Letra Clásica
Antonio Gasset: Días de cine, noches de risas
Fue calificado de "anarquista fuera de tiempo" por un equipo de TVE que hoy confiesa admiración y afecto donde no hubo sintonía
30 septiembre, 2021 22:30Antonio Gasset rezaba con la esperanza de que ninguno de sus hijos se presentara "al casting de Operación Triunfo". No caía en el autoengaño: “por la hora de emisión, mi programa solo puede ser visto por un puñado de poli-toxicómanos”. Comparó la interpretación de Ben Affleck --el novio recuperado de Jennifer Lopez en este otoño de Central Park-- con un pepinillo cocido en alta cocina. Dijo de Tom Cruise que su único dato destacable era haber sido el ex marido de Nicole Kidman. Se confesaba seguidor del novelista de ciencia ficción Philip K. Dick y “quizá por ello me he convertido en un trastornado”, ni que lo digas. Afirmaba que “los idiotas serán siempre idiotas”. Aborrecía los banquetes de “sangre y sadismo de Quentin Tarantino”, y no era el único. Se preguntaba ¿qué sería de nosotros sin un país inteligente como Francia? Aconsejaba en plena canícula evitar los tríos amorosos, que “aunque tengan su morbo, son peligrosos”. No soportaba a Bruce Willis y odiaba las alfombras rojas porque sobre ellas se calibra “la estupidez de algunos informadores por el número de veces que utilizaban la palabra glamour”.
La causticidad de Antonio Gasset Dubois significó una fuente de hilaridad, salpicada de penas ácidas. El ex presentador y director de Días de cine fue un emboscado, un hombre oculto, enmarañado en la mordacidad de sus mensajes y obsesionado por evitar el látigo de la sorpresa. En el clásico de la 2 de TVE, Gasset, gran crítico de cine y sobrino segundo de Ortega y Gasset, iniciaba las emisiones con sus célebres entradillas, antes referidas, que ya deberían ser una especie de memoria selectiva en cualquier enciclopedia del séptimo arte que se precie.
Fallecido anteayer en Madrid a los 75 años, Gasset se mostró fiel a su trabajo a lo largo de varias décadas hasta que dejó TVE en 2007. Se despidió de la audiencia desde el Festival de Berlín y muy pronto supimos que se había acogido a un expediente de regulación de empleo con el que la Casa Grande y pendenciera del Pirulí le relegaba. Fue una especie de macabro colofón al continuo ninguneo de su programa. Dejó virtualmente grabadas estas palabras: “Hasta el próximo programa. No sabemos ni qué día ni a qué hora nos pondrán, de modo que estén atentos”. Llegaban las vacaciones anticipadas y antes de irse propuso a su parroquia de fieles seguidores “sorprender a nuestras parejas con un tatuaje, un piercing en zona íntima, o simplemente un tanga de pedrería para hacer el ridículo en alguna piscina municipal”. Gasset se licenció en licencias, pero nunca defraudó y aun ahora pueden encontrase montones de sus ocurrentes salidas de tono en Zinemaldía.
La participación en 'Arrebato'
La Academia de Cine, que le reconoció con el Premio de Comunicación Alfonso Sánchez en 2011, asume como algo propio el dolor por la muerte del periodista y divulgador. Alfonso Sánchez era aquel señor bajito y sabio de entonación nasal --“tengo un libro en las manos y este libro que tengo…”--, verso libre de la televisión del Régimen que llevó al éxtasis su admiración por John Ford y Alfred Hitchcock, en pleno tardofranquismo y que vivió siempre enamorado de Anouk Aimée, la actriz de Un hombre y una mujer, junto a Jean-Louis Trintignant. Muchos años después, Gasset versificaba la narrativa en cualquiera de sus géneros; hablaba de cine y leía libros con la misma pasión de un maestro inconfundible, como lo fue Sánchez. El crítico y cineasta fallecido clavó la intención de una crítica libre y autorizada. Pero hay otras formas de ver su paso por la pequeña pantalla: "Antonio era como de otro mundo, era un anarquista fuera de tiempo, un personaje libre y políticamente incorrecto”, afirma el actual director de Días de cine, Gerardo Sánchez, que hoy confiesa admiración y afecto donde no hubo sintonía.
Anteayer, TVE explicó en una nota que Gasset llegó a Días de cine en 1994 y destacó su dirección y presentación: el programa logró el premio de la Academia de la Televisión al mejor espacio divulgativo (2002) y una mención especial de los Premios Ondas en 1997. Fue periodista, actor, subdirector del programa Informe Semanal de TVE y divulgador cinematográfico. Participó en varias películas de los años 70 y comienzo de los 80, entre ellas Arrebato, la cinta vanguardista de Iván Zuluaga. Con Pilar Miró apareció en Gary Cooper que estás en los cielos (1980), y participó en el cortometraje Tiempos duros en Ríos Rosas (1982), donde compartía cámara con Ricardo Franco, Fernando Trueba, Antonio Resines o Carlos Boyero. Una década antes, en 1970, había hecho su debut como director con el corto Los hábitos del incendiario, que protagonizaron Emma Cohen y Elena Santonja.
El pretérito imperfecto
El toque Gasset se hizo imprescindible entre la intelectualidad española en las dos últimas décadas del pasado siglo. Con la irreverencia por bandera, perteneció al nido faulkneriano instalado en la memoria del escritor e ingeniero Juan Benet a la sombra de Volverás a Región, el lugar ficcional del resistencialismo, que se mantuvo fiel a la II República después del 39. Frecuentó las veladas insomnes de bourbon y literatura en chez Benet, con Luis Eduardo Aute, Jaime Chávarri, Javier Marías o Agustín Díaz Yanes, entre otros, el selecto club del genial Aliento del espíritu sobre las aguas, biografía intelectual del novelista, escrita por Eduardo Chamorro. Nada de todo esto fue una casualidad. La sombra de Benet llegó a ser tan alargada que, a su muerte, en 1993, el The New york Times, con un centenar de premios Pulitzer en su haber, equiparó su dimensión literaria a las de James Joyce y, naturalmente, William Faulkner.
Gasset era profundo. Sus amigos han recordado en las últimas horas lo mucho que le interesaba la psicología del duro solitario al estilo de Jason Robards en la película La balada de Cable Hude, rodada por su admirado Sam Peckinpah. En las cintas de Peckinpah, el alma vacía entra aullando, como el frío de invierno, en las casas abandonadas; sus protagonistas expresan muchas veces el canto a los hombres solitarios que implosionan por dentro y se funden con la muerte, arrinconados por la soledad reseca de los tiempos difíciles. Todo un traje hecho a medida para repetir el visionado de Pat Garrett y Billy the Kid. El conocido drama del Oeste refleja el destino implacable del fin de los días, sin apearse del sentido del humor, una mirada que, en el caso de Gasset, acabó por convertirse en bandera. Añadamos un extraño clásico español, que Gasset estudió con el detallismo de un entomólogo: Amanece que no es poco de José Luis Cuerda, un collage de surrealismo y esperpento, inspirado en el agro cañí de la España entonces profunda y hoy vaciada, que cayó como un rayo sobre el cine modernísimo en los años expansivos de Almodóvar, y Trueba.
Hermanado con el resto de los que van a contracorriente, Gasset utilizaba a menudo el pretérito imperfecto como tiempo real del pasado, cuando analizaba argumentos y secuencias de películas. Hizo suyo el mensaje de Proust, según el cual el imparfait permite expresar la continuidad del tiempo y su unidad.