Dante después de Dante
El poeta italiano, de cuya muerte se cumplen 700 años, vinculó en su ‘Comedia’ lo teológico, lo amoroso y lo político e inauguró una vasta red de influencias culturales
15 mayo, 2021 00:10Cada nación tiene un hombre de letras que la representa y que se convierte en sinécdoque (la parte por el todo) de su literatura: en el paso del siglo XVI al XVII, Cervantes en España y Shakespeare en Inglaterra; en el tránsito entre el XIII y el XIV, Dante Alighieri es la literatura italiana antes de que existiera Italia. Se cumplen ahora los siete siglos de su muerte, y se le recuerda. Por descontado, en Italia, pero también, porque su influencia es mucha, en los cinco continentes.
La primera influencia de Dante (1265-1321) se halla ya en la lengua que empleó: en una península itálica muy fragmentada lingüísticamente, al escribir en toscano la Commedia y teniendo esta tal circulación (se conservan ocho centenares de manuscritos, aunque ninguno por desgracia del propio Dante) ya dio a este dialecto una importancia que contribuiría a que se erigiera como la lengua italiana por antonomasia.
Retrato de Dante (1495) pintado por Botticelli
Giovanni Boccaccio escribió su primera biografía, y le dio a la Comedia (no tragedia, porque acaba bien) el sobrenombre de divina. Esto, por el peso de lo teológico en la obra, aunque lo religioso es solo uno de los tres pilares del extenso poema; los otros (a Dante le privaba el tres, como se advierte en la numerología de la obra, empezando por el empleo de la terza rima o tercetos encadenados) son lo político (él era un exiliado) y lo amoroso: Beatriz, que se vincula, como rimando, con el primer tema, al ser la amada la vía trascendente para la unión con Dios.
La Comedia ha sido muy ilustrada: por el colorido Sandro Botticelli, en el blanquinegro de Gustave Doré (como en eco de la disputa entre güelfos negros y blancos), por el visionario William Blake, el ávido de dólares Salvador Dalí, el más moderno y pop Robert Rauschenberg o el mallorquín Miquel Barceló, que ilustró una edición en Galaxia Gutenberg que recuperaba la traducción de Ángel Crespo. Eugène Delacroix pintó La barca de Dante, que en 2022 cumplirá dos siglos.
Otro cuadro a menudo reproducido es Dante y Virgilio en el Infierno, de William Adolphe Bouguereau, pero también la huella se halla en la escultura, con Las puertas del Infierno, de Auguste Rodin, concebidas en colaboración con Camille Claudel. El cómic Sandman de Neil Gaiman delata igualmente una indudable inspiración en la Comedia, y la escuela prerrafaelista de pintura (también poética) miró hacia él, no en vano su campeón era su tocayo Dante Gabriel Rossetti. Saló o los 120 días de Sodoma, de Pier Paolo Pasolini, es una glosa cinematográfica de los excesos descritos en el Infierno.
Francesca da Rimini y Paolo Malatesta observados por Dante y Virgilio (1835) / ARY SCHEFFER
También ha dejado huella en la música, en Liszt, por ejemplo, pero es en la literatura donde ni siquiera cabe hablar de impronta, porque no es la traza de un pie, sino el mismo pie que, vivo, sigue dando pasos. Sus ecos llegan a Chaucer, en Inglaterra, mucho antes de que la Comedia fuera traducida al inglés en 1802. En España Enrique de Villena la tradujo en 1428, y es perceptible en Francisco Imperial y el marqués de Santillana. Igualmente en España (país que nombra cinco veces en la Comedia como Spagna, no como los parciales reinos de Castilla o de Aragón), Andreu Febrer la tradujo al catalán en aquel mismo 1428. Hay también huella en Quevedo, que dio a uno de sus Sueños el título de Camino del Infierno, aunque son notables las diferencias, de temple y ambición, entre él y Dante.
Los estudiosos anotan similitudes y desde hace mucho las describen en los vasos comunicantes de la literatura comparada, pero más que un artículo erudito emociona el hallazgo personal, como cuando el lector se encuentra, en Infierno XXXI, 31, la mención a unos gigantes confundidos con torres que claramente hacen pensar en los molinos de viento y los gigantes; también, del capítulo VIII de la Primera Parte del Quijote. Cervantes también recuerda a Dante cuando Alonso Quijano interroga a los galeotes por los crímenes que cada uno de ellos ha cometido, que es algo que constantemente está haciendo Dante en su recorrido guiado por Virgilio. Igualmente han sido estudiadas las reminiscencias de Beatriz en Dulcinea.
