Letra Clásica
Mediavilla: “Las relaciones de Juan Carlos I con los países del Golfo animan a pensar cosas turbias"
El periodista y editor de Libros del K.O., premio Anagrama de Crónica con ‘Una dacha en el Golfo’, describe las contradicciones políticas de Baréin y otras dinastías árabes
28 septiembre, 2020 00:10En 2011, el periodista Emilio Sánchez Mediavilla fundó junto a sus socios Álvaro Llorca Zabala y Guillermo López Linares Libros del K.O., una editorial especializada en crónica periodística y en cuyo catálogo figuran títulos como Fariña, de Nacho Carretero, los ensayos/reportajes de Luc Sante, Maneras de ser periodista del inigualable Julio Camba o Un día más en la muerte de Estados Unidos, del norteamericano Gary Younge. Al margen de su faceta como editor, Sánchez Mediavilla acaba de ganar el Premio Anagrama de Crónica Sergio González Rodríguez con Una dacha en el desierto (Anagrama), un reportaje sobre Baréin, país del Golfo Pérsico al que Sánchez Mediavilla se trasladó a vivir con su pareja por motivos de trabajo.
–Su libro comienza con una confesión sobre su desconocimiento sobre Baréin.
–Sí, arranco mostrando mi ignorancia sobre Baréin y Oriente Medio. Lo que he intentado al escribir en primera persona es que el lector vaya descubriendo el país a través de la mirada de un expatriado occidental que llega de forma casual, sin haberlo buscado. Por eso empieza dando pinceladas similares a las que daríamos cualquiera de nosotros a un amigo para describirle por encima un país al que acabamos de llegar. A medida que avanza el libro ya empiezo a abarcar temas de mayor complejidad, políticos, sociales, históricos o religiosos. El planteamiento del libro hubiera sido otro si yo hubiese sido un reportero especialista en Oriente Medio que llega a Baréin con la intención de indagar en la realidad del país.
–En cierta manera, amplía la definición de crónica periodística, recordándonos que su origen puede ser casual.
–En parte sí. Tras dos años viviendo allí me fui interesando cada vez más sobre Baréin y cuando comencé a escribir tenía un conocimiento del país mayor de lo que se muestra en las primeras páginas. Pero, como te decía, me interesaba que el lector fuera consciente del desconocimiento inicial con el que yo llegué y se acercara al país con la misma actitud de un turista. Al ser un país completamente desconocido para la gran mayoría –no nos engañemos, a priori, no es un país que despierte nuestro interés–, me obsesionaba conseguir despertar cierta curiosidad. Si hubiera arrancado el libro con las revueltas de 2011, de las que hablo al final, o con temas políticos, sin haber puesto ni cara ni color al país, Una dacha en el golfo hubiese sido un fracaso y los lectores lo abandonarían en las primeras páginas. La dificultad de tema, el hecho de hablar de una realidad tan lejana y desconocida, me obligó a darle muchas vueltas sobre cómo encauzar el libro para atraer la atención del lector.
–Hace un recorrido que va del interior al exterior hasta llegar a la esfera pública
–En un periódico, al no tener demasiado espacio, un periodista está obligado a abordar la realidad de un país desde el exterior, a través de declaraciones, noticias, descripciones. A mí me interesaba era adentrarme en esta realidad desde la experiencia y las vivencias de las personas. Quería trascender las etiquetas. No tengo más remedio a la hora de describir Baréin que hablar de chiís y de suníes, pero no quiero pararme en estas etiquetas, sino penetrar en lo que hay detrás. Por eso cuento la cotidianidad de mis amigos y conocidos, hablo de la relación con sus padres, con el alcohol, con el sexo y con la política. De esta manera se puede ver cómo la etiqueta de chií o suní importa, pero no define por completo a las personas. Además, hay que tener en cuenta de que en Baréin solamente puedes acceder a información oficial, puesto que se trata de un estado policial donde se prohíbe cualquier forma de disidencia política. Ante esta situación, lo único que podía hacer era hablar con las personas que me rodeaban y que, una vez cogían confianza, y tras horas y horas de conversación, te contaban todo y te ofrecían perlas importantes para comprender el país. El poco o mucho mérito que pueda tener el libro se debe a los testimonios con los que cuenta.
