Tània Balló: “Las creaciones del exilio nos pertenecen como historia cultural, no podemos renunciar"
La autora de 'No quiero olvidar todo lo que sé', rescata las mujeres de la generación del 27 que reflejaron una España luminosa que se frustró con la guerra
22 octubre, 2022 21:00Una España que se frustró con la Guerra Civil. Una intelectualidad que se vio obligada a vivir en el exilio. Y lo que pudo haber sido, la España que emergía como país moderno, dio paso a un país oscuro, que retrocedió en muchos campos y que dejó en la estacada a varias generaciones, y, en especial, a las mujeres que se habían implicado en la vida creativa e intelectual, las que se vieron obligadas a vivir en el exilio, pero también las que se sufrieron el exilio interior. Son las artistas de la generación del 27 que se olvidaron, y que ahora han sido rescatadas, a través de diversos proyectos de investigación. Uno de ellos es el de Tània Balló (Barcelona, 1977), productora y directora de cine, que ha publicado el tercer libro sobre las llamadas ‘SinSombrero’, con el título de No quiero olvidar todo lo que sé (Espasa). Balló, en una entrevista con Letra Global, tiene claro que existe una deuda con todas ellas: “Las creaciones del exilio nos pertenecen como historia cultural, no podemos renunciar".
Ballò es responsable de la producción y la codirección, con Serrana Torres y Manuel Jiménez-Nuñez, de Las Sinsombrero (2015) un proyecto coproducido por TVE, y de diferentes documentales en los que rescata la creación de mujeres que sí tuvieron reconocimiento, como María Zambrano o Rosa Chacel, pero también de María Teresa León, Ernestina de Champourcín, Concha Méndez, Marga Gil Roësset, Josefina de la Torre, Rosario de Velasco, Consuelo Berges, Margarita Manso, Ángeles Santos, Maruja Mallo, Delhy Tejero, Lucía Sánchez Saornil, Elena Fortún, Silvia Mistral, Mada Carrreño, Carlota O’Neil, Luisa Carnés, Margarita Nelken, Ruth Velázquez, Carmen Conde, Magda Donato y Celia G. De Guilarte. La autora de Las Sinsombrero señala que es un trabajo “adictivo”, porque todavía queda mucho por hacer. “No están todas las que son, pero es un buen principio”, asegura.
Esas creaciones, con el recuerdo a sus autoras, se pueden ver en la exposición, a cargo de Ballò, organizada por el Teatro Fernán Gómez-Centro Cultural de la Villa en Madrid desde este mes de octubre hasta enero de 2023.
Pero, ¿qué ocurrió? ¿Ha habido una memoria selectiva? Balló comenzó a trabajar en el proyecto en 2009, a partir de la constatación, con un grupo de amigos, de que no había apenas mujeres en la generación del 27, cuando sí se conocía que España, ya desde antes de los años 20, había generado una enorme creatividad por parte de las mujeres, que se iban incorporando con plenos derechos en el mundo cultural e intelectual, desde la llamada Ley Moyano de 1910 que permitía la incorporación de la mujer en la universidad. “En ese momento, cuando vas conociendo nombres, cuando sabes de la vida de muchas de ellas en el exilio, lo que sientes es una especie de traición, porque la vida de ellas no se separa de la de ellos, y me pareció un gesto de historia patriarcal, y me impactó mucho”, señala Balló.
Las historias personales que cuenta Balló, de Lluisa Carnés, o de Carlota O’Neill, constatan una lucha despiadada por la propia supervivencia. Los escritores exiliados también lo hicieron, pero en el caso de las mujeres hubo más condicionantes. Muchas de ellas, exiliadas en Latinoamérica, llegan a países como México con 30 o 35 años. La mayoría sin hijos, que llegarán a tener en esas nuevas vidas, y trabajan para comer, pero no ya para mantener sus carreras artísticas o literarias. “Existe en la mayoría de casos una especie de pacto, al ver que sus parejas están profundamente deprimidas por la ruptura traumática que supuso la Guerra Civil y el exilio: ‘ponte a escribir tu, por lo menos uno de los dos se salva’”. Ese ‘tu’, en la mayoría de casos, pertenece al género masculino.
Escribir artículos, pero sin literatura creativa
Una de las ideas centrales de Balló es que el exilio no puede entenderse en ningún caso como una salvación. “Mi generación, nací en 1977, tiene una imagen o un referente que es Alberti bajando del avión en Barajas. Para mi el exilio ese referente dorado, que no lo fue en absoluto. Está claro que no había represalias físicas, pero las condiciones materiales eran terribles, y, en todo caso, suponía un lugar desolador, solitario. Suponía comenzar de nuevo, y para las mujeres eso supuso una mayor carga”.