Pirineos arriba, La comedia humana de Balzac es heredera, no solo en su título, de Dante, y Las flores del mal de Baudelaire dialogan con él desde un poema titulado “La Béatrice”, contrafigura infernal de la amada de Dante, y en otros lugares. Y pasando el canal de la Mancha, hay que recordar que los dos mayores poetas victorianos se inspiran parcialmente en la Comedia: de un lado, Tennyson, cuyo Ulises es tanto el de Homero como el recuperado por Dante; de otro, Browning, que dedica su poema narrativo Sordello (seis libros) a Sordello da Goito, compareciente en el Canto VI del Purgatorio.
Pocas generaciones después, la poesía en lengua inglesa fue renovada por dos norteamericanos que vinieron a Europa e injertaron la tradición nuestra en su joven literatura. Ambos habían estudiado lenguas y literaturas romances, y Dante descolló entre sus influencias. Son, naturalmente, Ezra Pound y T. S. Eliot. Para el segundo, Dante “vivió en una época en la que los hombres todavía tenían visiones”; sin embargo, añadió, “ahora nosotros tenemos únicamente sueños y hemos olvidado que ver visiones fue antes una manera de soñar más interesante, disciplinada y significativa que la nuestra”.
Con esa dedicatoria, Eliot honraba a quien tantas correcciones y, sobre todo, supresiones, hizo a su manuscrito, dejándolo en el estado que hoy conocemos. En cuanto a Pound, ya había tomado un verso de la Comedia (Purgatorio, V, 134) como título de uno de sus poemas de Hugh Selwyn Mauberley (1920): “Siena mi fé, disfecemi Maremma”. La obra que emprendió a continuación es los Cantos, siguiendo la nomenclatura de la Comedia. El fragmento en que ha quedado el CXVI es ese tan emocionante, por breve y personal, en la prolijidad épica, que comienza: “He intentado escribir el Paraíso”.
Samuel Beckett dejó muchos testimonios tanto en su obra en inglés como la arañada al francés, de su interés, y no es exagerado hablar de devoción, por la Comedia, hasta el punto de tener un ejemplar en su lecho de muerte. De hecho, su primer escrito fue un ensayo sobre lo que habría de ser Finnegans Wake titulado “Dante… Bruno… Vico… Joyce”. Y retomó el dantesco personaje de Belacqua en su ficción. Según Ellmann, Dante era el autor favorito de Joyce, y esto se ve en toda su obra a partir de El retrato del artista adolescente.
Robert Lowell y Seamus Heaney metamorfosearon cantos sueltos. En Station Island del segundo hay conversaciones con los muertos como en el pasaje sobre Ugolino de la Comedia, que está presente en Field Work. Pero la influencia de Dante se filtra en otros autores. Cómo no pensar en el también católico Evelyn Waugh, que en Retorno a Brideshead nos hirió con esta frase: “Me gustaría enterrar alguna cosa preciosa en cada lugar en el que he sido feliz y así, cuando sea viejo y feo y me sienta desgraciado, podría regresar y desenterrarlo y recordar”. ¿No es esto una corrección de los versos 121-122 del Infierno, V: “No hay dolor más grande / que recordar la dicha en la desgracia”? También un novelista de enorme éxito durante unos años hizo su particular lección del Infierno y, creyendo ir para Dante, se quedó en Dan Brown.
Dante y Virgilio en el Infierno / GUSTAVE DORÉ
Las interpretaciones no son escasas, desde diversos ángulos: La escatología musulmana en la Divina Comedia (1919) de Miguel Asín Palacios, El esoterismo de Dante (1925) de René Guénon o el Coloquio sobre Dante de Osip Mandelstam (de 1933 pero publicado póstumamente en 1967). Con todo, las elucidaciones sobre el autor de la Comedia tienen a uno de sus máximos exponentes en Borges, autor de Nueve ensayos dantescos y numerosas menciones y hasta recreaciones de la obra del florentino. El bonaerense leyó la Comedia durante los viajes en tranvía a la biblioteca en la que trabajaba, y ya siempre le fue fiel. En la conferencia que le dedicó en Siete noches la llamó “el mejor libro que han escrito los hombres” “Inferno I, 32” en El Hacedor la recrea en clave de prosa. “Infierno, V, 129” (ya con el título en español) retoma el episodio de Paolo y Francesca. Tres de sus versos no son solo una absolución de los amantes, sino una escalofriante cumbre de la poesía amorosa: “No traicionan a Malatesta, / porque la traición requiere un tercero / y sólo existen ellos dos en el mundo”.
