Blecher en París, antes de la revelación
El escritor compuso poemas surrealistas, recuperados por la editorial Hermida, antes de la tuberculosis que lo obligó a vivir de sanatorio en sanatorio
27 septiembre, 2020 00:00En otoño de 1928 Max Blecher llega a París desde Botoşani (Moldavia) para estudiar medicina en la universidad e iniciar lejos de su amante familia una nueva y exaltante vida, y es allí donde se le declara una enfermedad muchas veces letal, el “mal de Pott” o tuberculosis ósea, hoy erradicado, que se lo acabaría llevando después de diez años de agonía en sanatorios franceses, suizos y rumanos, hasta acabar sus días en la casa de su hermana y su cuñado en la casa de éstos en Roman, rincón perdido de Moldavia.
Antes de los tres grandes textos en prosa que han sido redescubiertos por los editores rumanos e internacionales en los últimos años (durante el régimen comunista su obra fue reducida al ostracismo), dos de ellos de una fantasía desbordante y fabulosa, y el tercero una novelización realista de su propia, extraña vida en el sanatorio de Berck-sur-mer, Blecher escribió un libro de versos, titulado Cuerpo transparente; y en él, el poema París, donde recuerda su llegada a París, que ahora a la luz turbia del recuerdo y de las experiencias posteriores ve como una ciudad desierta, fantasmagórica y ominosa:
¿Te acuerdas de cuando llegaste? La locomotora te zumbaba en la cabeza París París / Estaba oscuro y otras oscuridades acechaban en las calles y en el aire / y tú te apretabas el gabán para que el viento de la noche no entrase / en el agujero abierto de tu pecho, en el abismo de tu melancolía. Ese “agujero abierto de tu pecho” es una referencia obvia a la lesión en la columna vertebral que en realidad aún no se le había declarado.
Así pues, Max llega a París, va su hotel, deja la maleta y vuelve a salir “para vagar por las calles sin maleta, sin alma, como un fantasma sin carne”. Muy cansado, se mete en una casa iluminada como para una fiesta que es un burdel, donde conoce a “una mujer rubia muy hermosa con medias” y donde recuerda que hace solo una semana él estaba con sus papás y sus hermanas, lejos, al fondo de Moldavia.
Era París París, te fuiste a dormir tarde... Luego, ya al alba, cuando los ruidos de los coches y el paso de los transeúntes por la calle le animan un poco, vuelve Max a sacar el alma a tomar el aire como a un perrito, de paseo por calles desconocidas / en la madrugada blanca y clara de París. No pasa nada y se dice todo. Se entiende bien que Max conservase el recuerdo de esa noche como un hito de su vida: eran los últimos momentos antes de que ésta se precipitase hacia la enfermedad.
De ahí que ese poema espectral esté tan cargado de emoción. De hecho es casi el único poema de Blecher que me gusta mucho mucho, pues en general seguía una poética surrealista; efectivamente, “era imposible que no se aproximase al surrealismo, la corriente que prometía realizar una poesía liberadora que rebasara los límites del pensamiento diurno, racional”, como señala Doris Mironescu, autor de una biografía y editor de las obras completas de Blecher, en el prólogo a la edición española de sus poemas, que acaba de publicar Hermida Editores, en una traducción de Joaquín Garrigós.
Blecher estaba fascinado por la obra pictórica de Salvador Dalí y colaboró alguna vez con las revistas del grupo de Breton, con quien se carteaba. Digo que, salvo París no me deslumbran los poemas de Blecher como en general no me gustan las libertades que se toman los poetas surrealistas, pero celebro la aparición de la Poesía Completa de Max Blecher, que gracias a los descubrimientos de la edición de las Obras Completas en Bucarest aumenta y corrige el poemario que publicó en España Rosa Cúbica en el año 2008. Esta nueva edición más completa, bilingüe, enriquecida con una cronología biográfico-literaria y con la reproducción de varias maravillosas fotografías del escritor, de algunos de sus dibujos de estilo naif, de muestras de su caligrafía y hasta de su sepultura en el cementerio de Roman, completa nuestro conocimiento de Blecher de forma redonda. Aunque sus tres espléndidas novelas, Corazones cicatrizados, La Guarida iluminada y Acontecimientos de la irrealidad inmediata estén por ahora fuera de la circulación.
Hace once años cuando escribí por primera vez sobre este autor y recordé que a pesar del calvario de su vida, no se quejaba. Poco antes de entrar en el coma fatal le hizo a su madre este balance: "En 29 años he vivido más que otros en cien. He viajado, he visto, he escrito". Y luego le pidió que sus hermanas no sufrieran por él: "Que se paseen por donde haya flores. Que cojan flores. Y de mí, olvidaos. Y me olvidaréis. Vale más llorar junto a una tumba que compadecer a un enfermo". Yo concluía aquel primer artículo que le dediqué diciendo: “Pero olvidar a Blecher, después de leerle, es imposible”, y yo mismo soy la prueba viviente de que esto es así, siempre volviendo a él.