–Si por algo se conoce Baréin es por la Fórmula 1, una fachada publicitaria tras la cual se esconde un régimen totalitario.
–Baréin es un microcosmos cuya imagen internacional está muy conseguida. Tiene una excelente relación con el Reino Unido y con Estados Unidos, que lo usa como su base más importante en Oriente Medio. Gasta mucho dinero en agencias especializadas en promoción de relaciones internacionales y usa el deporte como estrategia diplomática. También se presenta como un país visit friendly y, efectivamente, lo es. Un extranjero puede vivir muy bien en esa pequeña burbuja en la que viven los occidentales, a los que el gobierno nunca molesta, al contrario.
–Una burbuja de libertad que contrasta con el resto del país.
–Es un país contradictorio. Más allá de las restricciones y prohibiciones es, en teoría, el país más abierto de todo el Golfo. Sé que es difícil de explicar y sé que esta frase puede ser mal interpretada. En comparación con Arabia Saudí o los Emiratos Árabes es un país más tolerante a nivel religioso, en el que puedes encontrar iglesias cristianas o templos budistas. Sin embargo, tras las revueltas del 2011 el gobierno mandó derribar 40 o 50 templos chiís. Baréin es un país de mayoría chií, aunque el gobierno es suní. Otro ejemplo: técnicamente se puede decir que fue el primer país árabe en despenalizar la homosexualidad, pero la vida de un homosexual en Baréin es un infierno. No irá a la cárcel ni será apaleado, como sucede en Arabia Saudí, pero su vida será complicada porque la homosexualidad no está tolerada. Baréin es un país con caras contradictorias. Otro ejemplo: el alcohol no está prohibido y hay bares, pero solamente se puede beber en determinados lugares y su consumo está mal visto.
Emilio Sánchez Mediavilla / ÁLVARO ALSINA (ANAGRAMA)
–¿La ceguera con la que viven los expatriados es la ceguera de Occidente?
–En parte. La mayoría de expatriados se instalan en Baréin por una temporada relativamente corta y llevan una buena vida porque las empresas suelen pagarles buenos sueldos. Lo que me sorprendió no es tanto esta población flotante que vive al margen de lo que sucede en el país, sino aquellas personas, como, por ejemplo, nuestros vecinos, que llevaban décadas en Baréin y no tenían ningún tipo de relación ni contacto con el mundo y la cultura de allí. A priori, uno podría pensar: ¡qué gran desinterés y qué ceguera la de esta gente! Mis vecinos eran personas maravillosas con muchas inquietudes, pero no habían entrado en contacto con el mundo de Baréin o, por lo menos, esta era mi impresión. Quizás mantenían relaciones que yo no vi o, por su posición, les resultaba más difícil que a mí entrar en contacto con alguien. Es fácil condenar la actitud del expatriado que no se integra. Yo conocí a personas de padres extranjeros que habían nacido en Baréin y siempre han vivido al margen: estudian en colegios ingleses o americanos, donde solo va una élite, y no hablaban árabe. A mí se me hacía difícil entenderlos: ¿cómo puedes nacer y vivir en un país y no hablar el idioma nacional?
–En las revueltas de 2011 los disidentes denunciaron que el circuito de Fórmula 1 había sido lugar de abusos y torturas, pero siguen celebrándose competiciones.
–Todo continuó igual, como si nada hubiera pasado. La única edición de la Fórmula 1 que se suspendió fue la de 2011 porque era imposible celebrarla. Había tanques saudíes patrullando las calles y toque de queda. Entonces Baréin era un país ocupado por fuerzas extranjeras con el beneplácito de la propia monarquía bareiní. Sin embargo, el año siguiente la competición se volvió a celebrar con normalidad. Durante las carreras, la oposición intenta promover campañas de boicot que no tienen el más mínimo alcance salvo una nota en The Guardian, que es un periódico que cubre muy bien la actualidad política de Baréin.
–Sorprende el silencio de la prensa deportiva que acude a la Fórmula 1.
