Cuando Ottessa Moshfegh empezó a escribir su primera novela, que se llama McGlue y Alfaguara ha publicado este año, lo primero que hizo fue colocar un espejo frente a ella y el teclado. Lejos de perseguir un objetivo introspectivo, como podría ser el de bucear en las profundidades de su propia persona para desnudarse narrativamente, lo que la escritora estadounidense quería era reproducir las muecas y expresiones de sus personajes. Solo de este modo, analizándolas, se sentía capaz de describirlas con la precisión que considera necesaria. Un método práctico de una persona que, durante la charla que concedió el pasado 18 de marzo en el CCCB de Barcelona, explicó que viene de una generación en la que exteriorizar los sentimientos se consideraba algo desagradable. Por eso, el nuevo gran proyecto en el que está enfrascada a día de hoy es aprender a vivir sin miedo a mostrarlos.
A pesar de que su obra no indaga en la realidad de la persona reflejada en el espejo de su escritorio, en la conversación que mantuvo con la periodista y escritora Lucía Lijtmaer salieron a colación una serie de intimidades que, de alguna manera, sí que quedan proyectadas en su escritura.
Para empezar, los personajes de sus novelas, que en su mayoría son perturbados mentales y siempre políticamente incorrectos, no dejan de ser una proyección de ella, o más bien de su contrario. Se define a sí misma como una mujer rígida, muy rígida, y crear este tipo de personajes despreocupados le sirve como vía de escape y como método para ampliar su experiencia vital. "Escribir sobre personas tan ajenas a mí me hace más sabia".
Por otra parte, la madre de la mayoría de sus protagonistas está muerta. Cuando fue preguntada por esta coincidencia, respondió entre risas que una vez matas a una madre, no hay vuelta atrás; tienes que seguir matándolas a todas. Y es que considera que la relación maternofilial es una de las más complejas a la hora de ser retratada en la literatura. Acto seguido, compartió con la audiencia en tono confidencial que probablemente se deba a que ella y su madre mantienen una relación muy estrecha y particular, lo cual le marca un referente demasiado ambicioso como para plantearse plasmarlo en papel.
"Los escritores nos pasamos la mayor parte del tiempo dentro de nuestras propias cabezas, y eso no es ni bueno ni saludable", sentenció. Precisamente por eso sus personajes se vinculan tanto a sus cuerpos, con las dolencias, los placeres y los vicios que surgen de él. "No escribo acerca de borrachos, sino de personas sedientas".
Actualmente vive en la costa Oeste porque allí la gente se toma a sí misma menos en serio y da la sensación de que si una ola gigantesca borrase del mapa a gran parte de la población californiana no supondría un drama para nadie. Todo lo contrario de lo que ocurre en la costa Este, de donde ella es originaria. Sostiene que en esa parte del país el aire huele a intelectualidad y la gente se empeña en estar tan informada y considerarse tan inteligente que hasta resulta abrumador.
En los últimos años ha empezado a simultanear su trabajo como escritora con diferentes proyectos cinematográficos. Trabajar en equipo le supone un soplo de aire fresco después de llevar tanto tiempo haciéndolo en la más estricta soledad, igual que el hecho de que las historias se proyecten en una pantalla en vez de en esa esfera abstracta que es la cabeza de cada lector. "He de confesar que últimamente disfruto más viendo películas que leyendo libros".
Cuando alguien del público quiso saber cómo reaccionó al éxito internacional de su novela Mi año de descanso y relajación, ella hizo hincapié en lo afortunada que es por haber obtenido semejante reconocimiento. "Son excepcionales las veces que un escritor sale bien parado. Si no escribes sobre los temas que te obsesionan, es difícil escribir bien; pero si no te adaptas a las preferencias de los lectores y a las reglas del mercado, es difícil que te vaya bien. Entonces… ¿qué diablos hacer?" A la mayoría de sus compañeros del gremio no les ha quedado más opción que ganarse la vida como profesores de escritura. A ella, por el contrario, el éxito le abrió de súbito un camino privilegiado en el que no dudó ni un segundo en adentrarse. Desde entonces, se reconoce a sí misma como una obsesa de la escritura, siempre está escribiendo, si no son novelas, son relatos, ensayos, artículos y muchos otros proyectos que la mantienen entusiasmada.