Borges no agota el panorama hispanoamericano, donde se extienden varias provincias del reino dantesco. ¿Cómo olvidar Paradiso de Lezama Lima, que además del título parece haberse inspirado, en lo relativo a lo poético, lo que Dante escribe en Convivio, como señaló Emir Rodríguez Monegal? Su compatriota Alejo Carpentier acusa su huella desde Los pasos perdidos hasta El arpa y la sombra, con trasuntos, ecos y citas explícitas. El guatemalteco Luis Cardoza y Aragón recorre Nueva York con Dante como guía en su poema en prosa Pequeña sinfonía del nuevo mundo. ¿Y qué decir de Rulfo, donde en Pedro Páramo Comala es otro nombre del Infierno y el Purgatorio?
Hay versos que han encontrado posada en los de muchos otros, reverberaciones como las del primer endecasílabo del Infierno: “En medio del camino de la vida”. Memorablemente lo retomó Rubén Darío en “Thanatos”, y después Raquel Lanseros, Lorenzo Martín del Burgo, Javier Salvago, Álvaro Tato, o el chileno Jorge Teillier. El último de Paraíso también ha sido fértil: “el amor que mueve el sol y las otras estrellas”.
El sueño de Dante (1880) / DANTE GABRIEL ROSSETTI
El de las traducciones ocuparía todo un capítulo de cualquier examen de la Comedia (que, siendo más Dante, todo lo otro suyo lo eclipsa su grandeza). No faltan grandes escritores, a menudo poetas pero no siempre, que han puesto manos a la obra. En inglés, Longfellow tradujo las tres partes, así como Dorothy L. Sayers, Clive James y Alasdair Gray. Robert Pinsky y Ciaran Carson vertieron el Infierno, y W. S. Merwin el Purgatorio. Mary Jo Bang hizo doblete con Infierno y Purgatorio.
El poema narrativo en primera persona, que hoy damos por descontado, no fue tan usual en la literatura anterior a Dante como pensamos; no al menos en las epopeyas (si es que la Comedia lo es), aunque sí en la poesía lírica que el propio Dante cultivó. Alceo, Arquíloco, Safo, ya mostraron la subjetividad desde la primera persona, pero nunca en una narración en verso como la Comedia. En cuanto a Roma, lo individual aflora en las elegías de Propercio, Tibulo u Ovidio, también en Catulo. Sí hay narración en primera persona en el Satiricón de Petronio. El asno de oro de Apuleyo también es una narración en primera persona, pero al igual que la anterior en prosa.
En la Comedia cabe todo (como en los Cantos de Pound): geografía, física, mitología, historia sagrada, literatura, política, moral… Y Dante, a la vez narrador y protagonista, en su viaje que viene marcado por el transcurrir del tiempo con las evoluciones de la luz de las jornadas, no recorre el paisaje imaginado que va del Infierno al Paraíso e ilustran numerosos tipos humanos: siendo estos representantes de nuestras virtudes y defectos, ellos son nosotros y lo que se recorre es el alma en toda la gama de sus inclinaciones, pasos seguros y traspiés. Se puede afirmar que a fin de cuentas el florentino dibuja, desde los detalles particulares de unos y de otros, el retrato robot del género humano, pero no con los cuatro trazos gruesos de las generalidades, sino con la miniada concreción de todos y cada uno de nuestros rasgos. En él estos adquieren el relieve plástico que les otorga la poesía, que es observación y gusto por moldear esta en palabras, como cuando al hablar de unos objetos excelsos Dante escribe (en la traducción bastante libre de José María Micó): “Avanzaban lentamente, / más lentas que una novia en el cortejo”.
En Italia, que se está volcando en la efeméride todo lo que permite el actual estado de cosas, habría que destacar la reimpresión de Come donna innamorata (2015) la novela del experto en Dante Marco Santagata, que, biógrafo del poeta, recrea además la vida de este con los perejiles que la narrativa de ficción tolera. Su biografía seria la ha publicado entre nosotros Cátedra: Dante, la novela de su vida. La novelesca, Confluencias: Tal mujer enamorada, que ostenta además un prólogo de Francisco Rico, quien la viene a denominar relato real siguiendo la acuñación de Javier Cercas.
Para septiembre se anuncia una nueva edición completa de las obras de Dante. Entretanto, en junio aparecerá la nueva traducción española de Jorge Gimeno en Penguin Clásicos, que se suma a las de Crespo, Echeverría, Martínez de Merlo o Micó. El crítico y catedrático oxoniense Colin Burrow escribió una vez de Dante que “si viviera hoy podría ser un escritor de ciencia ficción metafísica, con barba y elevados principios, que se pasa las noches depurando software libre para Linux”. No es que sea tan moderno o tan joven, pero desde luego está lleno de vigor aún y sí, aún se encuentra nel mezzo del camin della sua vita.