–La prensa que acude a la competición realiza una cobertura tradicional, solamente desde el punto de vista deportivo. Esto obliga a preguntarse hasta qué punto los medios de comunicación no podrían, si no boicotear la Fórmula 1, por lo menos aprovechar su estancia en Baréin para hablar sobre la situación política del país. Nadie dice nada. Se debe al desinterés que suscita un país tan pequeño y al hecho de que los periodistas no tienen acceso a otra información que no sea la deportiva. A periodistas españoles no, pero a periodistas extranjeros sí los he oído decir que, a la hora de pedir el permiso para poder acudir a cubrir la Fórmula 1, debían firmar un papel en el que aseguraban que sus trayectos se limitarían a ir del hotel al circuito y del circuito al hotel, de tal manera que no van a los barrios chiís, que es donde tienen lugar las protestas.
–El Estado quiere borrar cualquier signo de protesta o de disidencia.
–Se intenta continuamente borrar la memoria de las revueltas. En cierta manera, el gobierno reproduce los tics del Imperio Romano, donde los emperadores borraban el recuerdo de los rivales que los habían precedido eliminando sus estatuas y sus rostros de las monedas. En Baréin pasó lo mismo después de 2011: derribaron el monumento de la Plaza de la Perla, símbolo de las protestas, y retiraron de la circulación las monedas en la este aparecía. Las pintadas que realizan los chiís en paredes de los edificios son inmediatamente eliminadas para que no se vean. Si no fuera la realidad tan trágica, todos estos gestos resultan cómicos, son vanos intentos de negar la disidencia.
Vista de la ciudad de Manama (Baréin) / WADIIA
–Los títulos publicados por su editorial, Libros del K. O., van más allá del periodismo deportivo tradicional.
–Hay muchas formas de hacer periodismo deportivo. No voy a pontificar sobre cómo debe hacerse. Creo que tan periodismo deportivo es la locución en directo de un evento como un acercamiento al fútbol de una manera sentimental y literaria, que es el ejercicio que hace Ander Izaguirre al narrar la historia del Tour de France, donde presenta de escenas y episodios costumbristas y humorísticos.
–Inglaterra es el país donde se refugian principalmente los exiliados bareinís.
–Londres es la capital del exilio bareiní porque Baréin fue colonia británica hasta la década de los setenta y, siendo un estado independiente, la presencia inglesa en el país es tan importante que el aparato policial de aquellos primeros años era el mismo que antes de la independencia. De la misma manera que en Londres hay muchos exiliados, en Baréin hay expatriados ingleses: la presencia financiera y empresarial británica es muy destacable. La relación es tan estrecha que, mientras Estados Unidos ha pedido la liberación de presos y ha tratado de intermediar, Inglaterra apenas hace nada. Hay declaraciones de ministros ingleses durante las represiones del 2011 directamente escandalosas. Si hay un país cómplice con la represión en Baréin es Reino Unido, y no es de extrañar, los monarcas bareinís tienen estrechos lazos con la política y la vida social inglesa. Cada año acuden a la carrera de Ascott, en parte la patrocinan, y mantienen buena relación con Isabel II.
–A los monarcas saudíes se los ha tolerado hasta el asesinato de Khashoggi, que ha puesto en entredicho las relaciones de las democracias con Arabia Saudí.
–Sí, después del asesinato hubo un cierto ostracismo hacia el príncipe heredero saudí, pero duró poco. En la práctica, Arabia Saudí sigue siendo el aliado preferente de Estados Unidos en la región, el heredero es invitado en eventos internacionales con presidentes occidentales y el país no ha tenido ningún tipo de penalización por el asesinato. No sé qué pasará en el futuro o si, con el tiempo, la muerte de Khashoggi tendrá repercusiones en las relaciones internacionales. Por el momento, todo parece indicar lo contrario.
–Usted reproduce un discurso de Trump en el que incrimina a Khashoggi para salvar al heredero saudí.
