo. En todo caso, no pasa en otros sitios. Lo he visto en el Teatro Real.
--¿Su mejor experiencia en los últimos tiempos en el Liceu?
--Siempre me quedo con la última obra, pero guardo muy buen sabor de Il Trovattore, me ha entusiasmo en esta temporada. Yo voy a otras óperas, a Salzburgo, donde soy miembro del Board Internacional en el Festival de Semana Santa, y tengo muy buenas experiencias. No soy para nada nostálgico, pero recuerdo con devoción actuaciones de Caballé, de Plácido Domingo, de Aragall, de Berganza o de Victoria de los Ángeles. Con mi nieto vimos Il Trovatore, y le gustó. Estuvo muy bien. Pero le pasé un aria de Caballé, que es para mí la mejor, de Il Trovatore, y le encantó.
--¿El Liceu compite bien, entonces, dentro del circuito europeo?
--Compite bien, seguro. Pero es como todo, los teatros son más o menos importantes en relación a sus presupuestos. En París hay 1.000 empleados, con atrezzos que se hacen en el teatro, con un ballet, tiene muchas cosas y no se puede comparar. En Londres, con el Covent Garden, hay mucho dinero de los patrocinadores. Pero los cantantes son los mismos en todas partes, y luego están las coproducciones, también compartidas.
--Hay muchos espectáculos y oferta cultural, pero, ¿es la ópera el espectáculo todavía más completo?
--Es el más completo, sin duda. Ahora tendremos un Macbeht con la escenografía de Jaume Plensa, que será algo enorme. Si te gusta la música, nada es comparable a una ópera en directo, como ocurre con el fútbol, para quien le gusta, cuando lo vive en un estadio. Con el público, la música te llega directamente. Vives ese momento.
--El Liceu ha ideado ahora unos abonos para ver óperas desde casa, el mismo día del estreno y días después con la posibilidad de verla desde distintos ángulos. ¿Es una buena opción?
--Es una buena cosa para quien viva fuera, para quien no pueda acceder. Lo hizo el Metropolitan en Nueva York, y perdió algo de público en la ciudad. Pero creo que el espectáculo en vivo no se puede superar. En casa la música te llega a través de un cable. Está bien. Pero no es lo mejor.
--Javier Solana ha explicado que en sus negociaciones con Jordi Pujol, como ministro de Cultura, el Liceu pudo haber sido el gran teatro de ópera de España. Pero Pujol quería que lo fuera en Cataluña y la cuestión es que se remodeló el Teatro Real. ¿Fue una oportunidad perdida?
--Pero, ¿por qué no varios teatros de ópera en España? Madrid lo hubiera tenido igual. Se hubiera alargado en el tiempo aquella situación, pero ese teatro se hubiera creado en Madrid igualmente. Se renovó el Real para la ópera. No le doy más importancia a eso.
--¿El Real recibe un mejor trato por parte de la administración?
--Puede ser. Lo que pasa es que no tiene una orquesta ni un coro propio. Cuando se reinaguró se apostó por eso, por contratar una orquesta. En el Liceu hay más relación y eso implica dinero, con una parte humana que se debe saber gestionar. En Valencia, recuerdo, que a Lorin Maazel le ofrecieron un cheque en blanco para llevar la orquesta. Son modelos distintos.
--¿Francisco Gaudier podía haber sido músico?
--No, y tampoco tuve facilidades. Mi padre vivió la guerra y le interesaba que sus hijos llevaran la empresa. La música la entendió siempre más como un entretenimiento. Iba al teatro más por cuestiones sociales que por la música. A mí me hubiera gustado tocar el piano, pero no tenía un piano en casa. Y cuando lo pedí, no resultó, y lo dejé con el tiempo. Mis nietos sí, tocan el piano, y también lo ha favorecido el colegio.
--Guarda usted buenos recuerdos con Santiago Fisas.
--Sí, porque fui con él a ver muchas óperas. Mi abuelo paterno, con palco en el Liceu, me dijo con 21 años que si encontraba un amigo que me acompañara, me pagaba un abono. Y se lo dije a mi amigo Santi, cuyo abuelo era amigo del mío. Su abuelo también le pagó el abono y fuimos juntos durante años, en el turno B, con dos sillas fantásticas.
--¿Sigue vinculado con él?
--Sí, él estuvo vinculado con la política, y muy ocupado durante mucho tiempo. Ahora está en la junta de gobierno del Círculo del Liceu. Es una amistad irrompible.
--Y, al margen de la música, ¿qué le gusta?
--Tengo gustos muy amplios. Me encanta Los europeos, de Figes, que no he parado de regalarlo a muchos amigos. Y me gusta también Mauricio Wiesenthal, muchos de sus libros, en especial Orient Express. Soy ecléctivo, no me enfoco solo en la música.
--¿Y el cine?
--Iba mucho al cine, pero he visto muchas series en casa con la pandemia. Me pasa que leo críticas de películas que me gustan y cuando voy al cine ya no están en pantalla. Iba mucho al Rialto, en la plaza Francesc Macià. Era el plan de las tardes, ir al cine, que suponía arreglarse mucho. Pero ahora lo veo en casa. En el Círculo retransmitimos óperas y documentales en pantalla grande.
--¿Galerías de arte? ¿Han perdido peso en Barcelona?
--Estaba y está la calle Consell de Cent, aunque ahora todo se ha diluido. Pero ha estado Carlos Durán, con la Galería Senda, o la Galería Carles Taché. No es Nueva York, pero son las que tenemos y están muy bien.
--¿El MNAC está desaprovechado en Barcelona?
--Es posible. La gente se queja de la posible falta de oferta cultural, pero después no va a los sitios. No estamos mal respecto a los museos, con la Fundació Miró, el Picasso, o Caixa Fòrum. Y luego está el MOCO, que me decían que es muy comercial. Y yo digo que está muy bien que sea comercial para introducir a la gente, como ocurre con Il Trovatore para introducir al público a la ópera.