La reflexión siempre parte de una premisa: lo que pudo haber sido. Lo que analiza Balló es que muchas de las autoras recuperadas no tienen todavía una obra reconocida. Están a apunto de aflorar, de llegar a ser, en una España que avanzaba a toda velocidad. La guerra lo para todo y lo frustra, y en el exilio ya no hay tiempo para seguir esas carreras profesionales. Silvia Mistral, por ejemplo, “muestra su cansacio por los artículos, porque está claro que se buscan la vida, en el periodismo, en revistas, pero desaparece la literatura creativa. Y eso nos da pie a preguntarnos por las autorías de la literatura española que se han perdido. Las creaciones el exilio, por tanto, nos pertenecen como historia cultural, no podemos renunciar, porque su experiencia va vinculada a nuestra historia”, comenta Tània Balló.
Las SinSombrero –no llevan sombrero como rechazo a una sociedad marcada por los hombres, a diferencia de los referentes literarios anteriores, a los que guardan respecto y admiración, como Rosalía de Castro o Pardo Bazán, o la Baronesa Wilson—mantienen sus diferencias ideológicas. No son un grupo homogéneo, pero sí establecen relaciones de amistad y de ayuda mutua en el exilio. “María Dolores Arana se hará cargo de los niños de Concha Méndez, estableciendo una amistad de por vida, en México”, señala Balló, que recuerda también que algunas amistades estrechas en España se truncan en el exilio. “Ernestina de Champourcín y Concha Méndez eran muy amigas en Madrid, y se distancian, viviendo en la misma ciudad de México, claro que es una ciudad muy grande”. Lo que ocurre, --y es el hilo conductor de Balló en su análisis sobre las mujeres del 27—es que piensan en España como ligazón de esas amistades. Una vez fuera, todo se distorsiona, aunque se logren relaciones de ayuda mutua.
A la pregunta de si se trunca, una especie de tercera España, la más liberal, la que podía engarzar con la mejor tradición europea, Balló prefiere utilizar otros términos, “¿porque cuál es la primera o la segunda?”. Lo que sucede “es que hay una guerra, que destruye, pero es una guerra civil, que todavía es más cruenta y se rompe un sueño, un proyecto de estado que sí, era muy ilusionante, donde las mujeres tenían derechos y la pérdida de la guerra supone una vuelta atrás muy dolorosa”.
El proyecto franquista contra las mujeres
Ese es el núcleo nervioso de España. La vuelta atrás supone la creación de la Sección Femenina, por parte de Franco, que sitúa al frente a Pilar Primo de Rivera. “Es una mujer que jamás pierde el poder, con toda la dictadura por delante. Y mi teoría es que el franquismo tiene claro que el control de la sociedad pasa por el control de la moral de las mujeres, cuyo lugar está en el ámbito doméstico. Es el modelo de mujer para el franquismo, y se regresa al lugar anterior a la República, se rechaza los espacios que se habían ganado”, insiste Balló.
Lo que consigue el franquismo es una dualidad entre las propias mujeres. Algunas artistas y creadoras asumen ese papel anterior. Es el caso de Rosario de Velasco, pintora figurativa, afín a Falange. En una entrevista señala, como apunta Balló, que antes que pintora es madre y esposa. “No se prohíbe la creación, pero siempre que antes se cumplan las tareas de madre y esposa. Esa generación de mujeres sabía que había otras cosas. Y, por tanto, era más duro, porque se dejaba de ser lo que se había sido”, remacha Tània Balló.
La experiencia de Maruja Mallo
¿Qué sitúa sobre la mesa el proyecto de las SinSombrero? Balló tiene claro que se trata de asumir, con todas las consecuencias, de interiorizar para superarlo y rescatar a todos los protagonistas, que el choque de la guerra civil fue y será mayor de lo pensado hasta ahora. Hay casos muy sonados, como el de Maruja Mallo. “Algunas volvieron antes a España, como Maruja Mallo, que se sentía muy sola en Buenos Aires. Su sobrino me lo contaba, que, desgraciadamente ha fallecido hace tres meses. Mallo cuando volvió a Madrid no salía a la calle porque decía que tenía miedo de que Franco la reconociera. Y es que se exilió siendo una pintora reconocida, con exposiciones en Madrid, en París. Y llegó como alguien extraño para el país y con un miedo que no podía superar. En el programa de TVE, A fondo, conducido por Joaquín Soler Serrano, se entrevistó a Mallo, que explica con humor cómo a muchas de las artistas del momento las denominaron las ‘SinSombrero’, en el momento en el que ella, junto a Dalí, se lo quitaban en el centro de Madrid.
Hubo una España de una enorme creatividad, con hombres y también con muchas mujeres. A la Generación del 27 se les reconoció. La mayoría eran hombres. Ahora surgen ellas, las mujeres que habían contribuido a hacer de España un país moderno. Aquello desapareció de la noche al día, con la Guerra Civil. Y en los últimos años van apareciendo ‘ellas’, de la mano de proyectos como el de Balló.