–Las palabras de Trump fueron demoledoras para todos los opositores de la región, acostumbrados a vivir con miedo a la desaparición, a la detención o al asesinato. Que el presidente del país más importante del mundo diga que todo vale produce pánico entre la disidencia. Uno de los últimos actos de represión, el asedio a la ciudad de Diraz, se produjo un día después de que el rey de Baréin se hubiera reunido con Trump. La actitud de Estados Unidos llena de desesperanza a los activistas bareiníes, que se sienten completamente olvidados por Occidente, pero también por el mundo árabe. La del 2011 ha sido una revolución olvidada, ignorada por todos.
–Baréin relata su represión como si fuera una lucha antiterrorista.
–El blanqueo del régimen pasa por los eventos deportivos, pero también por quitar la nacionalidad o detener a los opositores y activistas contrarios al régimen junto a dos o tres miembros del ISIS. De esta manera, todos, desde el disidente pacífico o el activista por la democracia hasta el terrorista islámico quedan englobados bajo la acusación de pertenecer al Estado Islámico. De todas maneras, lo que hace Baréin lo que hacen todos los Estados: asimilar cualquier forma de disidencia política al terrorismo. Baréin recurre al terrorismo iraní. Acusa a Irán, que le reclama determinados territorios, de estar detrás de las revueltas: cuando se detiene a un cualquier joven de quince años por tirar una piedra a un coche de la policía o por quemar un neumático se le acusa de formar parte de un comando terrorista financiado por Irán. En el 90% de los casos estas acusaciones son falsas y absurdas. A Irán le interesa malmeter y utiliza a Baréin como propaganda. Le interesa desestabilizar a una monarquía suní aliada de Arabia Saudí.
–¿No hay libertad de prensa?
–Había un periódico más o menos independiente que cerró hace poco. La prensa internacional lo tiene muy difícil para entrar en el país e informar. A los periodistas no se les autoriza entrar: saben que dentro van a ver muchas más cosas de lo que cuenta la propaganda. La gente de Baréin consigue informarse a través de la prensa libanesa o de Aljazeera, porque los periódicos locales son grotescos.
–¿Como el NODO?
–Efectivamente. La información siempre gira en torno a los actos protocolarios en la que participa la familia real y ofrece una imagen edulcorada de Baréin como país de acogida y abierto. La prensa bareiní me dio claves para entender la prosa gubernamental y comprender de qué manera construyen el relato que les interesa.
Emilio Sánchez Mediavilla y Alberto Sáez, socios de Libros del K.O. / YOLANDA CARDO
–En España determinada prensa ha ofrecido siempre una imagen edulcorada de la monarquía. Solo recientemente ha dejado de ser intocable.
–Sin duda. Es muy importante el papel que tuvo Juan Carlos I, al que se acusa de haber cobrado comisiones por la construcción del famoso AVE a la Meca, en sus relaciones con Arabia Saudí y con Baréin, donde fue invitado a asistir a la Fórmula 1, a cenar en un importante restaurante del país, donde todavía hoy cuelga una foto de él junto al rey y al heredero. Por lo general, las relaciones que mantuvo nuestro antiguo monarca con los distintos países del Golfo animan a pensar cosas turbias.
–Para terminar quiero felicitarle puesto que finalmente van a indemnizarles en Libros del K.O. por el caso del secuestro de Fariña.
–Estamos muy contentos. La pelea judicial ha tenido momentos muy duros y difíciles, aunque afortunadamente han ido llegando buenas noticias. La primera, cuando se levantó la prohibición del libro y pudimos seguir vendiéndolo; la segunda, cuando ganamos el juicio y se dijo que la información que aportaba Fariña era verídica y que toda la acusación era un infundio. El dictamen de la jueza nos dio la fuerza moral que necesitábamos para reivindicar y limpiar la imagen de la editorial. Queda patente que secuestrar libros no es algo que pueda quedar impune. Me gustaría que calase el mensaje de que secuestrar libros sale caro.
–En una democracia es imposible justificar el secuestro de ningún libro.
–El caso fue un auténtico delirio, de ahí que la justicia nos haya dado la razón en todo. Ahora puede parecer que no fue para tanto, pero lo fue y, si bien tuvimos siempre el apoyo de la gente, el proceso fue muy duro.